Richard Coleman: “No practico la nostalgia”

El guitarrista y cantante, protagonista del rock argentino en 40 años, repasa varias vidas vividas aunque prefiere lo contrario. “Lo pasado, bien pasado está. Si miras para atrás, te perdés el bondi”, afirma

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Richard Coleman está realizando una gira por Irlanda, Inglaterra y España (Foto: Maximiliano Luna)
Richard Coleman está realizando una gira por Irlanda, Inglaterra y España (Foto: Maximiliano Luna)

¿Qué llevaré a la gira?, (se) pregunta Richard Coleman y (se) contesta de inmediato, como si hubiera preparado la respuesta, aunque se nota que sus palabras son pura improvisación. “Voy a hacer un show para la gente que hace diez años que no me ve, y para la gente que nunca me vio”. Habla de lo que muestra en los conciertos que está ofreciendo durante diez días en distintos escenarios de Europa. Tocó en Dublín y Londres, y desde este domingo lo hará en siete ciudades de España, entre las cuales están, ya en el tramo final de su viaje, Barcelona y Madrid.

Con casi el mismo entusiasmo que tenía a los 22 años cuando se presentó por primera vez en el Stud Free Pub al frente de su grupo Fricción en el que tocaba, como invitado estable, un amigo suyo llamado Gustavo Cerati, Coleman dice que actuará solo con su guitarra “pero no en tren fogón, sino con cositas que le puse a las canciones” y que su repertorio de una hora y media será una especie de viaje por su obra, incluyendo temas de los grupos que lideró, Fricción, Los Siete Delfines y el actual, El Trans-Siberian Express, y de los que acompañó en giras y grabaciones, Soda Stereo incuido, claro. En ese relato destaca, por ejemplo, una versión remozada y actualizada que ha hecho del tema “Trátamente suavemente” de Daniel Melero, uno de sus amigos antes de la notoriedad, que grabó Soda en su debut.

Coleman cumplió 60 años en el otoño que está terminando, y lleva 40 en los escenarios desde sus primeros pasos con Soda Stereo y junto a Ulises Butrón en el germen del grupo que se haría conocido como Metrópoli. Su amistad con Cerati y su pericia como guitarrista siempre a la vanguardia de todo, lo llevó a estar como un virtual cuarto Soda en distintos momentos del trío y a ser el otro guitarrista central del grupo acompañante del artista consagrado en varios tramos de su viaje personal, incluido el último, que concluyó abruptamente cuando un problema cerebral, en 2010, lo derribó para siempre. Sus cualidades como músico lo llevaron también a la privilegiada situación de ser invitado, en otras circunstancias, por Charly García y Skay Beilinson.

"Creo que nuestra sociedad está en una situación de brutez que no tuvo nunca, y es una lástima", dice Coleman (Foto: Maximiliano Luna)
"Creo que nuestra sociedad está en una situación de brutez que no tuvo nunca, y es una lástima", dice Coleman (Foto: Maximiliano Luna)

—Y siendo que empezaste a actuar públicamente cuando se desplomaba la dictadura, ¿cómo ves estos 40 años de democracia que está cumpliendo el país?

—Estoy un poco decepcionado, cómo ocultarlo. Por otro lado ahora comprendo a mi papá, que cuando tenía la edad que yo tengo ahora, también estaba defraudado con lo que estaba pasando en ese momento. Y yo no lo entendía…

—La historia nuestra.

—Claro. La verdad es que me da lástima no haber podido generar un progreso genuino, a que no le hayamos encontrado la vuelta para estar mejor.

—¿Hablás de la economía?

—Fundamentalmente me refiero a la educación. Creo que ahí está todo. El deterioro en el desarrollo de la gente empecé a verlo en los 90… No sé, es algo no fácil de explicar. Veo que hay una situación cultural que no funciona. No me considero un buen observador social, pero entiendo que la educación es algo que soltamos demasiado, inadecuadamente, y que ahora estamos viendo las consecuencias de que nos hayamos relajado tanto en ese aspecto. Creo que nuestra sociedad está en una situación de brutez que no tuvo nunca, y es una lástima.

“Voy a hacer un show para la gente que hace diez años que no me ve, y para la gente que nunca me vio”, cuenta Coleman sobre sus shows en Europa (Foto: Maximiliano Luna)
“Voy a hacer un show para la gente que hace diez años que no me ve, y para la gente que nunca me vio”, cuenta Coleman sobre sus shows en Europa (Foto: Maximiliano Luna)

Dice brutez con convicción, sin reparar si es un neologismo barrial o una palabra que puede denotar un importante nivel del manejo del idioma.

Sigue.

—Todo esto me da un poco de desazón. No hablaría de miedo, la verdad, sino de pena. Pienso en el futuro de mis hijos. Me da la impresión de que hay que hacer todo de nuevo. De cualquier forma, no cambio la democracia por nada. No quiero ni imaginarme otra forma. Para mí, votar es la única herramienta que nos puede sacar adelante. Pero claro que para votar con nivel, tenés que estar educado. Ahí está el problema.

Coleman vive en la misma casa de barrio de siempre, en Villa Urquiza, sólo que con el paso del tiempo y con la presencia de una familia y la llegada de sus hijos, hizo modificaciones y ampliaciones. Lo que sí conserva es su lugar de trabajo, que es una sala en la planta baja donde hay una computadora, muchos libros y muchos discos, y guitarras en las paredes.

Los habitantes de la casa son cuatro. Su compañera es cordobesa de un barrio de la capital, Cofico, que tiene la laxitud del suyo en Buenos Aires. Ella tiene un hijo de 25 años, y juntos sumaron una niña de 14. Esa adolescente es, casi lógicamente, su conexión directa a la música más nueva que suena hoy.

"Entiendo que hay un lenguaje del cual nosotros, que no somos de esa generación de los más chicos, tenemos que sentirnos cómodamente apartados" (Foto: Maximiliano Luna)
"Entiendo que hay un lenguaje del cual nosotros, que no somos de esa generación de los más chicos, tenemos que sentirnos cómodamente apartados" (Foto: Maximiliano Luna)

—De lo que se está haciendo ahora, hay cosas que me encantan y otras que no. Como siempre pasó. En la marea de lo nuevo, hay artistas muy talentosos y otros que no, es algo lógico que así sea. Y hay mucho chanta y mucho vago (sonríe levemente) como hubo en mi generación y después en la siguiente.

Pero entiendo que hay un lenguaje del cual nosotros, que no somos de esa generación de los más chicos, tenemos que sentirnos cómodamente apartados. No hay por qué juzgar ni pretender participar de un lenguaje y de una identidad ajenos. Eso es el rock, siempre se trató de eso. Y veo que enhorabuena, la generación artística más joven ha desarrollado un género genuino y diferente que la identifica.

—Decís que hay artistas valiosos.

—Sí, sí. Tarde o temprano quedará un puñado de artistas valiosos. Ya se está viendo quiénes son. Y esos artistas se encontrarán en un momento con otros pendejos nuevos que están haciendo otras cosas.

—O sea que no te sentís mal porque no entendés todo.

—Claro. Está muy mal considerar algo como horrible porque no se lo entiende. Me gusta estar en la situación de tener que buscarle la vuelta a descifrar empáticamente lo que mueve a los más jóvenes.

Coleman estuvo en Londres en diciembre, donde tocó en un pub y en la residencia del embajador, y regresa ahora con una gira con repertorio propio (Crédito: Maximiliano Luna)
Coleman estuvo en Londres en diciembre, donde tocó en un pub y en la residencia del embajador, y regresa ahora con una gira con repertorio propio (Crédito: Maximiliano Luna)

—En eso te debe resultar una guía interesante lo que escucha tu hija.

—Claro, me allana mucho el camino. Y escuchando todo a su lado, encuentro qué es lo valioso y qué es lo obviable. Mirá, este año fui a ver a Dillom al Movistar. Y una parte de su show me pareció muy bueno y la disfruté. Después hubo otra parte que no me gustó; lo más urbano, digamos, que me parece que es lo más viejo suyo. Esa seudo latinada no me va ¡ni ahí! Y sé que esa mirada ni necesita explicación. En todo el trap creo que hay un lenguaje nuevo muy interesante, y hay cosas musicales muy originales que están pasadas por una trituradora, y lo que sale es una albóndiga nueva. Todo eso está muy bueno.

Lo de Wos me parece que está muy bueno también. A él lo voy a ir a ver pronto. Me parece genuino lo suyo.

Después hay otras cosas que no son tan interesantes, que no me mueven ni un pelo. Todo lo que es moda, a mí nunca me llegó bien.

—Digamos que tu mirada es, por sobre todo, atenta ante todo eso nuevo.

—Digamos eso, sí. No soy un detractor ni me quiero hacer el pendeviejo que busca subirse a una ola que no es suya.

Coleman todavía no leyó la biografía de Gustavo Cerati donde, obviamente, tiene un lugar destacado.

—Supongo que debe ser muy bravo leer que está tu vida en un libro.

—Sí, sí. Pero no es por eso que aún no lo he leído. Ha sido por una cuestión emocional, la verdad. Y también por la revisión de la memoria. En general, me resulta agotador revisar el pasado. No es que uno esté elucubrando qué poner sobre las líneas de puntos que unen una cosa con otra, lo que no está muy completo en la memoria. Meterme en ese territorio me agota, y después me cuesta sincronizarme con el presente.

—No te llevás bien con la nostalgia.

—Claro. No la practico. Es una actividad que no me nutre. Creo que lo pasado, bien pasado está. Además, me parece que la nostalgia tiene que ver con cierta añoranza… Y entiendo que eso es, de alguna forma, desencanto con el presente. A mí no me gusta todo eso. Siento que si te ponés a mirar para atrás, te perdés el bondi.

"Todo lo miro con orgullo, me digo cuánto que hice, siempre mirando para adelante", reflexiona Coleman (Foto: Maximiliano Luna)
"Todo lo miro con orgullo, me digo cuánto que hice, siempre mirando para adelante", reflexiona Coleman (Foto: Maximiliano Luna)

—Volviendo a la gira. Vas a tocar en Londres, que es un lugar muy importante para tu vida y tu música.

—Claro, sí, aunque no será la primera vez. Tengo la suerte de haber estado ya ahí a fin del año. Fue el 13 de diciembre pasado, toqué en un pub y en la residencia del embajador. Pero claro, esta vez voy con una gira, con repertorio mío. Es distinto. Voy como más en serio. Es una situación de trabajo más comprometida, de más riesgo.

—Se entiende que con tanta cosa que te ha pasado, tu vida se puede decir que es como una decena de vidas.

—Claro, claro. Así lo siento, la verdad.

—Y a esta altura, ¿cómo ves la película de esa vida que fueron muchas?

—(Piensa la respuesta) Bueno, diría que no miro mucho la película. Empezó hace mucho, sí. En lo humano, sí, siento que es otra vida. En lo artístico tal vez no, son todos pasos que se han dado. Es un recorrido un tanto inesperado si uno se fija bien. Porque a veces me parece que no hice tanto, o que me falta mucho todavía, pero no, la verdad es que cuando lo recapitulo, veo que hice un montón de cosas. Desde que empecé en el 82 con Melero, con Ulises Butrón, con Gustavo en el arranque de Soda, pasó mucho. Tocar con Andrés Calamaro, después con Fricción, con Los Siete Delfines, y todas las colaboraciones.

—Y con Skay.

—Claro, eso podría ser lo último grosso para marcar con una muesca en la culata (sonríe) En el 19 estuve de gira con Skay y los Fakires. Sí, sí. Eso no fue buscado, como tantas otras veces me pasó.

—Un montón, es verdad.

—La gira de Soda, después con Gustavo… Sí, mucha cosa. Todo lo miro con orgullo, me digo cuánto que hice, siempre mirando para adelante, sin especular con el pasado, siempre jugando con lo que tenía en la mano en ese momento. Y casi siempre convocado por otra gente. Entretanto, lo mío, mi proyecto. Tengo un montón de discos. Mucho, sí. Y ahora esto de la gira, con la guitarra al hombro, con mis canciones. Qué loco (risas).