Las listas, una pobre expresión de la grieta

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Crónica de una muerte anunciada tituló un libro el gran Gabriel García Márquez. Le había quitado la sorpresa del final, la historia era tan rica que no necesitaba de esos anzuelos. Nosotros navegamos por aguas parecidas, con ofertas ya gastadas, devaluadas, opciones que agonizan, y lo nuevo, que siempre amaga por surgir y termina extraviado en los aprontes.

Cristina jugó primero y fuerte, eligió un candidato a presidente y se ubicó como vice. Optó por Alberto Fernández, sin duda el más cercano a la figura de Néstor y una manera clara de aminorar la confrontación. Alberto es un hombre de diálogo, y lejos está de dejarse manejar por ningún grupo o sector; Cristina inició un proceso lento pero firme de alejamiento del poder.

Pero luego vinieron sus declaraciones sobre la Justicia. Las entrevistas con Alberto lo marcan a fondo, hay un cuestionamiento a los jueces que amenaza con la idea de reformular los juicios. Por otro lado, con esa elección desaparece el riesgo, la amenaza o la chicana de que podríamos ser Venezuela.

Mauricio Macri cometió errores garrafales, no dejó que María Eugenia Vidal eligiera antes, le hubiera dado un éxito a ambos que la pequeñez y la ambición impidieron. Luego jugó la carta brava de Miguel Ángel Pichetto, de un candidato peronista que ponía fin a la idea de "la nueva política", intento de romper con el pasado que, al no forjar un presente exitoso, debió ser abandonado.

Ahora viene lo complicado, transitar un proceso electoral donde el oficialismo tiene discutibles posibilidades de vencer. Y aquí reside la clave del presente, nadie puede asegurar que uno de los dos candidatos tenga mayores posibilidades de triunfo que el otro. Miramos a los mercados, el problema profundo se denota en los supermercados, en una sociedad que bajó un 20% su consumo de leche. El segundo semestre, los brotes verdes, la esperanza de la mejoría, esa brisa tan necesaria para una sociedad en crisis por ahora no se asoma.

Los dos extremos de la grieta aflojaron sus fanatismos, no sabemos si es por convicción o por necesidad. El tercer espacio que tanto prometía se fue achicando a la par de sus deserciones. Eran cuatro: Massa, Pichetto, Urtubey y Lavagna. Dos eligieron optar por un lugar en la grieta, los otros dos siguen en carrera intentando ocupar ese espacio soñado de una síntesis superadora.

La izquierda tan presente en las calles está como siempre ausente en las encuestas. Nada más conservador que no ser capaz de enfrentar una autocrítica, y ellos, por ahora, ni siquiera lo imaginan.

Lo viejo aparece agotado y lo nuevo no supera el espacio de la promesa. Hasta hubo cambio de partidos, de estructuras que deambularon en busca de su mejor ubicación, no en torno a las ideas, sino a los logros. Los políticos no debatían el futuro colectivo, sino tan solo su lugar en la lista de beneficiados. Demasiados de ellos se enriquecieron como contrapartida de la pobreza colectiva.

El debate esencial de nuestra sociedad es hoy más que nunca la distribución de la riqueza. Hace cuarenta años que se viene concentrando en pocas manos, donde lo más complicado de financiar no es el Estado ni los jubilados, es la fuga de capitales la que nos genera una deuda apabullante. Hablan de inversiones los mismos que huyen con sus ganancias a lejanos paraísos fiscales. El poder de los grupos económicos se impuso al punto que ya los partidos son tan solo un decorado de los negocios.

La gran mayoría de los votantes eligen en relación con sus miedos. Los amores y las convicciones hace rato que dejaron su lugar a sentimientos menores.

Las listas son una pobre expresión de la grieta en que habitamos. Los candidatos podrán imponerse, lo difícil es encontrar entre ellos aquel que nos devuelva el espacio de la esperanza. No soy pesimista, solo intento describir la realidad. No hacerlo sería tan solo una muestra de ignorancia, de desconocimiento del dolor colectivo.