Rock clásico, espíritu indie y beats del conurbano: tres discos para escuchar en días especiales

Los Rolling Stones con “Hackney Diamonds”, Mujer Cebra y “Clase B”, y el EP “En dormir sin Madrid” producido por Bizarrap en colaboración con Milo J, componen una tríada de nueva buena música

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The Rolling Stones - Sweet Sounds Of Heaven feat. Lady Gaga y Stevie Wonder

Rolling Stones. Hackney Diamonds

“Angry”, la primera canción que los Rolling Stones dieron a conocer, fue una patada directa al corazón de sus seguidores. Sólo alcanzó con el comienzo de ese riff cortante de Keith Richards marcando el inicio, para devolver las esperanzas. Los Stones sonaban a los Stones. El tema que abre el disco muestra la vitalidad de la banda, en contraste con la longevidad de sus integrantes. El enjambre de solos de guitarras eléctricas fundiéndose con la voz rabiosa de Jagger, los coros, el bajo distorsionado, el golpe cronométrico de la batería, construyen un bloque sonoro inapelable. Volvieron con más hambre de gloria. Hasta se lo puede escuchar a Jagger con un aire de revancha y una energía juvenil hasta insolente, avanzando sobre ese rocanrol heredado del blues, que inventaron hace más de medio siglo.

Los Rolling Stones se tomaron unas largas vacaciones para componer canciones nuevas. Su último disco de estudio, A bigger band, tiene 18 años. Los Stones siguieron girando sin canciones nuevas y novedades, salvo su disco de covers de clásicos del blues Blue & Lonesome (2016), un material que en realidad sonaba a despedida, testamento definitivo.

Tras la muerte del baterista Charlie Watts en 2021, una piedra basal y rítmica del conjunto, los tres integrantes originales sobrevivientes -Mick Jagger, Keith Richards y Ron Wood- decidieron encapsular el dolor, sellar la despedida íntima y seguir adelante. La mejor manera fue poner a prueba el funcionamiento de la dupla compositiva de Jagger y Richards. Llegaron al estudio con unas setenta canciones. Grabado en tres semanas, en sesiones en directo, en Hackney Diamonds se puede escuchar el nervio de la banda en acción. El productor Adam Watts, que trabajó en las últimas grabaciones de Ozzy Osbourne, Iggy Pop y Paul McCartney, tiene una debilidad por maquillar el sonido con un brillo excesivo.

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Sin embargo, los Stones no renuncian al espíritu original de sus primeros discos, que tiene ese sonido peligroso del rocanrol y canciones melancólicas con guitarras electro acústicas, como tocadas al costado del camino, al estilo Dylan en “Depending on you”, una canción de abandono con la melancolía necesaria para configurarse en un clásico inmediato, como lo fue en su momento “Beast of burden”.

En “Driving me too hard”, que podría ser un futuro himno de estadios, apelan a viejos trucos de magia que siempre sorprenden. La manera de caminar sobre las melodías, de deslizarse suavemente por la carretera disfrutando del viaje, o la forma en que aprietan el acelerador de golpe creando esa sensación inestable, de que algo puede pasar en cualquier momento, es un arte que manejan desde sus inicios.

La banda suena, por momentos, salvaje. Como en la canción “Bite my head off”, donde Paul McCartney toca el bajo con un sonido bien pesado y la letra habla de la tensión larvada en una pareja que termina por explotar. El resto de las celebridades —Elton John que toca el Hammond en “Live by the word”, o Lady Gaga y Stevie Wonder que participan en “Sweet Sounds of Heaven” —ocupan un segundo lugar estelar dentro del esquema de las canciones.

Y entonces quedaron tres: Jagger, Richards y Wood, Rolling Stones modelo 2023 (Foto: EFE/EPA/Akmen Tolga)
Y entonces quedaron tres: Jagger, Richards y Wood, Rolling Stones modelo 2023 (Foto: EFE/EPA/Akmen Tolga)

También saben poner la pausa y recordar en el sonido de la guitarra slide, la vibración latente de iconos del blues como Robert Johnson, el regreso a las fuentes y la necesidad de escapar del ruido. Jagger se ubica en su presente de ochenta años en “Dreamy Skies”, y canta envuelto en letanía: “Una vieja radio AM es todo lo que tengo/Simplemente toca Hank Williams y algún malo honky-tonk”. Lo mismo le pasa a un Keith Richards lastimado y angustiado, en una de las mejores canciones del disco, cuando canta en “Tell me straigth”: “¿Cuánto tiempo puede durar esto?/Solo dímelo directamente, no me hagas esperar/¿Mi futuro está todo en el pasado?”.

En cambio, “Mess it up”, no solo cuenta con el sonido de Charlie Watts en la batería (recuperado de un demo que había dejado grabado), sino que tiene una línea de bajo adictiva que viene de la escuela de canciones como “Miss you”, mientras que el vertiginoso ritmo caliente de la música disco, le da un aire vibrante a todo la canción. Hacia el final del álbum, rebajan la velocidad y cierran el disco con su versión cruda y austera de “Rolling Stone blues”, invocando el espíritu de Muddy Waters: el origen de todo.

Lo que fueron aprendiendo en el camino, sobre todo en ese período que abarca desde los sesenta a los ochenta, está en el disco. Todas las cartas quedan a la vista en Hackney Diamonds, una de sus mejores producciones en mucho tiempo. Jagger y Richards, son como esos prestidigitadores que muestran la jugada, pero incluso así no se descubre el truco por más simple que sea. Esa sigue siendo la mejor parte.

Clase B fue producido por Mujer Cebra junto a Estanislao López (Foto: prensa Mujer Cebra)
Clase B fue producido por Mujer Cebra junto a Estanislao López (Foto: prensa Mujer Cebra)

Mujer Cebra. Clase B

En poco tiempo, Mujer Cebra empezó a ser mencionada por la crítica musical como una banda para ser tenida en cuenta en el nuevo panorama del rock alternativo. Su primer disco de 2021, enseguida llamó la atención por la evocación del dolor angustiante del postpunk, el volumen de las guitarras, esa voz de navaja de su cantante principal y letras oscuras que mostraban el lado b de la juventud. Eran una respuesta a todo lo que sucedía en materia urbana, una respuesta necesaria desde la cultura rock.

En estos dos últimos años la música de la banda se diseminó rápidamente en el circuito indie y su público, que necesitaba del pogo, la catarsis colectiva o simplemente drenar su escepticismo, empezó a crecer y se identificó con el power trío salvaje integrado por Santiago Piedra (voz y guitarras), Gonzalo Muhape (bajo) y Patricio García Seminara (batería).

En julio la banda sacó dos canciones juntas como adelanto de su nuevo disco, a diferencia del goteo de singles que se suele hacer en las plataformas digitales: “Nuevos miedos” y “Nadie va a decidir por vos”. En la ilustración gráfica que acompañaba el lanzamiento aparecía un ejército marchando sobre las calles y unas manos que aparecían por debajo de una alcantarilla. Las dos canciones, pero sobre todo “Nadie va a decidir por vos”, funcionaba como anticipo del sonido de su segundo disco bautizado Clase B, publicado por Sony y que significó un salto en términos de producción.

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Con el nuevo himno “Nadie va a decidir por vos”, donde dicen: “Te pido por favor, que cuentes cuanto tiempo más pensaste en aguantar”, el grupo avanza sobre una representación de la adolescencia, donde todo el caos y la confusión se fusionan con el voltaje eléctrico de un sonido garajero y una muy buena capacidad para crear melodías, colgadas de esas frases cortantes sobre la imposibilidad del amor, la soledad, el deseo y las fantasías de escape.

Mujer Cebra refleja ese estado de inconformismo del rock que, desde Moris hasta acá, siempre ha sido así. Una catarsis en la distorsión y el pulso acelerado de las guitarras, el bajo y la batería. La banda puede saltar del sonido acústico de la guitarra en “El fuego es para quemar”, hasta llegar a un in crescendo épico.

La voz de Santiago Piedra es el canal para drenar toda la angustia tatuada en la lírica de canciones como “Desaparecer”, “Otoño imperdonable”, o “Donde termina el silencio”. En once capítulos, el grupo desnuda el estado de vulnerabilidad de una generación.

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Bizarrap y Milo J. En dormir sin Madrid

Lo que se iba a convertir en la Session 57 del productor argentino Bizarrap terminó en un EP llamado En dormir sin Madrid, potenciado por la aparición de una nueva estrella, Milo J: la apuesta grande del productor de Ramos Mejía y del sello Dale Play Records, donde están Duki y Nikki Nicole.

Con 16 años, Camilo Joaquin Villaruel, el artista de Morón que empezó haciendo canciones en su habitación con una computadora del plan Conectar, no solo parece que está listo para que lo conozca el mundo, sino que llevó el instinto musical de Bizarrap más lejos en términos de sofisticación y complejidad rítmica. El uso de los beats, los rebajes, los cambios de tempo, la manera de usar los silencios para que corra más fluida la voz de Milo, y esa atmósfera deconstruida del imaginario latino, donde puede entrar samplers de Héctor Lavoe y Almendra.

En ese futuro acelerado del trap, donde lo nuevo es viejo mañana, esta producción tiene un pulso diferente. Milo J canta, sube y baja con ese flow asimétrico y escribe sus barras como un artista veterano: sus letras hablan de lo existencial, la vida, lo ganado, lo perdido. “Me siento bien, mis dos abuelas siguen respirando/ De niño pensé que a los 16 iba a morirme, y con 16 creo que llego a los veinte millonario”, dice en el tema que abre la BZRP Music Sessions, Vol 57.

Milo J, el alias de Camilo Joaquin Villaruel, joven artista de 16 años
Milo J, el alias de Camilo Joaquin Villaruel, joven artista de 16 años

Bizarrap crea una arquitectura digital más minimalista, donde los ritmos latinos funcionan como células, para que fluyan las rimas de Milo J, alejándose del pulso más bailable de su última session junto a Rauw Alejandro. El productor afina su sonido y agrega elementos de su librería de efectos, combinando sintetizadores psicodélicos, acordes de piano en bucle y beats como cascadas descendentes, con el pulso del Drill y el EDM, sobre bases de trap y guiños al R&B.

En “Toy el mic”, de tono autobiográfico, Milo J canta sobre la vida mala, el paco y la cocaína a su alrededor. La música acentúa el peso de las palabras y se nota la influencia de productores como El Guincho (responsable de “Malamente”, de Rosalía). En cambio, “No soy eterno”, es una canción de ruptura con el aliento del soul. “Fruto”, es una joya del EP, la condensación de un sonido latinoamericano construido sobre varias capas. La introducción es una cita a la salsa de Héctor Lavoe y Willie Colón. Después los versos saltan como sapos sobre el kick de los parches digitales y los graves. El final, que vuelve al inicio de la canción, se construye sobre la melodía sampleada de “A estos hombres tristes” de Almendra. En “Penas de antaño”, la media voz de Milo sufre y reverbera en el autotune. Es un registro con sabor agridulce, entre la melancolía de la distancia por los que no pudieron sobrevivir en el barrio y un presente con más futuro.

Las cinco canciones definen el espíritu de un encuentro donde las energías entre el productor Gonzalo Conde (25 años) y el adolescente Milo J, se funden, retroalimentan y producen una de las mejores sesiones: la más ambiciosa y arriesgada.