¿Solidaridad digital o activismo vago?

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Vista de una persona sosteniendo un teléfono móvil abierto en una página de la red social Instagram, con cuadros negro bajo el lema "Black Out Tuesday", una iniciativa impulsada por la industria musical, pero que caló entre toda la sociedad. EFE/Mario Villar
Vista de una persona sosteniendo un teléfono móvil abierto en una página de la red social Instagram, con cuadros negro bajo el lema "Black Out Tuesday", una iniciativa impulsada por la industria musical, pero que caló entre toda la sociedad. EFE/Mario Villar

Los famosos, influencers y usuarios comunes adhieren en sus redes sociales a ciertas causas buenas, justas y políticamente correctas. Mediante la expresión de sus sentimientos, se muestran comprometidos, sensibles, enojados y conmovidos por alguna injusticia, muerte, atentado o tragedia. El objetivo es mostrarse como buenas personas. Moralmente superiores y espiritualmente elevados. Es un fenómeno relativamente nuevo porque surge a partir de la masificación de las redes sociales.

El martes 2 de junio fue uno de esos días. Instagram se tiño de negro. Se organizó un “apagón” masivo con el hastag #BlackLivesMatters para protestar por el racismo, tras el indignante asesinato de George Floyd, el 25 de mayo pasado en Minneapolis. Para sumarse al “Black Out Tuesday” solo había que subir un cuadrado negro a Instagram y no subir más nada durante el resto del día. Eso fue todo. Con unos pocos clicks, uno o dos minutos de nuestro tiempo, alardeamos frente nuestros seguidores, repito, solo con un cuadrado negro y un hashtag, que nos importa la muerte de Floyd, que repudiamos al racismo y que estamos en contra de la desigualdad, entre otras cosas.

Este fenómeno ya tiene un nombre, la virtud de exhibición (virtue signalling), y significa demostración excesiva de valores morales en las redes sociales. Es muy alto el beneficio en relación al costo. Es muy fácil hacerlo porque no requiere tiempo ni conocimientos tecnológicos avanzados.

La lista de causas justas y nobles se agranda mes a mes. Con la dinámica de los hechos, siempre surge alguna nueva.

Tras el atentado en París contra el semanario de humor francés Charlie Hebdo en 2015, las redes se llenaron del slogan “Je suis Charlie” (“Yo soy Charlie”) como una forma de solidaridad con las 12 víctimas del atentado. El formato preferido era el hastag que se hizo viral, pero también circularon distintos tipos de carteles en JPG, fotos de perfil, etc. De hecho, hasta hoy, aquel hashtag fue el más retuiteado de la historia de Twitter. Hasta Google se sumó a la campaña, publicando una pequeña imagen con la frase “Je suis...” en su página principal.

Tras el atentado, cientos de miles de fotos de perfil de Facebook se mezclaron con los colores de la bandera francesa. Aún hoy todavía se pueden ver esas fotos en muchos de los perfiles.

Pasó algo similar tras la muerte del fiscal Alberto Nisman, donde muchos usuarios cambiaron su fotos de perfil por un crespón negro en señal de luto, pero también de repudio y pedido de justicia al gobierno de aquel entonces.

Poner un crespón negro, un pañuelo verde a favor del aborto legal o uno celeste para mostrarse contra el aborto no solo sirve para mostrar un reclamo o una actitud sino que es también una postura ideologica. Nos define y nos ubica en algún lugar del mapa. Y también sirva para la construcción de nuestra marca personal, al igual que la ropa que usamos, la manera en la que hablamos, la música que escuchamos, el cine que vemos y nuestros gustos culinarios, por ejemplo.

Para que las adhesiones a distintas causas se vuelvan virales, es necesario construir un relato que debe tener distintos elementos: un hecho sensible y un mensaje contundente, muchas veces resumido en un dibujo, un logo a modo de ícono y un hashtag. También se necesitan famosos involucrados (deportistas, actores, influencers) y cierto rebote en los medios tradicionales que legitimen la movida.

Otro ejemplo: para concientizar sobre la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), en 2014 se organizó un reto viral, (el “Ice Bucket Challenge”) que consistía en tirarse encima un balde de agua helada y nominar a alguien para que lo haga y siga la cadena. En pocos días, millones de personas de todo el mundo subieron a las redes sus videos haciendo el “desafío”, muchos de ellos sin saber ni qué era ELA ni cómo había surgido el desafió (fue impulsado por un ex jugador de béisbol en EEUU que había sido diagnosticado con la enfermedad).

Varios años después, a pesar de algunas importantes donaciones que se recaudaron para investigación, el Ice Challenge es recordado sólo como una impresionante acción viral.

Algunos lo llaman solidaridad digital y otros, más duros, le dicen activismo vago. Es cuando la gente actúa por actuar, para no ser menos que el otro, para estar en un listado de gente, para definirse, etc. pero sin tomar conciencia real de las complejidades que representa el problema. El feminismo, el hambre, la discriminación racial, una enfermedad o una pandemia, un atentado terrorista, una dictadura, son fenómenos muy complejos que requieren un altísimo nivel de profundidad para entender su dimensión y sus posibles consecuencias. Por eso no deben ser trivializados ni bastardeados. Además requieren cierto compromiso real y concreto (es decir de tiempo físico) y por una cuestión obvia (el día tiene 24 horas) es imposible adherir, estudiar a fondo y militar en múltiples causas a la vez. En las redes, miles de usuarios son volátiles; hoy están contra el racismo, mañana se solidarizan por la matanza de ballenas y pasado adhieren a las víctimas de un atentado en los EEUU (pero no lo harán con otras víctimas de otros atentados similares) y así en un infinito tan agotador como irritante.

La verdadera lucha contra el racismo o a favor de los derechos de las mujeres, o en contra del trabajo infantil, no debe pasar exclusivamente por su demostración en las redes sino, además, por realizar un esfuerzo concreto para investigar, estudiar y analizar a fondo esos temas. Leer los textos disponibles, escuchar distintas posturas sobre los conflictos que generan esos temas, confrontarlas, involucrarse en los debates, ir a las movilizaciones de protesta. Ser verdaderos activistas. A comprometerse con la causa. Es con un compromiso ciudadano real y sincero cuando una sociedad enciende el motor del progreso y logra avanzar.

De lo contrario, adherir a una causa noble se convertirá en pura pose snob, una demostración falsa y engañosa porque nos mostramos comprometidos frente a los demás pero en realidad, el tema en cuestión, nos importa muy poco. O nada. La hipocresía se manifiesta cuando uno finge ser algo que no es o aparenta sentir algo que no siente.

Entonces el verdadero compromiso ciudadano debería ser no trivializar las causas importantes ni usarlas para montar un show personal en las redes.