Las bandejas de embutidos ibéricos envasados al vacío se han consolidado como una alternativa cómoda y práctica frente a la pieza entera tradicional. Este formato permite apreciar el corte exacto del producto que se adquiere y facilita la selección de la cantidad precisa para cada ocasión. Sin embargo, quienes optan por este tipo de envase se enfrentan a un inconveniente recurrente: las lonchas suelen pegarse entre sí debido a la grasa, dificultando que se separen enteras y arruinando tanto la presentación como la experiencia.
La problemática de estos envases no solo reside en la dificultad para separar las lonchas sin que se rompan, sino también en la necesidad de conservar el producto correctamente. Una vez cortado, el embutido debe mantenerse frío y protegido frente a la humedad, dado que ya no cuenta con la barrera natural de la pieza entera. El temor a estropear un producto de alto valor económico por un mal procedimiento en la manipulación es frecuente entre los consumidores, que a menudo experimentan frustración al ver cómo el embutido pierde calidad y presencia en el plato.
Un método sencillo y eficaz para separar las lonchas
Según el canal de YouTube Carnes y Fuegos, la solución a este desafío cotidiano reside en una técnica tan simple como efectiva: sumergir el envase cerrado en agua templada durante un intervalo aproximado entre 35 y 40 segundos. Esta práctica no requiere más herramientas que un bol con agua a temperatura controlada y papel para secar las bolsas tras el remojo, garantizando que el embutido se mantenga seco.
El procedimiento consiste en introducir cada paquete sellado en agua que esté a una temperatura que, en ningún caso, supere los 24 grados. El motivo es crucial: si el agua está excesivamente caliente, la grasa de los embutidos comienza a alterarse, modificando la textura y el sabor originales, especialmente en productos tan delicados como el jamón ibérico. Por ello, una horquilla de 20 a 24 grados resulta idónea para que la grasa exterior de los cortes se reblandezca lo suficiente, permitiendo que las lonchas se desprendan con facilidad, pero sin que lleguen a deshacerse ni a perder sus matices.
Esta técnica resuelve la incomodidad de manipular lonchas pegadas y evita el derroche de producto. Además, supone un ahorro importante de agua si se opta por utilizar un recipiente en lugar de dejar correr el grifo durante el proceso. El empleo de papel absorbente tras el baño es esencial para eliminar cualquier resto de humedad antes de abrir el envase.
Una presentación impecable como resultado
Durante la aplicación de esta técnica, el procedimiento se puede repetir con distintos tipos de embutidos en una secuencia ordenada. Tras el remojo y secado de cada envase, basta con abrir el paquete y comenzar a separar las lonchas con ayuda de unas pinzas o, en su defecto, con las propias manos. El resultado es inmediato y las lonchas se desprenden de forma sencilla, mantienen su integridad y presentan un brillo y color intensos gracias a la ligera fusión de la grasa, que potencia tanto el aroma como el sabor del embutido.
En el caso del jamón ibérico, este proceso cobra especial relevancia. Al acercarse el corte a la temperatura corporal, entre 20 y 24 grados, los aromas y sabores se intensifican notablemente. La facilidad para emular el corte recién hecho y la puesta en valor del producto logra el objetivo de que cada loncha llegue intacta al plato, transformando la degustación en un pequeño ritual gastronómico.
La presentación de la tabla de embutidos constituye el broche final del método. La recomendación más extendida incluye acompañar el embutido exclusivamente de regañás, descartando otros añadidos como miel, frutos secos o salsas, que pueden eclipsar el sabor auténtico. Unas tostadas de pan con aceite de oliva pueden tener cabida, pero siempre dando prioridad al protagonismo del embutido ibérico, cuyo brillo y frescura se convierten en el centro de atención de la mesa.
Así, quienes buscan preparar una tabla perfecta para cualquier celebración encuentran en esta técnica una solución eficaz que conjuga sencillez y eficacia. La preparación no requiere conocimientos avanzados ni utensilios específicos, solo atención a la temperatura del agua y al proceso de manipulación, para asegurar que el embutido llegue intacto a la mesa, con la presentación y el sabor que merece.