La perversión de obligar a niñas a parir

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Una persona es violada y embarazada, pide que se le aplique el protocolo y le es negado arbitrariamente mediante un andamiaje burocrático espantoso. Si esto no te genera horror, probemos con más detalles. Una nena de 11 años es violada y embarazada por un hombre de 65; quiere una solución y el Estado, en un delirio burocrático, impide la aplicación de la ley de modo alevoso para que sea demasiado tarde un aborto contemplado en el Código Penal desde hace un siglo. ¿Funcionó? Aumentemos la dosis de terror: una nena de 11 años es violada, embarazada, obligada a seguir con su embarazo por veinte semanas y abandonada a su suerte por un montón de adultos con ambo médico que se niegan a atenderla en un lugar que para todos debería ser sinónimo de salvación. Si esto no te genera espanto, deberías sacar un turno con un psiquiatra.

Hagamos la historia un poco más perversa. Una médica del sector privado que no practica abortos por ser objetora de conciencia levanta el guante que ningún médico del sector público levantó, porque su objeción de conciencia es sobre el aborto, no sobre obligar a parir a una nena de 11 años. Busca una ayuda para sí misma y le pide a su marido, también obstetra, si puede hacerse cargo. A pesar de su propia objeción, la mujer hizo lo que nadie pareciera poder hacer: ponerse en el lugar del otro. Básicamente, comportarse como un ser humano.

Al llegar al lugar, la mujer y su marido se encuentran con una escena que Stephen King habría rechazado por improbable: una nena sin desarrollar, jugando con muñecas, su madre entreteniéndola, la presión arterial a niveles realmente peligrosos y el silencio de neonatólogos, enfermeras e instrumentadores quirúrgicos que se niegan a trabajar y se retiran. Ya habían obligado a una nena de 11 años a gestar, el "sistema" ahora obligaba a una mujer a hacer lo que no quería: participar de la intervención que tuvo que realizar su esposo. No pudieron practicar el aborto por el tiempo transcurrido. Recurrieron a una cesárea inmediatamente porque la presión arterial ya había colocado en riesgo de vida a la paciente. El espanto finaliza con una criatura dada a luz por debajo del piso viable, esperando a que la suerte decida si vive o se muere. Enfermos sin conocimientos exigen que se garantice la vida del recién nacido, sin saber que es más tortuoso la intubación, tal como dicen los propios médicos. Sólo restan cuidados paliativos.

La médica Cecilia Ousset es objetora de conciencia
La médica Cecilia Ousset es objetora de conciencia

Mientras una médica del sector privado trabajaba gratis obligada por su humanidad en contra de sus propias creencias, afuera se vivía un aquelarre ridículo. Miembros del Ministerio Público Fiscal provincial recababan datos en la puerta de la clínica. Tomaban lista, digamos. Periodistas apretaban por Twitter a funcionarios judiciales y trabajadores de la salud dando hasta sus datos, otros perversos remarcaban que la provincia de Tucumán se declaró a favor de la vida al prohibir el aborto por ley –no entiendo por qué no intentan eliminar la pobreza prohibiéndola vía legislatura– y otros tantos exigían que se respete la voluntad del Senado de la Nación de rechazar la despenalización y legalización del aborto en 2018. Como si tuviera algo que ver.

Perversos. Perverso el que violó, perversos los que se negaron a aplicar la ley inmediatamente, perversos los funcionarios públicos que traficaron influencias, perversos los médicos anestesistas y las enfermeras que no les generó nada ver a una nena embarazada, perversos los periodistas que apretaron y luego se quejaron al decir que "no les costaba nada esperar otros veinte días" para que el embarazo fuera viable. Perverso el que emitió un comunicado oficial tergiversando una orden judicial y perversos los funcionarios judiciales que recaban datos para saber quién fue el que osó ayudar a una víctima de un delito perverso. Perversos los que escriben justificaciones editoriales y perversos quienes festejan esas perversiones. Perversos con todas las letras. Perversos.

Una vez más tenemos que hablar del horror de la nebulosa de un embarazo no deseado que alcanza el segundo trimestre y sus consecuencias que nunca pueden ser buenas. Nuevamente estamos hablando de lo que no deberíamos hablar y nuevamente parte de la ciudadanía borró a una persona. No vieron a una niña de 11 años violada y embarazada; vieron a una mujer a la que le quieren matar su niño. No fueron a conocerla, no intentaron ponerse en su piel. Y si suena preocupante, trato de pensar que se comportaron así por cuestiones buenistas, porque la otra opción se me hace insoportable: esa que dice que sí vieron que se trataba de una nena de 11 años embarazada de su violador a la que le negaron sus derechos porque un grupo de personas no tiene nada mejor para hacer de su vida que ir por el país exigiendo que todos cumplan con su dogma. Un dogma que, por los planteos de algunos, ya es caprichoso. Total, qué les costaba veinte días más.

El comunicado que emitió el gobierno de Tucumán
El comunicado que emitió el gobierno de Tucumán

Como toda esta nota es a título personal, va un pedido final: los que dicen que el "no fue no" y que hay que respetar la ley, comiencen por el ejemplo. Dilatar manipulando por la vía burocrática la implementación de una ley es un delito. Los miembros del Ministerio Público que fueron a la clínica deberían haber estado tomando datos de quienes se negaban a cumplir con su deber, como también deberían haber estado monitoreando las cuentas en redes sociales de los defensores de la aberración que se vivió de madrugada y citando a indagatoria a todos los que realizaron tráfico de influencias para que la ley vigente tampoco se aplique. Del mismo modo, el Ministerio de Salud del gobierno tucumano no debería haber estado emitiendo falsos comunicados ni haciendo lobby. Son todos delitos. Todos. Y como son delitos, quienes piden públicamente que se apliquen esos delitos, quienes arman campañas de escrache contra quienes deben cumplir con la ley, quienes están montando un sistema paraestatal de control moral, sea en redes sociales mintiendo y apretando, o sea vía llamados telefónicos a las autoridades, también están cometiendo un delito: apología del delito. Apología del incumplimiento de la ley, apología de la obstrucción de la Justicia. Dirán que también es apología estar a favor de la despenalización del aborto, pero eso es olvidar que se pide la modificación de una ley. No es lo mismo peticionar ante las autoridades que impedir que se cumpla la ley vigente. Y eso es, quizá, lo que más profundiza la división en estos temas, ya que la moral individual pareciera estar por encima de la ley vigente, algo que ningún estado de derecho, republicano y democrático puede ni debe permitirse.

Pero es un pedido en vano: no les importa una niña sufriente con riesgo de vida que juega con muñecas con una panza de segundo trimestre, imaginemos qué puede importar el cumplimiento de la ley vigente.

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