Cristina, Macri y el dilema del prisionero

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Uno de los principales ejes rectores en la vida de la humanidad ha sido y es el tiempo. Al tomar conciencia de la finitud, producto del inexorable paso del tiempo, los seres humanos buscamos ordenar y planificar nuestro devenir. Sin embargo, retomando a los antiguos helénicos, "el tiempo se devora a sus hijos".

Para los griegos, Cronos, dios del tiempo y una de las primeras deidades de la Tierra, había logrado convertirse en la divinidad reinante del cielo, la tierra y el mar tras derrocar a su padre Urano. Con el temor de que al igual que su padre caería derrotado de mano de sus hijos —Hades, Heras, Poseidón, entre otros—, y con la intención de evitar su trágico final, Cronos decidió devorarlos a medida que ellos nacían. Como suele ocurrir en la mitología griega, la consumación de los augurios es inevitable, y fue uno de sus hijos, Zeus, quien liberó a sus hermanos exiliando al Tártaro a Cronos.

La vinculación de Cronos con la edad dorada, una etapa en la que el hombre vivía en un estado utópico, terminó haciendo que, ya de la mano de la mitología romana, este se convirtiera en el dios del tiempo humano, es decir, los calendarios, las cosechas y las estaciones.

Desde entonces, la "tiranía del tiempo" se ha venido arraigando en nuestra cultura occidental. No solo en la vida cotidiana, sino también en las campañas electorales, el tiempo es quizás el recurso de mayor finitud. Por ello, es uno de los elementos más relevantes de toda estrategia electoral que debe tenerse en cuenta si se pretende no ser su víctima.

El timing de campaña: la tiranía del tiempo en la arena política

Quizás uno de los obstáculos más importantes que encuentra la operación de una campaña electoral radica en la limitación temporal. Las campañas son, en este sentido, empresas efímeras y, con el avance de la legislación en materia electoral, tienen una duración relativamente breve que en la región oscila entre uno y tres meses.

Consecuentemente, y sabiendo que no hay sustituto posible para el tiempo perdido, una buena estrategia debería tener siempre en cuenta la asignación del tiempo, el único recurso verdaderamente finito de una campaña electoral. Lanzar una candidatura o comunicar un mensaje demasiado pronto o demasiado tarde puede afectar o distorsionar el efecto buscado, por ello, la planificación de los tiempos a la hora de ejecutar los diferentes aspectos de una campaña, lo que suele definirse como el timing, es uno de los aspectos fundamentales para una estrategia exitosa.

Si bien no hay reglas de validez universal en este aspecto, se reconoce que una buena gestión del tiempo debería orientar esfuerzos en aquellos momentos en que están en juego franjas importantes del electorado. Uno de ellos es, sin dudas, el inicio de la campaña, momento en el que se definen los contendientes en pugna y los electores más interesados en política toman las decisiones primarias de voto. Allí, suelen plantearse acciones de comunicación de alto impacto, que den notoriedad al candidato, proyecten una imagen positiva y los diferencien respecto a sus rivales en la contienda.

Sin embargo, y parafraseando al decano de la consultoría política moderna Joseph Napolitan, no hay una sola forma de hacer campaña, porque así como no hay dos campañas iguales, tampoco hay dos candidatos iguales. La definición del timing debe entonces ajustarse no solo a cada coyuntura y escenario, sino fundamentalmente al perfil de cada candidato.

El dilema del prisionero

A 40 días de concluir el turbulento 2018, la campaña presidencial aún no comenzó formalmente, a pesar de que ya se percibe un clima electoral instalado. Entre el kirchnerismo y Cambiemos hay un amague constante por explicitar candidaturas y estrategias. La tesis de ambos espacios es que quien primero se lance formalmente a la liza electoral como candidato beneficiará la estrategia de su adversario.

En este sentido, si la ex mandataria toma la decisión de candidatearse, lo anuncia y comienza a transitar su campaña, Cambiemos apunta a que la estrategia de polarización se reanime y Mauricio Macri se beneficie con ella. Por el lado del kirchnerismo, la apuesta está en que el Presidente sea quien comience la campaña, para articular entonces el discurso económico del fracaso y la necesidad de volver a consagrar a la actual senadora como presidenta de la nación.

A todas luces estamos ante la versión criolla del "dilema del prisionero", clásico problema de la teoría de los juegos desarrollado por los matemáticos Flood y Drescher en la década de 1950 y posteriormente retomado por Tucker, que plantea cómo, pese a que las decisiones cooperativas podrían llevar a un resultado de costos reducidos para ambos actores, la preferencia es no cooperar, aspirando a maximizar las ganancias y perjudicando al otro jugador.

En síntesis, el "dilema del prisionero" da cuenta de la incertidumbre que se genera al no saber cómo procederá el otro y, sin embargo, tener que tomar una decisión. En términos de timing de campaña, el "dilema del prisionero" podría interpretarse en el marco de las preguntas conjuntas: ¿cuándo lanzo mi campaña? y ¿cuándo lanza mi adversario su campaña?

Si algo ha caracterizado las candidaturas de los Kirchner a lo largo de estos casi cuarenta años de carrera política, es la de explicitar sus fórmulas electorales solo a pocas horas del vencimiento del plazo legal para inscribir candidaturas y cerrar listas. Esta táctica aspira a que la expectativa y la repercusión mediática sean lo suficientemente estruendosas para que la campaña comience con un impulso interesante.

Sin embargo, esta no es la única forma de hacerlo. En este contexto particular, la ex mandataria sería clasificada por Dick Morris, histórico consultor de Bill Clinton, como "candidata retadora", es decir, aquella que por fuera de la gestión desafía al candidato reeleccionista, Macri, a comenzar la contienda electoral. Según el autor de El nuevo príncipe, el candidato retador debería ser quien comience la campaña, quien dé el paso inicial y lance su candidatura. A la fecha, Cristina se apegó a su vieja táctica: esperar y no adelantar jugadas.

La apuesta dual de Cambiemos: ¿Cristina o una buena noticia económica?

Por el lado de Cambiemos, el lanzamiento de la campaña podría dispararse a partir de dos acontecimientos: que Cristina lance primero su campaña, con lo que Cambiemos apelaría a la polarización, al rechazo y a la imagen negativa de la ex mandataria, o que la economía muestre algún signo de recuperación que haga posible comunicar alguna buena noticia en dicha materia.

Algunos integrantes del denominado círculo rojo ya comienzan por lo bajo a cuestionar el excesivo énfasis en la estrategia de la polarización en detrimento de una campaña que pudiese estar basada en la gestión, y aspiran a que la campaña comience cuando la macroeconomía arroje un dato esperanzador. Esta emoción —la esperanza— es la variable que acompañó a Macri desde 2015 hasta mediados de 2018, y que se perdió en los últimos sondeos de opinión pública. Algunos estrategas de Cambiemos entienden que si la esperanza vuelve a ser un elemento presente en el escenario electoral, la campaña puede tener otro color, muy distinto del ambiente de temor y negatividad que agitaría la estrategia polarizadora.

Ahora bien, ¿cómo reactivar la esperanza? La respuesta está indudablemente en la economía. La corrupción, en tanto tema de la agenda pública, tocó un techo: la causa de los cuadernos de Centeno y el escándalo del financiamiento de la campaña de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires no parecen haber modificado la intención de voto en ambos espacios.

El Gobierno aspira a que una noticia positiva en términos económicos sea inminente y con ella lanzar la campaña presidencial. Sin embargo, retomando "la tiranía del tiempo", la espera es incierta. Los más optimistas dentro del Gobierno auguran que para febrero o marzo podría haber alguna variable de la economía que entusiasme al equipo de campaña. Los más pesimistas estiman que esto podría ocurrir recién en mayo.

En cualquier caso, un terreno peligroso para un oficialismo que parece dejar en evidencia cada vez más que la capacidad que tuvo para ganar elecciones no fue la misma que evidenció para gobernar.

Así las cosas, la memoria electoral es un elemento que seguramente será gravitante en las estrategias de campaña. El kirchnerismo apuesta a que su elasticidad les permitirá comparar el ciclo 2003-2015 con los cuatro años de Macri. Por el lado de Cambiemos, están convencidos de que los electores solo ejercitan y votan en las urnas con una memoria más corta y relativa.

En este sentido, los más lúcidos estrategas del oficialismo intuyen que la candidatura de Cristina podría no ser suficiente para garantizar la reelección de Macri.

El autor es sociólogo, consultor político y autor de "Gustar, ganar y gobernar" (Aguilar, 2017).