Fito Páez relata con magnífica música el imaginario de Roberto Arlt

En su disco más ambicioso de este siglo, el músico rosarino que es miembro destacado de la mejor tradición del rock argentino, se embarca en la aventura artística de ponerle melodías a “Los siete locos”

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Fito Páez en su concierto del Teatro Colón, cuando homenajeó a Charly García

Desde hace treinta años —desde que salió El amor después del amor y el mundo hizo ¡Plop!—, Fito Páez hace lo que quiere y no lo que se espera de él. Circo Beat, Abre, Canciones para aliens, Rock and Roll Revolution, La conquista del espacio: cada uno de sus discos es un manifiesto por la libertad. Hay una bellísima crónica de Leila Guerriero que lo muestra como un inconformista obsesivo por el detalle, un líder estricto y severo con sus músicos, pero también como un artista continuamente abierto a la experimentación y el desafío.

Fito se formó probablemente en la que fue la mejor etapa del rock nacional. Fue el joven Rimbaud de la trova rosarina que tenía a Baglietto como mascarón de proa, y rápidamente entró en la santísima trinidad del rock junto a Charly y a Spinetta, sus amigos y maestros, a quienes no deja de homenajear en cada disco, y casi que podría decirse en cada canción: siempre hay un verso, un acorde, un riff, un quiebre de ritmo; un guiño que los incluye y nos incluye.

Es un diálogo entre tradición y vanguardia que parte desde la música y se expande hacia los libros, el cine, la fotografía, la televisión. Bob Dylan, Chico Buarque, Fogwill, Joyce, Caetano, Scorsese, Almodóvar, por supuesto los Beatles, el tango, Martha Argerich, Enrique Symns, Batato Barea: es sorprendente la capacidad que tiene para absorber continuamente, infinitamente. No sólo es Charly quien tiene una pobre antena.

Fito Paez por Sebastian Arpesella

Los años salvajes

Desde el año pasado, Fito está metido en la trilogía de Los años salvajes. El primer disco, de hecho, lleva ese título. Salió en noviembre de 2021, cuando la pandemia empezaba a remitir, y la primera canción contagiaba un cierto tono de esperanza: “Vamos a lograrlo”. Una manera hermosa de cerrar una etapa que empezó allá por marzo de 2020, justamente cuando él dio un concierto desde su casa en los primeros días de la cuarentena.

Otras canciones del disco son “Lo mejor de nuestras vidas”, “Shut up”, “Caballo de Troya”: te hacen querer volver a tener 17 y saltar revoleando la cabeza como un loco de aquí para allá. Los años salvajes es de una destreza asombrosa; se arma, se desarma y se rearma en cada tema. Tiene una canción con Elvis Costello (“Beer Blues”) y otra que, con una dulzura sobrecogedora, celebra el amor antes del amor de Fabiana Cantilo.

El siguiente disco se anticipaba en los versos iniciales de “Lo mejor de nuestras vidas”: “Este es mi tiempo. / Leo libros —nunca me muerden—. / Este es nuestro tiempo. / Los villanos no saben leer ni hablar. / Este es mi tiempo. / El dinero es el único dios real. / Este es nuestro tiempo. / Cada vez tengo más ganas de pelear”. Fito tiene varios discos inesperados —Euforia, Novela, Camino sinuoso—. Ninguno como Futurología Arlt.

"Futurología Arlt"

Escucho un tango y un rock

En la década del 70 —hace un millón de años—, Miguel Grinberg y Raúl Ivancovich convocaron a los referentes del folklore, el tango y el rock naciente a debatir en el diario La Opinión. Participaron Leda Valladares, Ariel Ramírez, Osvaldo Pugliese, Julián Plaza, Edmundo Rivero, Charly García y David Lebón. Fue un encuentro de posiciones duras y poco entendimiento, por momentos un diálogo de sordos. Valladares y Pugliese decían que con el rock se estaba perdiendo el sabor local —hablaron de infiltraciones, una palabra muy de la época— y se quejaban de la pérdida de público. Charly y Lebón, al principio más tímidos y luego decididamente irritados, decían que el tango contaba siempre el mismo drama de la mujer que se fue y el tipo que sufre.

El único que se puso del lado de los jóvenes fue Ariel Ramírez, que, en un momento clave del encuentro, cuando Pugliese y Rivero hablan de la cuestión generacional, se pregunta: “¿Es que nosotros ya hemos agotado nuestra capacidad de creación? ¿Cuánto tiempo hace que el tango no tiene un éxito en este país?”. La respuesta a esa pregunta se demoró casi una década y llegó, cómo no, en un disco de rock: cuando Fito y Spinetta reversionaron “Gricel” en La la la.

Ahora Fito da un salto más y trafica tango —a veces a lo Pugliese, a veces a lo Piazzolla— en un disco instrumental y camaleónico, que pasa de un género a otro, como si nada pudiera contenerlo. Futurología Arlt es la apuesta más grande de Fito en lo que va del siglo XXI. Es su disco más clásico y más moderno.

En el origen hay un viejo proyecto postergado, un espectáculo de danza que Julio Bocca le propuso hacer en 1995 en el Luna Park y que nunca se llegó a realizar. Fito había pensado que la música se podía estructurar en torno a un libro: Los siete locos, de Roberto Arlt. Durante veinticinco años mantuvo la idea rondando, hasta que, en 2020, en una casa en las sierras de Córdoba, se propuso avanzar en la composición sobre la totalidad del libro y condensar un posible relato musical del imaginario arltiano.

Roberto Arlt

Amor es dinero

Si Spinetta se perdía en la poesía vanguardista y en los libros de Carlos Castaneda, si Charly le cantaba al cine de Buñuel y a los cuentos de Oscar Wilde, a Fito le calza perfecto incluir a Roberto Arlt en su cosmología personal.

Los siete locos es un libro icónico que se mueve en los márgenes de una sociedad desesperada. Arlt es el gran escritor de la Buenos Aires en transformación y de los que pierden con el cambio. Entre traiciones, paranoias y complots, sus personajes podrían salir de una novela de Dostoievski.

“Entra el sol, la maldad / y una vida canalla”, dice Fito en la única canción que tiene letra. Con guiños a la novela, le canta a Remo Erdosain, protagonista de Los siete locos, y al rufián melancólico. Después, la música levanta un puente entre 1929 —el año del libro— y 2022 con una fuerza inaudita. Los temas, grabados por él en Los Angeles y por la Czech National Symphony Orchestra en Praga componen un alucinante universo de realismo sucio.

“La capacidad del autor de percibir el futuro de La Argentina y el mundo por venir fue lo que me llevó a titular esta obra Futurología Arlt por sobre otra infinidad de títulos”, dice Fito en la nota de prensa. Tal vez —no, tal vez no: seguramente— dentro de cien años, un músico o un escritor se siente sobre los hombros del gigante Fito Páez para ver cómo era el futuro que había imaginado.

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