La pasión según Tissot, historia de un amor escandaloso y trágico

A 120 años de la muerte del artista francés, una mirada a “Una tormenta de paso” y otras obras en que retrató a Katy Newton, con quien mantuvo una relación inapropiada para la sociedad victoriana. La belleza de la semana

Compartir
Compartir articulo
"Una tormenta de paso" (1876), de James Tissot, en la Galería de arte Beaverbrook, Fredericton, Canadá
"Una tormenta de paso" (1876), de James Tissot, en la Galería de arte Beaverbrook, Fredericton, Canadá

La obra de James Tissot no suele tener un lugar destacado en la Historia del Arte. A veces, siquiera tiene un lugar. Y eso está relacionado no tanto con que su factura pictórica no haya alcanzado ciertos estándares de belleza y técnica, sino justamente por haberlos alcanzado en una época en la que el relato se construyó desde otro lugar, el de las vanguardias. Es más, si solo decimos Tissot, lo más probable es que pensemos en un reloj.

Si Tissot hubiera aceptado la invitación para exponer con los impresionistas en 1874, ¿aparecería en los relatos de su tiempo?, ¿esto hubiera afectado ese pincel tan academicista y sus composiciones algo remanidas?

Hace 120 años años este artista de la vida social moría tras haber atravesado varios momentos pictóricos, siendo el último el místico o religioso, al que llegó luego de una “revelación”, aunque fue también posterior a que la tragedia golpease su vida, luego quizá de hartarse de haber construido un ideal de mujer en el lienzo habiendo perdido ya de manera cruel a su mujer ideal.

Bautizado como Jaques Tissot, francés, lo de James vino después, cuando se mudó a Inglaterra tras participar en la guerra franco-prusiana y luego de su rol en la defensa de la Comuna de París, que se negó a reconocer al gobierno resultante de la Asamblea Nacional Constituyente y que finalizó pasados los 72 días con la “semana sangrienta”.

Tres obras en Francia: Dos versiones de "Mujeres jóvenes mirando objetos japoneses" (1869-1870) y en el centro"La fiesta de la plaza" (1870)
Tres obras en Francia: Dos versiones de "Mujeres jóvenes mirando objetos japoneses" (1869-1870) y en el centro"La fiesta de la plaza" (1870)

Pero el amor de Tissot por lo anglo venía de antes. Cuando todo esto sucedió tenía una carrera exitosa como retratista, había exhibido ya tanto en el Salón de París como en la Royal Academy de Londres y trabajaba como caricaturista en Vanity Fair bajo un seudónimo.

En Francia había adoptado la perspectiva del japonismo que estaba en boga, al igual que sus amigos Manet y Degas, y eso más su mirada sentimental de técnica francesa, produjeron que, cuando cruzó el canal en el ‘71, fuera rápidamente aceptado por la alta sociedad victoriana, que lo convirtió en uno de los artistas más solicitados. Sin embargo, no todos eran loas. Para John Ruskin, el crítico más importante del periodo, sus obras eran “simples fotografías en color de la sociedad vulgar”.

La belleza de esta semana es la historia de un amor trágico, de dos destinos que encuentran en la huida, en el búsqueda de la tranquilidad negada en un espacio que si bien les era familiar por distintas razones, no dejaba de ser desconocido, y que tuvo al coqueto distrito londinense de St John’s Wood como escenario, ya que él allí se había mudado en el ‘71, y un año después, ella, Kathleen Newton, hacía lo mismo.

En "Banca de verano" (1882) reatrató a Katy junto a sus hijos, en colección privada
En "Banca de verano" (1882) reatrató a Katy junto a sus hijos, en colección privada

Katy Newton tenía 17 años y llegaba con la reputación manchada, con halo de mujer impura. Nacida en la Inda, de una familia irlandesa y católica de médicos, había crecido en distintas ciudades de la entonces colonia británica arrastrada por el trabajo de su padre en el ejército.

Educada en un convento, cuando su madre muere es enviada a un internado inglés, y a los 16, como buena hija de familia respetable, se acordó su unión con un hombre muy mayor, Isaac Newton, un cirujano del Servicio Civil indio. Su padre, a distancia, la despacha de regreso a la India y cuentan que en el viaje para casarse, el capitán del barco, un tal Pellisier, la sedujo hasta el cansancio, y si bien ella sentía atracción por el joven, quedó todo en una fantasía. Así, pasó por el altar en el ‘70 y, tras una confesión, un sacerdote le aconsejó contarle su experiencia con el marino a su marido, a quien le debía fidelidad aún sobre las fantasías y deseos del pasado. Aquel relato, del que desconocemos los detalles, generó que Newton comenzara un humillante proceso de divorcio, en el cual la desalojó.

Sin dinero, desacreditda, consiguió regresar a Inglaterra, aunque para eso, con su honor mancillado, debió recurrir a aquel capitán que le pagó el pasaje a cambio de que fuera su amante. De aquella relación, nacería una hija. Así que para el ‘72, llegaba con su primogénita a la casa de su hermana en St John’s Wood, pero en aquellas calles conocería a aquel artista, también criado en un ferviente catolicismo, que tenía por entonces 36 años.

En "Vacaciones" (1876) recrea una tarde junto a Katy en un parque de St John’s Wood
En "Vacaciones" (1876) recrea una tarde junto a Katy en un parque de St John’s Wood

El romance se pensaba clandestino, pero era la comidilla de los clientes de Tissot que desaprobaban la conducta pecaminosa del pintor al elegir a una divorciada con una hija de procedencia dudosa. La pareja habita entonces en un limbo de ternura, creyéndose oculta del mundo, y cuatro años más tarde, ella tiene su segundo hijo, Cecil, al que se considera hijo del artista pero que no fue reconocido oficialmente. Sin embargo, a partir de ese año, Katy Newton se convirtió en su musa principal a la luz de todos, apareciendo en una serie de obras que recrean la vida hogareña.

Así, Tissot cambiaba de temáticas. Seguía aceptando encargos, que por su condición de pecador inmoral era muchos menos, y se centraba en reproducciones de su nueva felicidad.

La primera pintura que tuvo a Katy en el centro fue Una tormenta de paso, una preciosa obra en la que ella aparece recostada sobre un diván, fijando su mirada en el pintor, mientras de fondo se observa una serie de barcos y el cielo que antecede a la tempestad. El detalle no es menor si se tiene en cuenta su pasado, Tissot parece querer decirnos que mientras ella hoy se encuentra a resguardo, en tierra firme, detrás se puede observar el pasado, marítimo y tempestuoso, y en el que aparece un hombre de rostro indefinible, que ya no se puede o no vale la pena recordar.

Katy descansando en el sofá, tocando el piano, en el jardín o incluso escuchando una Historia tediosa de mano de un capitán de la armada. Katy está en todos lados, a veces sin escena que lo justifique como en Mavourneen, término cariñoso derivado del irlandés “mo mhuirnín” (“mi querido”), que puede hacer referencia a Kathleen Mavourneen, una canción popular, o la obra teatral que inspiró y que fue presentada en Londres en el ‘76, otras en dulces escenas junto a los niños, jugando o sencillamente a su guarda.

Algunas de las tantísimas obras de Tissot con Katy Newton como protagonista:  "Octubre" (1877); "Caminata invernal" (1880); "Mavourneen" (1877) e "Historia tediosa" (1872)
Algunas de las tantísimas obras de Tissot con Katy Newton como protagonista: "Octubre" (1877); "Caminata invernal" (1880); "Mavourneen" (1877) e "Historia tediosa" (1872)

Pero la felicidad nunca es suficiente, porque se nos niega o escapa. Fueron seis años en los que desafiaron y escandalizaron a la alta sociedad victoriana. Y cuando la tranquilidad parecía un hecho, Katy enfermó de tuberculosis y, en 1882, tras una sobredosis de láudano, quizá para silenciar el dolor, quizá con otras intenciones, la vida de Katy llegó a su fin.

Tissot permaneció cuatro días junto a su tumba. Destrozado por la pérdida, vendió su casa y emprendió el regreso a Francia, donde luego de realizar algunas obras sobre la sociedad moderna, su especialidad, con mujeres como protagonistas, abrazó el catolicismo en el que había sido educado, el que había desoído durante aquellos seis años, y relaizó más de 700 obras relacionadas a la Biblia.

Murió en 1902. Y con eso llegó el olvido, del que recién comenzó a salir a finales del siglo pasado y principios de éste, cuando museos como el Metropolitano (Met), de Nueva York, y el parisino Musee d’Orsay realizaron retrospectivas a ambos lados del Atlántico que revalorizaron su legado.

SEGUIR LEYENDO