‘‘Yo aún no sé qué es eso de escribir historias’’: Miguel Mendoza Luna y sus ‘‘Vampiros en Melgar’'

Miguel Mendoza Luna es un autor bogotano al que le interesan los laberintos de la condición humana, las fisuras de la realidad, aquello en lo que nos convertimos cuando traspasamos los límites de nuestra conciencia. Asegura que para experimentar sensaciones que confirmarían que la vida tiene “sentido”, escribe ficciones, pese a que escribir bajo este género literario no tenga mucho sentido.

El también docente, es autor de alrededor de 20 libros, que incluyen algunos ilustrados. Estudió literatura, pero al graduarse no tuvo muchas opciones de trabajo. La enseñanza era inicialmente una labor temporal, pero pronto descubrió que le gustaba enseñar y ahora lleva 25 años ejerciendo su profesión.

Comenzó su camino como maestro universitario, cuando, según afirma, “no sabía mucho de nada”, pero tenía el impulso de compartir algunos textos, sus pocas lecturas y las ideas que le rondaban; ahora, después de tanto tiempo, asegura, “no es que sepa demasiado”, pero puede hablar de más libros, más lecturas y más ideas.

Actualmente se está tomando una pausa en Ecuador, donde vive junto a su familia. Afirma que, si volviera a ser profesor, sería para seguir compartiendo los libros que ama; también le gusta servir como acompañante de algunas personas para que logren escribir, aunque asegura que escribir no se puede enseñar, solo sirve estar ahí, cerca, señalarles un camino posible, y, si bien algunos escuchan, otros siguen solos adelante, lo que él considera puede ser lo mejor.

Su pasión por la literatura cree que viene desde niño, cuando su mamá le leía; cuando ella lo veía triste, le leía un cuento.

— ¿Por qué decidió dedicarse, principalmente, a la escritura infantil-juvenil?

— Al nacer mi hija quise escribir algo para ella, una historia que pudiera leerle pronto; nunca pensé que seguiría este camino, pero los libros se han ido sumando y ahora es indudable que es una parte muy importante de mi trabajo. Escribir para jóvenes es todo un desafío, son los más exigentes, sus mundos interiores son muy poderosos, así que si les vas a contar una historia debe ser la mejor.

Quien te diga que sabe exactamente cómo escribir para jóvenes o para adultos y que además sabe la diferencia y la fórmula concreta para hacerlo, creo que se ha creído una peligrosa mentira. Hay historias y personajes que toman rumbos impredecibles y terminan convertidos en mundos que no imaginabas de esa manera. Por ejemplo, yo empecé a escribir una historia de un padre que quiere ayudar a su hija a que no se sienta sola y resultó siendo un relato sobre mi propia soledad, sobre mis angustias y temores.

“Vampiros en Melgar” nació como una parodia, un juego de referencias, y ahora resultó ser un asunto más serio de lo que imaginaba. El narrador al que le di forma terminó por cuestionarme sobre qué tanto he madurado como persona. Yo no soy un autor de autoficciones o del yo, como se ha denominado (de hecho escribo para que mi voz interior se desvanezca por un rato), tampoco me interesa mucho lo autobiográfico, pero aun así la escritura siempre se rebela como un espejo al que no querías asomarte.

— Sus libros también los pueden leer adultos independientemente de que no tengan hijos

— Me hiciste recordar cuando un editor reveló que los libros para colorear eran comprados en su mayoría por adultos, igual pasa con las novelas gráficas, con los libros álbum, con ese espectro de libros ilustrados que compran los grandes. Los libros encuentran a quién los necesita, suena cursi y misterioso, pero creo que así es y cada lector decide si se siente o no cómodo en el mundo que se le propone.

Las clasificaciones editoriales y hasta las censuras pierden sus buenas o malas intenciones ante los lectores. Quien busca leer historias no tiene límites. “Vampiros en Melgar” en particular atrae a los jóvenes, pero los adultos que lo han leído por lo menos lo terminaron. Los vampiros son una metáfora del precio que se pagaría si fuéramos inmortales, así que es universal y para todas las edades.

— ¿Qué es ‘’Vampiros en Melgar’'?

— Una micro novela ilustrada por un gran artista y publicada por Moediciones, una valiosa editorial independiente, con algo de guion cinematográfico, un juego donde se mezcla humor y oscuridad. Una parodia que le hace homenaje a los cuentos y novelas de vampiros. No pretende ser una novela gótica o de terror local, es más bien una historia donde la locura, el amor y la maldad se cruzan en un lugar improbable.

También es un homenaje a los lazos familiares, al amor filial, estoy seguro de que la familia colombiana es el lazo más fuerte que existe sobre el planeta. Claro, es un relato de vampiros, pero también una historia de un amor que no pudo ser.

— ¿Por qué Melgar?

— Melgar hace parte de la historia de casi toda familia bogotana. Es un pueblo a donde los citadinos vamos para escapar del caos de la ciudad, pero allí el calor y los mosquitos se encargan de castigar nuestra soberbia urbana. El clima de Melgar te enseña que no eres gran cosa.

Quería contar algo al respecto, tenía la imagen de un hotel mediocre, de una piscina triste y sucia, de la Nariz del diablo, de los flotadores, de superhéroes, las achiras, Cafalandia, luego emergió el asunto de los vampiros. Melgar puede ser un lugar muy local, incluso desconocido para muchas personas, pero creo que para la ficción literaria todos los territorios reales o imaginados son universos en los que se pueden encontrar partes importantes de nosotros.

Un par de extranjeros ya leyeron el libro y más allá de preguntar dónde quedaba Melgar siguieron la historia sin extraviarse, por decirlo así. Parece que cada país del mundo tiene un pueblo similar donde van las familias, así que sin temor alguno podemos replicar la famosa frase de Casablanca: “siempre tendremos Melgar” .

— ¿Cómo fue su proceso de escritura creativa con este libro?, ¿Cuánto tiempo duró escribiéndolo?

— Primero fue un cuento corto, luego vi que tenía la oportunidad de hacer muchos homenajes a películas y relatos de vampiros que adoro. En la última versión el tono original de un narrador cínico cambió a uno con más carácter y así emergió una historia de amor.

El trabajo con el editor, Javier Mahecha, duro cerca de un año, durante ese dialogo el texto creció y encontró el tono que buscábamos.

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