El mejor Messi siempre es el último

El capitán argentino no deja de sorprender y de superarse a sí mismo. En cada partido del Mundial fue superando su rendimiento, en una mejora continua de la versión con la camiseta albiceleste

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Lionel Messi define entre las piernas de cinco defensores australianos  (REUTERS/Paul Childs)
Lionel Messi define entre las piernas de cinco defensores australianos (REUTERS/Paul Childs)

No es una foto más. Esa imagen será una de las postales más representativas del Mundial. En realidad, son dos las fotos que tienen un mismo hilo conductor: Lionel Messi en plenitud.

Una, el retrato del momento en el que patea rodeado de piernas australianas y sólo él encuentra el atajo para hacer un pase a la red.

La otra foto es la continuidad del primer retrato. Se abrazan Nicolás Otamendi (¿asistidor involuntario?), a quien Messi señala ni bien convierte, Papu Gómez, Mac Allister salta en pleno festejo y aparece Messi. Casi no se le ve el rostro, pero está sonriendo con la mueca de un niño feliz. Escondido entre cuerpos y brazos, se vislumbra ese gesto de felicidad.

Los planetas parecen estar alineados y Messi en su partido 1000 en el profesionalismo jugó 1000 puntos. Después de la sorpresiva derrota frente a Arabia nos hizo una promesa: él y su equipo no nos iban a dejar tirados. Y vaya si está cumpliendo. Cada vez que las defensas rivales se convierten en cerrojos aparece él para destrabar el acertijo humano. Contra México, cuando la Selección se jugaba el prestigio con una posible vuelta a casa en primera ronda, Messi fue el que desanudó el partido y desbloqueó al equipo. El sábado pasado, mientras pasaban los minutos y poco sucedía en el Ahmad Bin Ali, el 10, a los 35 minutos, decidió abrir el partido con un gol que le vimos hacer infinidad de veces en sus 1000 partidos. Esos goles que parecen fáciles, pero solo él repite una y otra vez. La rutina del mejor del Mundo.

Lionel Messi festeja su gol junto a Otamendi, Papu Gómez, Alexis Mac Allister (REUTERS/Carl Recine)
Lionel Messi festeja su gol junto a Otamendi, Papu Gómez, Alexis Mac Allister (REUTERS/Carl Recine)

Ocho años después, Messi está feliz y disfrutando nuevamente de un Mundial. Y todos -los argentinos y extranjeros- sabemos lo que eso implica para los rivales. El equipo lo acompaña y juega para él. “Todos tenemos que ayudar para que Messi pueda ser campeón del mundo”, dijo Rodrigo De Paul a principios de noviembre. Contra Australia, después de una de sus jugadas magníficas en los últimos minutos que tuvo en el partido, el volante del Atlético de Madrid se detuvo a aplaudirlo en medio del encuentro. Es que para De Paul y la gran mayoría de los chicos de este plantel, Messi es su ídolo de la adolescencia. Juegan cada partido para que el superhéroe que tenían colgado en su cuarto consiga su deseo máximo.

Es el ídolo de todos y de todas. No hay camiseta argentina en Qatar que no lleve su apellido en la espalda. Esa admiración generalizada de la que hoy, sus hijos, son conscientes de lo que despierta su papá. Su familia está ahí, y él lo sabe y lo disfruta. Y, también fueron y son claves para ver a este Leo en su máxima expresión.

Declaró que era su último mundial y aunque, por el mismo maldito paso del tiempo resuelve inevitable, nadie quiere que esto se termine. “Quedan tres muchachos” arengaba De Paul con el pase a cuartos en sus manos. Mentalidad de un equipo que apunta a ganar el Mundial.

Con esa misma convicción Messi se preparó durante todo este tiempo, para llegar en su esplendor. Alguna vez Pablo Aimar, ayudante de Scaloni, dijo cuando le preguntaron por Lionel: “El mejor Messi es el último” y el último todavía no llegó.

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