Las consecuencias de las pasiones partidarias de Zaffaroni

Si es grave que algunos aventuren en sus euforias oratorias afirmaciones temerarias, mucho más peligroso es que los improperios broten de la boca de un juez

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Han tenido mucha trascendencias las declaraciones formuladas por el juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y ex ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, doctor Eugenio Zaffaroni, quien ha proferido términos que frisan un terreno sedicioso con respecto a la continuidad de un régimen constitucional cuya legitimidad es incuestionable más allá de las valoraciones políticas y los criterios seguidos por la gestión vigente.

El énfasis acusatorio que pone en su boca el ex juez de gobiernos de facto y sus impresiones puramente subjetivas no guardan respeto por las investiduras ni por la voluntad soberana con que el pueblo se expresó en los comicios. Por lo tanto, considero que no guarda equilibrio mental con expresiones de tamaño calibre, por lo que se hace necesario recabar un análisis y un estudio psicológico y psiquiátrico para verificar si su comportamiento es compatible con la sublime e importante función de brindar justicia.

Una cosa es el conocimiento jurídico y otra cosa muy distinta es dejarlo de lado para precipitarse al abordaje de las pasiones políticas partidistas, de las que todo juez debe estar ajeno.

En tiempos de la república los jueces fueron circunspectos y median con cuidado sus voces y sus escritos. Predicar el final anticipado de un ejercicio de los poderes del Estado es algo que crea el desasosiego en la sociedad y conspira contra la solidez que apuntala a la seguridad jurídica como una nota esencial de la forma republicana de gobierno.

Generar incertidumbre no ayuda a ninguna de las formas del desarrollo y de la estabilidad que se requieren para el bienestar general que proclama el preámbulo de la Constitución Nacional.

No debe olvidarse que la Corte Suprema tiene dicho con serena firmeza: "Fuera de la Constitución solo cabe esperar la anarquía o la tiranía" y de mi modesta cosecha recuerdo que tanto acá como en otras partes del mundo la primera de esos males suele traer a la segunda. Si es grave que algunos aventuren en sus euforias oratorias afirmaciones temerarias, mucho más peligroso es que los improperios broten de la boca de un juez.

No puedo concebir que un juez internacional llegue a lanzar desde esas alturas el aliento que pueda conducir a la precipitación hacia el vacío de la suerte de su país y sus compatriotas. Muy mala lección para un profesor emérito de la UBA. Duele. ¿No recuerda que uno de los fines que el preámbulo enuncia como objetivo social y estatal es afianzar "la paz interior"?

El autor es ex ministro de Justicia y presidente de la Academia de Derecho.