China tendrá dificultades para cumplir su nuevo objetivo de crecimiento

La aversión de Xi Jinping al estímulo lo está frenando

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Xi Jinping (REUTERS/Florence Lo)
Xi Jinping (REUTERS/Florence Lo)

“Ambicioso” es como lo describen la mayoría de los analistas el objetivo de crecimiento del PBI de China. Anunciado el 5 de marzo, es el mismo que el del año pasado, “alrededor del 5%”. Pero ese ritmo de expansión será más difícil de lograr este año. China no disfrutará de los beneficios excepcionales de eliminar los estrictos controles anti-covid, como lo hizo en 2023. Y el gobierno, aunque enfrenta noticias económicas sombrías, se muestra reacio a aumentar el estímulo, como a muchos empresarios les gustaría que hiciera.

Los objetivos del gobierno fueron presentados por Li Qiang, el primer ministro, en su “informe de trabajo” a la legislatura de China, el Congreso Nacional del Pueblo. Es un evento protocolar, pero su sesión anual ofrece una rara ventana a lo que piensa el Partido Comunista. Sin duda, Li esperaba reforzar la confianza en casa y restablecer la conversación mundial sobre un país en problemas. No lo logró.

Li habló de “riesgos persistentes y peligros ocultos” para la economía. Eso es decirlo suavemente. Los precios al consumidor y al productor cayeron en enero un 0,8% y un 2,5% respectivamente, en comparación con el año anterior. Una crisis inmobiliaria se encuentra ya en su tercer año y no se vislumbra un final. Algunos de los mayores socios comerciales de China se han vuelto cautelosos, limitando el acceso del país a mercados lucrativos y semiconductores de alta gama. El mercado de valores de China ha perdido alrededor de 4 billones de dólares en valor desde su máximo en 2021, a pesar de los recientes esfuerzos del gobierno por detener su caída. Y la confianza del consumidor se mantiene cerca de los mínimos a los que cayó durante los confinamientos relacionados con la pandemia de 2022.

El gobierno tiene un plan para arreglar las cosas, pero no es probable que funcione. Para ayudar a cumplir el objetivo de crecimiento, Li dijo que el gobierno central apuntaría a un déficit presupuestario general del 3% del PBI. También aumentaría ligeramente la cuota de “bonos especiales” emitidos por gobiernos locales que se gastan principalmente en infraestructura. Además de eso, el propio gobierno central vendería este año 1 billón de yuanes (140 mil millones de dólares) en bonos especiales a largo plazo, y habrá más en los próximos años. El aumento del déficit fiscal asciende a alrededor del 1% del PBI.

Este modesto impulso fiscal no será suficiente para mantener a raya la deflación, según Robin Xing de Morgan Stanley. Espera que el gobierno estimule aún más la demanda más adelante este año, una vez que se dé cuenta de que el crecimiento no está alcanzando su objetivo. Parte de ese estímulo puede provenir del banco central de China. En un sutil cambio de redacción con respecto al año pasado, el informe de trabajo decía que el financiamiento y la oferta monetaria seguirían el ritmo del crecimiento “proyectado” de la economía y los precios al consumidor. En otras palabras, no se permitirá que la expansión del crédito y el dinero se debilite incluso si el crecimiento y la inflación no cumplen con las expectativas.

El primer ministro chino, Li Qiang (EFE/EPA/ANDRES MARTINEZ CASARES)
El primer ministro chino, Li Qiang (EFE/EPA/ANDRES MARTINEZ CASARES)

Una recuperación más duradera de la economía china requeriría una reactivación del ánimo de los consumidores y de su gasto. En una medida bienvenida, Li dijo que el gobierno aumentaría la pensión estatal mínima en 20 yuanes al mes, un gran aumento en relación con el insignificante nivel de pagos existentes. Li también mencionó brevemente un plan para alentar a los hogares a intercambiar bienes viejos por otros nuevos, tal vez algo así como la iniciativa de “dinero por chatarra” que Estados Unidos introdujo en 2009 para alentar a la gente a reemplazar los automóviles viejos por otros más eficientes en el consumo de combustible. Los derechos de los compradores se reforzarían mediante una iniciativa de “consumo sin preocupaciones”, añadió.

Las propias preocupaciones del gobierno también cobraron gran importancia en el discurso de Li. Los líderes de China están decididos a liberar al país de su dependencia tecnológica de potencias extranjeras hostiles, como Estados Unidos. El gasto del gobierno central en ciencia y tecnología en 2024 aumentará un 10%, hasta más de 370.000 millones de yuanes. Li señaló que el dinero recaudado por los nuevos bonos a largo plazo de China se gastaría en desarrollar la “capacidad de seguridad” del país, entre otras cosas. Los desembolsos en defensa nacional aumentarían un 7,2 por ciento. Esto está más o menos en línea con el crecimiento económico nominal (es decir, antes de ajustar por inflación) implícito en las proyecciones fiscales del gobierno. Pero con la economía tambaleándose y los precios cayendo, pocos economistas esperan que se cumplan esas proyecciones.

El informe de trabajo del señor Li mencionó “riesgos” 24 veces, frente a 14 en el discurso del año pasado. La palabra “seguridad” también apareció con más frecuencia que el año pasado. Mientras Li entregaba su informe, Filipinas acusó a la guardia costera de China de “acciones agresivas” en el mar de China Meridional, después de que barcos chinos bloquearan una misión de reabastecimiento filipina al disputado Segundo Thomas Shoal. Un día antes, funcionarios de Maldivas anunciaron que habían firmado un acuerdo de “asistencia militar” con China. Al referirse a Taiwán, el primer ministro no mencionó el objetivo oficial de China de lograr una “reunificación pacífica”. Pero en ocasiones este término ha faltado en informes similares anteriores. Li dijo que China “promovería el desarrollo pacífico de las relaciones a través del Estrecho”, otra frase muy utilizada.

No más preguntas

Designado hace un año, Li es considerado un pragmático que “consigue” negocios y disfruta de la confianza de Xi Jinping, el gobernante de China. También es el primer ministro más débil en la historia de la China comunista, según algunos observadores. Una prueba más de ello llegó el 4 de marzo, cuando se anunció que el congreso de este año prescindiría de la habitual conferencia de prensa de clausura del primer ministro, un final abrupto a una tradición que se remonta a los años 1980. No será reinstalado excepto en “circunstancias especiales”, según un portavoz del Congreso. Los censores actuaron rápidamente para suprimir los comentarios de los internautas indignados.

Hace un año se esperaba que la elección de Li inyectaría un pensamiento más racional en la formulación de políticas económicas de China. Pero sigue siendo Xi quien fija la agenda. Su preocupación por las desventajas del estímulo, como más deuda e inversiones derrochadoras, es evidente en el informe de trabajo. Y hay una conclusión más sombría para los inversores y empresarios. Durante la última década, Xi ha fortalecido el control estatal sobre la economía, ha aplicado una política industrial dirigida por el Estado y ha controlado a las grandes empresas tecnológicas. A pesar de tener a su lado a un primer ministro experto en negocios, nada de eso parece probable que vaya a cambiar.

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