“Insomnio”, o como la literatura se enfrenta a los demonios de la noche

Tras años de sufrir el desvelo, la escritora británica Marina Benjamin se propuso escribir un ensayo sobre su padecimiento. El resultado es un texto dulce y culto que acompaña al lector en la pesadilla de no poder dormir.

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Hay un cuento de Cortázar en el que el protagonista no podía dormir y empezaba a jugar con palíndromos: “Eire ríe”, “amor a Roma”, “atar a la rata”. El sueño no llegaba, pero, al menos, lo distraía. El problema es que en un momento pensaba en plural y “atar a las ratas” se convertía en Satarsa la rata. El insomnio se llena de monstruos.

También Borges sufría de insomnio. Las noches unánimes aparecen una y otra vez en sus relatos. De hecho, una experiencia interesante es leer sus cuentos en la quietud opaca de las tres de la mañana. Los cuentos de Ficciones y El Aleph, por ejemplo, están atravesados por esa sensación de irrealidad que acompaña la pesadilla de no poder dormir.

Hubo muchos escritores insomnes: Balzac, Kafka, Sylvia Plath, Rulfo; en la Argentina aparecen Abelardo Castillo, José Pablo Feinmann, Osvaldo Soriano y, entre los más jóvenes, se pueden mencionar a Virginia Cosin y Diego Erlan, entre otros. Hay un cuento breve en El sufrimiento de los seres comunes, el último libro de Guillermo Saccomanno, que imagina la noche triste de la hermana que no puede dormir.

El insomnio es tema de la literatura porque es tema de la vida. La literatura, parafraseando a Publio Terencio podría decir que nada de lo humano le es ajeno. Cómo podría serlo.

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Quién duerme por las noches

Después de décadas de sufrir de insomnio —y probar medicamentos, curas, terapias, etc.—, la británica Marina Benjamin decidió cambiar el abordaje de su búsqueda y, un poco a la manera de Italo Svevo y La conciencia de Zeno, que escribe para dejar de fumar, ella comenzó a escribir para convocar al sueño, para apagar el incendio de la mente.

El resultado de esta búsqueda es Insomnio (Chai Editora), un ensayo de una lucidez asombrosa, un texto tan dulce como erudito, donde el protagonismo no está ni en la insomne ni en el sueño, sino en las palabras que construyen la noche.

“Nuestro vínculo con el sueño consiste básicamente en estar en guerra”, dice Benjamin. Para alguien que no puede dormir no hay metáfora que explique mejor la situación en que la cama deja de ser el arca de un matrimonio y empieza parecerse cada vez a la barca de Caronte. “El insomnio hace de ti una isla. En el fondo es una condición de profunda soledad. Y ni siquiera una soledad digna, porque en el insomnio tus propios pensamientos rumiantes te canibalizan la cabeza”.

La literatura no salva; no está hecha para eso. Pero, si cabe, ayuda a entender —y a entenderse— y, como dice Benjamin, es una de las pocas prácticas que nos lleva más allá de uno mismo. Como dormir.

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