La nube de poder

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Manifestantes marchan en Concepción, Chile. (Reuters)
Manifestantes marchan en Concepción, Chile. (Reuters)

Sobre el tramo final de los grandes relatos del siglo pasado, le sigue invariablemente el ocaso de la nube de poder. Ese espacio al que acceden unos pocos para guiar a aquellos muchos que, de tratarse de una democracia, le otorgaron por un período la gestión y administración de gobierno.

Lo que sigue no es un planteo ideológico sino más bien sociológico. Intento tratar de entender lo que está pasando con las reacciones sociales ante los gobiernos, ya sean de izquierda o de derecha. Independientemente de su columna vertebral de ideas o paradigma, registran el mismo espectáculo en sus calles: manifestantes disconformes, ciudadanos hartos, personas incómodas.

La nube de poder no los ha dejado ver (o tal vez no hayan querido) el terreno completo. Gobiernan para porciones de la sociedad, para amigos, para sectores con intereses comunes, pero no gestionan para todos. Tarea harto difícil, pero para lo cual fueron elegidos.

La falta de respuestas desde la nube se agrava cuando para poder mantenerse en ella se apela a la caduca creencia de que cuanto menos beneficios y derechos tengan quienes se encuentren por debajo de esa nube, mejor. Esto demostró que las democracias de las últimas décadas han sido verticales y la calle reclama cada día más la horizontalidad en las mismas. Eso supone el fin de una élite gobernante y por consiguiente el fin de la misma nube de poder.

El caso puntual de Argentina se distingue de la región no sólo porque tenemos la experiencia del 2001, con la que ya vivimos situaciones cruentas, sino porque además tenemos en el cortísimo plazo una elección que oficia de amortiguador social. No podemos olvidar también el papel que cumplen las organizaciones sociales: los gremios y los sindicatos permiten que haya referentes con los cuales dialogar y negociar la tranquilidad y la paz social.

A partir de los sucesos recientes, quienes ostentan el poder están advertidos que los gobiernos no son “vips” de discotecas, donde pocos se divierten de modo exclusivo. Tienen dos opciones: bajan al llano o el llano se les mete en sus sectores privilegiados.

No deberían olvidar que las nubes son siempre pasajeras y tal vez el cielo esté comenzando a despejarse.

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