Charla con los tres autores que se convirtieron en la escritora Carmen Mola y ganaron el Premio Planeta: “Da lo mismo si Elena Ferrante es una mujer o es su marido”

Esta noche estarán en la Feria del Libro de Buenos Aires para hablar de su novela y del seudónimo que causó indignación. “Es la susceptibilidad extrema del feminismo de Twitter”, afirman.

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Entrevista a Carmen Mola - Antonio Mercero

¿Cómo describir esta cuestión? “Es una novela polémica”. No. “Una escritora polémica”. Mmmhhh, no. Tampoco. “Tres escritores envueltos en una polém…” Basta. “Una novela, un premio y una polémica”. Bueno, algo por ahí.

El imaginario soliloquio de un periodista cualquiera podría haber sido provocado por la novela La Bestia, cuya autora Carmen Mola ganó en España el Premio Planeta 2021 y novela cuyos tres autores forman parte de la delegación ibérica que participa de la Feria del Libro de Buenos Aires. La novela se presentará este sábado a las 20.30.

“Momento”, se dirá el lector avezado, “acá ha habido un error de tipeo”, que confirmaŕa al ver la foto de tres hombres pero en una nota que anuncia una entrevista a una escritora mujer. Pero no. La polémica es justamente esa: Carmen Mola había escrito tres novelas antes de que su cuarto texto ganara el Premio Planeta, que otorga –además del honor y la fama– un millón de euros al triunfador. Sin embargo, la velada de la premiación al anunciarse a la ganadora subieron a recibir el galardón y el cheque tres señores muy orondos y sonrientes, Agustín Martínez, Jorge Díaz y Antonio Mercero. Y la que se armó. ¡Madre mía!

Pero antes de conversar por videollamada a Madrid con los tres escritores, digamos que la novela en cuestión plantea un thriller en el que abunda la sangre y la muerte y que se desarrolla en una Madrid decimonónica, muy sombría, con la miseria que habita la mayor parte de la geografía de la ciudad en medio de una epidemia de cólera, pero que también tiene lugar para los palacios de la nobleza y los cafés y sus tertulias. El cadáver descuartizado de una niña, el cuarto asesinato, aparece en los bajos fondos de la capital de España y el asesino desconocido comienza a ser llamado: La Bestia, mientras el periodista Diego Ruíz comienza a investigar.

“El lector tiene que aceptar que no se sabe quién es el autor y que lo que importa es la novela”

Infobae Leamos entrevistó a Carmen Mola (por tres) sobre la novela y la discusión que produjo el seudónimo algunas horas antes de la llegada de los escritores al país.

–Una cuestión notable de la novela es la pintura de ese Madrid de 1834, en medio de la guerra, el cólera, la pobreza junto a la nobleza que habitan juntos una ciudad pintada de una manera como, tal vez, un lector no español no imaginaría.

Agustín Martínez: –Pues a nosotros nos gusta mucho Madrid, es un espacio que hemos trabajado también en otras novelas y nos apetecía mucho cuando, empezábamos a trabajar en La Bestia, dedicar una novela a la ciudad de Madrid. De ahí lo de convertirla en un personaje de la novela, porque yo creo que es casi el personaje protagonista de La Bestia. Llegamos a ese momento histórico de una manera un poco casual porque decidimos lanzarnos a escribir un thriller histórico en lugar de continuar con la serie de novelas negras que estábamos haciendo antes y encontramos un acontecimiento que nos llamó mucho la atención, que es la matanza de frailes que se cuenta en la novela y en la que de repente el pueblo de Madrid se lanza en un ataque de ira contra el clero y quema varias iglesias y mata más de 70 frailes y a partir de ahí nosotros empezamos a abrir la lupa. Nos encontramos con un Madrid que es un poco lo que estabas contando tú, no es un Madrid reconocible en el Madrid que vivimos ahora. Era un Madrid situado en un momento histórico en una especie de frontera entre el pasado, más con pie y medio en el pasado, y parte en el futuro. Nos apetecía meternos en esa reconstrucción de una ciudad que es casi una ciudad imaginaria porque queda poquito de ella y describir ese momento histórico nos parecía una frontera entre el pasado y lo que luego ha terminado siendo Madrid.

–Jorge, usted posee un título académico en periodismo, ¿qué nos puede decir acerca del rol del periodismo, que es muy importante en la novela, en 1834?

Jorge Díaz: –El periodismo como tal en España aparece a finales del siglo XVIII, se dice que el primer periodista profesional era uno que se llamaba Nifo. En los periódicos de la época que hablamos nosotros ya existe el primer periodista de verdad, que tuvo fama y que era Mariano José de Larra. Nuestra novela es sobre el año 1834 y Mariano José de Larra muere en 1836. En ese momento estaba en el momento de mayor fama y publica en los periódicos de la época con el sobrenombre del Pobrecito Hablador y de Fígaro en muchas columnas de opinión. Es verdad que los periódicos de aquella época son básicamente de crónica parlamentaria y diario de avisos, que ha sido una de las cosas que más nos hemos basado nosotros porque claro en aquellos avisos de “se ha perdido tal persona”, “ha llegado un cargamento de sanguijuelas a la farmacia”, veíamos cuáles eran las necesidades de la gente en aquella época. Después de la lectura de Larra hemos sacado muchas cosas, por ejemplo, hay un capítulo que son las tertulias que se hacen en la época en las casas principales que están sacadas de Larra. O sea, el periodismo existe y los canillitas eran los voceros de los periódicos que iban vendiendo puntos periódicos en aquella época.

“Twitter, que en Twitter todo es motivo de polémica, si yo digo que me gusta el agua es motivo de polémica y si digo que no me gusta el agua es motivo de polémica”

Antonio Mercero: –En Madrid había unas gradas en un convento que estaba en la puerta del Sol donde la gente se juntaba para comentar las noticias, pero empieza a ser sustituida aquella costumbre ya que el convento se tira. Es un momento en el que se le quitan al clero muchas de las propiedades que tenía y se pasan a plazas o a construcciones civiles y la costumbre de juntarse para discutir las noticias pasa a ser un monopolio, por decirlo de alguna manera, de los periódicos, de los diarios de avisos. Básicamente lo que contamos en la novela existe y existe un periodismo y periodistas tal como nuestro como Diego Ruiz, que es un poco fracasado, pero lo que quiere ser es Larra, y Larra existía entonces.

Los escritores han hablado sobre los seudónimos en el texto de su novela, pero Carmen Mola, un seudónimo, forma parte de la exterioridad de ese texto, ya que es una firma, no existe, aunque haya tenido en la solapa de sus anteriores libros una biografía y dado entrevistas a la prensa cultural vía email. La entrega del premio con el seudónimo de una mujer provocó un escándalo, el retiro de la novela de librerías de mujeres (que se dedican a difundir la literatura realizada por mujeres) y hasta acusaciones directas de haber montado un fraude. Si los premios literarios suelen no provocar tales reacciones, cada tanto la entrega de algunos puede mover el avispero. Este es el caso. E Infobae Leamos preguntó sobre la cuestión.

Entrevista a Carmen Mola - Agustín Martínez

–Recién se hablaba acerca de los seudónimos en el periodismo, pero la firma de ustedes con un nombre de mujer ha provocado revuelo en España.

A.Mar.: –Bueno, a ver, lo del seudónimo era una necesidad muy fácil de entender, creo yo, porque en una portada queda un poco feo la firma de tres autores, incluso puede tener un efecto disuasorio sobre el lector por esa visión del escritor como entidad sacrosanta, ¿no? Había que ir con un seudónimo. ¿Por qué Carmen Mola? Eso surgió de casualidad. Había que escoger un nombre y se disparó en varias direcciones, al menos en tres nombres anglosajones porque ya es una costumbre, no sé por qué. Eso lo descartamos. Nombres de varón, nombres de mujer, el que nos sonó bien fue Carmen, que alguien lo pronunció, nos sonaba muy español y muy bonito y alguien dijo: “Carmen, mola”, que aquí es: “Carmen gusta”. Y ahí quedó luego de una discusión de dos o tres minutos. Crearle una biografía, es una necesidad que surge de la editorial para no poner de forma tan desnuda en la solapita del libro Carmen Mola, pues se le creó una mini biografía y, bueno, es una profesora que vive en Madrid con su marido y sus hijos. Después hay gente que te quiere entrevistar y como estábamos enmascarados, solo podíamos dar entrevistas por mail, ¿vale? Para no delatarnos en esas entrevistas pues van surgiendo los gustos de Carmen Mola, surge que a veces tiene dos hijos, que a veces tiene tres según quien contestaba, o que le gustaba el heavy metal o que le gustaba la bossa nova. En fin, iba surgiendo un poco el galimatías de Carmen Mola, que ha sido algo divertido, pero que a raíz del éxito y del Premio Planeta pues nos han recordado las muchas contradicciones en las que hemos incurrido en las entrevistas sobre Carmen Mola.

A.Mer.: -Se puede decir que es nuestro peor personaje en ese sentido el de la propia autoría. Después la polémica a la que te referías nos ha parecido un poquito por encima, de una enorme onda expansiva a raíz del premio que ha incluido esta polémica. Pero creo que es una polémica un poquito sobredimensionada por Twitter. En realidad en Twitter hacen ruido 200 personas o mil personas y parece que es toda España pero en realidad son mil personas o 500 personas. Lo que hemos recibido siempre que hemos salido por ahí, que llevamos ya varios meses dando vueltas por ahí en presentaciones y giras, es muchísimo cariño de la gente. Sí hay quien nos dice que le sorprendió mucho y la sorpresa la entendemos todos. La indignación no la entiendo muy bien. Creo que no hay mucho sustrato, mucha sustancia para la indignación y yo creo que esa indignación habla más de la susceptibilidad extrema de ciertos sectores del feminismo.

Entrevista a Carmen Mola - Antonio Mercero

J.D.: –Escoger un seudónimo femenino es una cosa bastante arraigada. Femenino, masculino o lo que sea, el uso de un seudónimo está arraigado. La explicación y el reconocimiento de que es un seudónimo está en la solapa de este libro. El lector tiene que aceptar que no se sabe quién es el autor y que lo que importa es la novela, es lo que nosotros hemos jugado y la verdad es que nos ha parecido siempre muy bien y bastante divertido, o sea que no les damos mayor importancia.

–Las librerías de mujeres tratan de difundir la obra de mujeres y son llevadas adelante por colectivos feministas.

A.Mar.: –Tiene todo el sentido que lo quiten de esas librerías.

J.D.: –Y ha sido solo una, ¿eh? Tampoco hay que generalizar eso. Tampoco creo lo de la “susceptibilidad extrema del feminismo”, es “la susceptibilidad extrema del feminismo de Twitter”. El feminismo fuera de Twitter no nos ha dicho nunca nada, hemos tenido contacto con muchísimas feministas que se han reído igual que todo el mundo con todo este asunto el seudónimo y tal. O sea, es Twitter, que en Twitter todo es motivo de polémica, si yo digo que me gusta el agua es motivo de polémica y si digo que no me gusta el agua es motivo de polémica. Entonces. tampoco mucha importancia.

–Por ejemplo, se entiende que Elena Ferrante es el seudónimo de una mujer cuyas obras plantean la experiencia de ser mujer de manera literaturizada. Carmen Mola no escribe desde la experiencia de ser mujer, aunque podría ser el seudónimo de una mujer. En medio del avance del movimiento de la mujer en todo el mundo, ¿firmar como mujer no podría ser visto como subirse a esa ola para ver hasta dónde se avanza en la industria o el mercado editorial?

A.Mar.: –Yo creo que son varias cosas. Por un lado, parece que nos importa más, quién es Elena Ferrante que el libro de Elena Ferrante. Creo que lo valorable siempre es el libro, no es quién es Elena Ferrante. A mí me daría exactamente igual si resulta que Elena Ferrante es la mujer bajo ese seudónimo o si es su marido, que es también otra de las especulaciones. Lo que me importa es que los personajes femeninos o los masculinos que haya dentro de sus novelas estén bien contados. Salir con seudónimo no es nunca una ventaja, es todo lo contrario, es una desventaja. Tú no puedes hacer promoción, no hay nadie apoyando la novela, la novela sale sola a la librería y encuentra sus lectores más allá de quién la haya escrito. Y eso es lo que nos pasó con las tres primeras novelas, que funcionaron muy bien en España. Poco a poco la bola fue creciendo y cuando ya eso se convierte en un éxito entramos en esta dinámica que me parece casi peligrosa a veces de la literatura en la que nos importa tantísimo la identidad del autor y valoramos si es bueno o malo el libro en función de quién es el autor. Eso me parece un error porque nos importa la literatura. La realidad del mercado editorial es que ser hombre o mujer hoy en día no es una garantía ni de facilidad de publicación ni de éxito tampoco. En España de hecho cuando analizas los números de venta de los libros, al cabo del año resulta que están equilibrados al 50 por ciento o dependiendo de si ese año haya más mujeres publicadas que han vendido más libros, o más hombres que han vendido más libros. Es un poco ingenuo decir que que pones un nombre de mujer para intentar conseguir un lugar y llegar más fácil a los lectores, porque eso nunca es verdad. Al final lo que hace que una novela llegue a los lectores y funcione y se venda más o menos es que la novela guste no, que en la solapa aparezca el nombre de Carmen Mola o nuestros nombres. Con eso nos encontramos cuando ganamos el premio Planeta y surge toda esta polémica de si habíamos usado de alguna forma el seudónimo. La realidad es que no y como ejemplo están las tres novelas previas en las que a nadie le importaba quién era Carmen Mola.

–¿Carmen Mola seguirá siendo el nombre autoral de ustedes?

J.D.: –Nosotros esto lo empezamos como un juego entre tres amigos y mientras sigamos pasándonoslo bien y sigamos siendo amigos, queremos que Carmen Mola tenga vida durante mucho tiempo.

–Volviendo a la novela, Agustín, la cuestión de la matanza de los frailes es curiosa en el sentido de ese tipo de acontecimientos se tiende a pensar como propio del medioevo.

A.Mar.: –Son hechos que no se estudian en los manuales de historia. Nosotros no conocíamos los episodios hasta que empezamos a indagar en el siglo XIX, que era un siglo del que queríamos hablar. Y de repente nos encontramos con este momento de la matanza de frailes. Pero por encima de eso lo que queríamos contar con la matanza de frailes es la historia de una manipulación y eso es algo muy universal. Madrid era una ciudad en crisis, por un lado tenía la guerra carlista, por otro lado tenía una epidemia de cólera. Cómo se usan informaciones falsas, cómo se engaña al pueblo, en este caso. Lo que se estaba diciendo en Madrid en ese momento era que los pobres tenían la culpa de la llegada del cólera porque habían dejado de ir a misa. Esto lo decía el clero sobre los pobres. Los pobres pensaban que el clero estaba envenenando el agua de los pozos para matarlos. El poder usa usa esas mentiras para llevar al pueblo hacia un lado o hacia otro y en ese momento en Madrid hay una lucha de poder muy grande entre los carlistas y los partidarios de la de la Reina Regente y el que termina sufriendo más es el pueblo bajo porque son los que son manipulados y terminan enloqueciendo hasta el punto de llegar a matar a 80 curas en una tarde, una locura.

–Se podría relacionar con las fake news, ese fenómeno tan actual. Como el fenómeno conspiranoico que se podría ligar, en la novela, con la construcción de la logia los carbonarios, un grupo peligroso…

A.Mer.: –Madrid era una ciudad de sociedades secretas. Una de las características del siglo 19 es la enorme proliferación de sociedades secretas pero que se reunían en los cafés, hacían tertulias, repasaban la actualidad. Era una sociedad muy levantisca: en muchas de esas sociedades, se quería derribar el gobierno o retirarle los privilegios a los curas o mantener los privilegios de los curas, etcétera. Es una característica del siglo XIX muy clara, Galdós le dedica una novela a las sociedades secretas de que había en España en el siglo XIX. Ahora, una licencia es una sociedad secreta con un grupo de élite de doce personas y que hacen sacrificios de tipo medieval: eso ya es ficción, eso ya forma parte de la marca Carmen Mola. Ojo, este tipo de sectas y de grupúsculos violentos han existido siempre con una pata todavía en la Edad Media y otra en la modernidad con la característica de querer encaminar la sociedad y no escatimar violencia y horror para conseguir sus fines. Esto está dentro de del ADN, por ejemplo, del anarquismo y de otros muchos grupos. En España había una sociedad que se llamaba El Ángel Exterminador y era muy cruel, incurrían en el asesinato y si salían del voto de secreto, eso estaba castigado con la muerte del integrante. Nosotros hemos usado de los carbonarios, que es una sociedad secreta que en realidad es original de Italia y que no era agresiva, ¿vale? Bueno, con eso hemos conseguido entrar en una parte oscura del siglo XIX y con un tipo de temática que conecta bien con lo que cuenta Carmen Mola desde su fundación, que es un poco una exploración del mal, del horror, de la violencia, aunque en esta novela dábamos un paso más allá y nos íbamos a un retrato histórico también del siglo XIX y a una novela de crítica social.

–Ustedes tres son guionistas. La novela apela mucho a una narrativa visual. ¿Qué tomaron de su rol como guionistas?

J.D.: –Hay un aprendizaje que se vuelca en lo que escribimos. De hecho, la idea de Carmen Mola parte de ahí. Nosotros estábamos haciendo una serie y decidimos el esquema de trabajo que utilizamos los guionistas, el trabajo en equipo, la discusión previa de los dramas, las escaletas, todo eso decidimos llevarlo al mundo de la novela. Los tres habíamos escrito novelas, los tres escribíamos guiones y decidimos mezclar un poco las dos experiencias y entonces, bueno, nuestro sistema de trabajo es el que siempre habíamos usado en las series. Discutirlo todo mucho, saber qué es lo que queremos contar, tener el tema, tener el desarrollo, tener las tramas un poco decididas entre todos, hacer una escaleta y después escribir, claro. En el momento de escribir teníamos que olvidar este esquema de guionistas y empezar a pensar como escritores, que novelistas, que es la otra vertiente de lo que somos. Nos interesaba el trabajo en equipo y acabar con esa especie de mito del escritor solitario que piensa su novela, estábamos convencidos de que había otra forma de trabajar y que había la posibilidad de dejar al escritor por detrás de la obra, que es lo que hemos querido desde el principio. Nosotros mismos decíamos: “Estamos escondidos detrás de un nombre”. Es falso. Estamos escondidos detrás de una obra.

–Hitchcock decía que un recurso efectista era el de la muerte de un niño. No digo que en su novela no está logrado, que comienza con una niña descuartizada, ¿pero qué opinan de esta opinión de Alfred?

J.D.: –Nosotros no queremos que el lector esté cómodo, no queremos que el lector sepa lo que va a pasar. Queremos ir dando giros. Queremos dar sorpresas. Queremos que no se dé nada por hecho. Entonces nosotros empezamos con la muerte de esa niña, pero después hacemos como que todo va a ir bien, pero hay transformaciones. Hacemos que haya una heroína que sea una niña. Hacemos que el malo sea el personaje que menos te esperas que sea el malo y así. Entonces todo tiene que ver con ese afán que tenemos de ir cambiando tanto el punto de vista como el ritmo, el devenir de la novela, el devenir de la trama, o sea, queremos que el lector piense. Uno de los elementos que teníamos era ese inicio tan rompedor, lo teníamos por eficaz, no por no por tramposos, sino para ser eficaces.

La presentación

Carmen Mola (Premio Planeta 2021) presenta “La bestia”.

Cuándo: Sábado 7 a las 20.30.

Participan: Carmen Mola y Miriam Molero

Sala: Julio Cortázar

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