El regreso de la sustitución de importaciones

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El secretario general de UTICRA, Agustín Mendicone, junto al presidente de la UIA, Miguel Acevedo, y el ex secretario general de la CGT, Juan Carlos Schmid, presentaron el libro La industrialización en la Argentina en el Siglo XXI, dedicado a explicar el proceso de desindustrialización de los últimos 40 años y reclamar la participación del Estado en la formulación de una política industrial.

La explicación del contenido de la obra estuvo a cargo de Carlos Leyba, quien fuera subsecretario de Coordinación Económica en 1973, y destacó que el objeto del estudio es la Industria Manufacturera de Transformación (IMT) y no incluye la industria de alimentos (IA). La IMT produce el 74% del Valor Agregado Industrial y registra 878.181 trabajadores. El total de trabajadores de ambos sectores es 1.261.664.

El libro plantea que la Argentina perdió el entramado industrial en favor del ensamblado de piezas y partes importadas. Mendicone dramatizó esta realidad mostrando la composición del calzado y resaltando que las terminales importan las partes y proceden a terminar el calzado replicando los procesos para otros productos. En el período 2004-2016 la IMT tuvo un déficit de 283.087 millones y la industria de la alimentación un superávit de 255.545 millones de dólares. La capacidad industrial utilizada a mediados del 2002 se ubicaba en 55% promedio como reflejo de la caída del poder adquisitivo y el alza de la desocupación. "El país vio aumentar la producción industrial, el trabajo en la industria, el empleo en general y en el sector público en especial, también el del monotributo pero, en definitiva y en vinculación con el objetivo de este libro, no hubo reindustrialización, ni sustitución de importaciones eficiente ni modificaciones estructurales en la industria manufacturera". En la actualidad la relación entre el aumento del PBI y las importaciones es 1:3 marcando la dependencia de la industria de proveedores externos.

La alternativa al deterioro de la industria de transformación sería la Industrialización Sustitutiva de Importaciones (ISI) para lograr un tejido de mayor densidad y disminuir la dependencia externa. La sustitución de importaciones fue sugerida por Raúl Prebisch como respuesta al deterioro de los términos del intercambio en los años 50; esta propuesta fue luego abandonada en favor de las políticas de promoción de exportaciones. A pesar de la reversión de los términos del intercambio en el lapso de 12 años, la Argentina tampoco logró mejorar su participación en el mercado internacional ni la complejidad de sus exportaciones.

El fenómeno de la industria argentina no es ajeno a los cambios en la relocalización de las industrias a nivel global donde buscan menores costos de producción e impositivos y subsidios directos. Las empresas persiguen a través de las cadenas de valor maximizar sus beneficios sin importarle la localización. El presidente Trump tiene también un propósito similar al promover el regreso de las empresas norteamericanas para acrecentar el valor agregado nacional ofreciéndoles la reducción del impuesto a las ganancias y un aumento de la protección mediante el alza de los aranceles de importación.

La crisis actual constituiría una oportunidad para replantear la necesidad de una política industrial y más aún si se tiene en cuenta que la más leve reactivación volverá a demandar divisas para los insumos de la industria. Los autores señalan que la planificación acompañada por una política regional e industrial constituye instrumentos válidos para cualquier política económica y que ningún país ha renunciado a apoyar el desarrollo industrial ya sea con exenciones impositivas o subsidios que garantice su competitividad presente y futura.

La presentación de este libro no pudo ser más oportuna ante el próximo cambio de gobierno. La audiencia conformada por sindicalistas y empresarios pareciera reflejar un consenso para el diseño de una política industrial basada en mayor protección, subsidios y acceso al crédito. La referencia de Carlos Leyba a la iniciativa de José Ignacio Rucci en 1972 que luego fuera firmado por el presidente de la CGE, José Ber Gelbard, conocida como "Programa conjunto de la CGT y la CGE" no pasó desapercibida. Quizás sea un adelanto sobre las primeras acciones del futuro gobierno.

El autor es Licenciado en Economía Política (UBA), Master in
Economics (University of Boston) y fue embajador argentino en Tailandia. Es Miembro Consultor del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI)