Los mercados funcionan con sus tiempos

Por Daniel Sticco

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Muchas veces la ansiedad de unos y la ignorancia interesada de otros llevan a plantear a menudo las elevadas imperfecciones de los mercados, como si las sociedades y los seres humanos que la conforman fueran perfectos, y aconsejan volver a las regulaciones extremas donde se dispusieron liberaciones, y profundizar las intervenciones donde ya las había, para lograr los objetivos buscados, principalmente la estabilidad de los precios.

Sin embargo, la realidad volvió a mostrar una vez más que los mercados funcionan y por tanto reaccionan a las señales de precios, con aumento de la demanda, esto es del consumo, cuando el valor de un producto o servicios se ubica en valores irrisoriamente bajos, incompatibles no tanto con el comportamiento del promedio general, sino peor aún con el costo de generación; y con severa contracción de la demanda o consumo, cuando intentan posicionarse en niveles superiores a su costo de producción o de importación.

Eso es lo que se ha visto con notoria claridad en las últimas semanas con la fallida suba de las tarifas de los servicios esenciales, como son las de la luz eléctrica y el gas, porque al intentarse imponer sin una adecuada comunicación las razones de las magnitudes de los ajustes relativos, en el primer caso, y, peor aún, sin advertir la complejidad del sistema heredado, que requería haber sido previamente simplificado, pero no se hizo en el segundo, determinó un generalizado rechazo de los usuarios que encontró como principal aliado al sistema judicial que logró volver todo a fojas cero, aunque sin medir las consecuencias a futuro de un fallo extremo.

Lo mismo ocurrió con la respuesta de las familias a la política de fuerte remarcación de precios en los supermercados para después contar con margen para poder ofrecer aisladas megas ofertas de descuentos con la retracción de sus compras en esos canales de ventas en más de 13% en términos de cantidades, volvieron a hacer sus compras de modo diario y en los viejos comercios del vecindario y ferias barriales. Al menos, eso es lo que surgió de la serie del Indec de ventas en el conjunto de 61 empresas con más de 2.280 bocas y también en los 37 centros comerciales con más de 2.800 locales activos.

Esas claras evidencias de vigencia del funcionamiento de los mercados se manifiestan también en la plaza cambiaria, donde pese a acumularse en el primer semestre una tasa de inflación de casi el 30% el tipo de cambio se mantiene en torno a los máximos que la paridad libre había tocado en los últimos meses del cepo cambiario que se sostuvo hasta la primera quincena de diciembre, porque aunque muchos se pregunten cuándo llegará la lluvia de dólares, ese estancamiento del precio de la divisa, o lo que es lo mismo, semejante apreciación del peso, no es más que el reflejo de un exceso de oferta sobre la demanda.

Inquietud de los funcionarios

No obstante, también en las últimas semanas se observó la reacción de diversos funcionarios, desde el director del Indec, Jorge Todesca, hasta el ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile, cierto malestar por la persistencia de altos índices de inflación, pese a la mencionada estabilidad del tipo de cambio, la suba de las tasas de interés en respuesta a la dureza de la política monetaria y la recesión que afecta a gran parte de la industria y el comercio, más allá de los fallidos aumentos de tarifas de los servicios públicos de luz y gas.

El primero se inquietó porque la denominada inflación núcleo, subyacente o core, esto es la variación del conjunto de precios que no están afectados por causas estacionales, o por regulaciones del Gobierno, se aceleró en junio de 2,7% a 3 por ciento.

Sin embargo, Todesca parece no haber advertido que en el conjunto de precios núcleo menos de un tercio subió en junio más de 3%, y dos tercios los hizo entre 0% y 3%, de modo que no habría motivo para inquietarse. Eso fue lo que hizo el presidente del Banco Central, cuando marcó un contrapunto y observó que la inflación subyacente seguía desacelerándose, aunque para eso tuvo que modificar su serie de referencia con la incorporación de la variación de los precios al consumo en la provincia de Córdoba.

En tanto, Buryaile llegó a manifestar su predisposición a convalidar un régimen de penalizaciones a la política de precios de los supermercados, si surgía de una decisión del Congreso Nacional, poniendo en duda la capacidad de los mercados para lograr un punto de equilibrio entre oferta y demanda, en condiciones de competencia leal.

La política monetaria requiere mayor acompañamiento de la política fiscal

Después de una década y media con regulaciones extremas e intervenciones del Gobierno en los mercados, es natural que persistan dudas sobre los beneficios de un sistema de precios libres, como ya rige en el mercado de cambios, porque la señal de precios sin manipulaciones ha mostrado en el mundo ser el mejor mecanismo para corregir los desfases tanto del lado de la oferta como de la demanda de bienes y servicios.

Claro está que se advierte cierta fatiga en la capacidad de la política monetaria para inducir a una mayor desaceleración del ritmo del aumento generalizado de los precios, porque al mismo tiempo había comenzado a recibir presiones dentro del Gobierno, pero más aún de la dirigencia industrial y pyme para que reduzca las tasas de interés y deje deslizar el tipo de cambio como herramienta para mejorar la competitividad y poner freno a las importaciones, pese a que salvo los casos en que había demoras en puertos como automotores y electrónicos, en el resto de los rubros no se percibe una invasión de productos foráneos.

Mientras que aún no se conocen detalles de la política de austeridad fiscal que debiera seguir la secretaría de Hacienda, para comenzar a reducir el abultado déficit de las finanzas públicas, más allá de los ahorros por ahora frustrados en la disminución de los subsidios a consumidores de medianos y altos ingresos de servicios públicos, y llegar a una meta de rojo inferior a 5% del PBI, sobre todo si el PBI cae 1,5% como corrigió el Fondo Monetario Internacional. Aquí radican una de las principales resistencias a la desaceleración más rápida de la inflación, más que supuestas acciones de posiciones dominantes en algunos mercados.