Julio Blanck, el faro de toda una generación de periodistas

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Julio fue un periodista distinto. Único, irrepetible e imprescindible. Una máquina de trabajar que nos marcó a fuego a todos los que estuvimos por debajo de su línea de flotación.

Su carácter era como el de un embravecido toro enjaulado, que lograba contener a duras penas, tanto que su cuerpo parecía inflarse cuando entraba en ebullición. Y cuando engranaba tenías que correrte porque te pasaba por encima cual tractor periodístico avasallante e implacable que no detenía jamás su marcha. Le decían topadora. Jamás perdía la tranquilidad ni entraba en crisis incluso en los momentos más candentes y por eso siempre encontraba el camino correcto. "El que se enoja, pierde" decía.

Como jefe era detallista y brillante, e impiadoso cuando algo no salía bien. A corregirlo o rehacerlo, sin importar los contratiempos que ello te originara. Salvo cuestiones personales graves, donde te mostraba su lado más humano y te respaldaba en cualquier cosa que necesitaras. Solamente se disculpaba cuando sentía que se había pasado de la raya, sino arreglate como puedas. "Esta profesión no es para blandos" afirmaba. Te obligaba a estar atento no sólo para cubrir mejor la noticia sino también para tener las respuestas adecuadas cuando el resultado no era el ideal. Aceptaba que el trabajo fuera imperfecto siempre y cuando hubieras intentado la perfección.

Cuando su fuego interno se encendía lo disparaba por los ojos y te quemaba con la mirada mientras explicaba severamente que era un error el encuadre que le habías dado a un tema, y te aportaba soluciones sencillas y lúcidas.

A veces su grandeza te dejaba pequeño e indefenso, ya que por si fuera poco tenía un chasis extra large, pero si te esforzabas y eras leal te protegía. Además siempre terminaba tirándote una soga generosa y sincera para que pudieras ponerte a la par. Al menos durante un tiempo, hasta que se le ocurría acelerar y otra vez a remarla desde atrás. Era una Ferrari, le gustaba pisarla a fondo y la manejaba como Michael Schumacher.

A la hora de titular era el mejor. Cuando tocaban temas complejos o sensibles, de esos que traban la mente debido a inseguridades internas o dispersiones, Julio necesitaba solamente algunos segundos para rebuscar hacia adentro un título base, y en un segundo envión se autocorregía con uno definitivo y luego lo repetía levantando un poco la voz como si ese relieve le ayudara a encontrarle algún problema. Primero cimentaba la idea, luego la decoraba, y finalmente lo sometía a su propio control de calidad.

Para los zócalos genéricos o títulos del "picado fino", la sección de chimentos de Código Político, me rompía la cabeza durante horas para encontrar algo decente. Julio llegaba minutos antes del programa, con los demonios internos del cierre de Clarín a cuestas, y mientras se maquillaba con los ojos cerrados los iba corrigendo (y mejorando infinitamente) uno por uno de manera natural y mecánica, y yo anotaba rápidamente las modificaciones mientras me preguntaba "¿Cómo hace?", porque todo era en cuestión de segundos. Nunca dejó de sorprenderme su incisiva precisión y creatividad a la hora de titular, siempre con ese toque de cínica ironía marca registrada de la casa. Cuando no me corregía nada y me decía un simple "están bien, muy bien", mientras se levantaba del sillón de maquillaje y ya se enfocaba en otros menesteres, me sentía como una mezcla perfecta de Borges con García Márquez.

Para él todo era sencillo. Elegir tema, encuadre, entrevistado, título. Además explicaba y enseñaba a cada momento, fue como un faro que guía al barco a través del riesgoso acantilado de las noticias. Y pese a su partida terrenal dejó el faro encendido, y ahora más brillante que nunca, porque nos ilumina desde bien arriba.

Descansá en paz Julio, y muchísimas gracias por todo.

El autor es director y fundador de 4D Producciones. Fue jefe de producción de Scanner y Código Político, programas conducidos por Julio Blanck.