Mario Diament: "La gente se acostumbró a escuchar lo que quiere escuchar y a ninguna otra voz"

El periodista y dramaturgo argentino que vive en Estados Unidos pasó por Buenos Aires para el estreno de su nueva obra "Moscú", basada en "Las tres hermanas", de Chejov y habló con Infobae

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Mario Diament es bicho de redacción y cuando entra a una redacción le brillan los ojos. Ejerció el periodismo durante décadas y lo enseña hace 26 años en la Universidad Internacional de Florida, en Estados Unidos. Escribe teatro desde comienzos de los 70, en paralelo con su intensa actividad periodística, en una Argentina que iba camino a la convulsión. En las últimas décadas, su rica producción teatral se hizo de un espacio de privilegio no solo en su país de origen sino que muchas de sus obras suben a escena en todo el mundo, todo el tiempo. Entre sus obras se encuentran El libro de Ruth, Tango perdido, Escenas de un secuestro, Cita a ciegas, Un informe sobre la banalidad del amor, Franz y Albert y Tierra del fuego.

La narrativa y el cine también inscribieron su nombre. En 2006 publicó su novela Martín Eidán y en 1976 escribió el guion de ¿Qué es el otoño?, la película de David José Kohon, con Alfredo Alcón. En 2014 se estrenó Inevitable, coproducción argentinoespañola dirigida por Jorge Algora, basada en su obra Cita a ciegas. Ahora mismo, a punto de estrenar en Buenos Aires Moscú, basada en un clásico de Chejov, la misma historia sube al escenario en México desde hace algunas semanas. Pero no es todo, ya que por estos días -cuenta Diament- hay cinco obras suyas en diferentes escenarios del mundo.

Diament pasó por Buenos Aires para asistir al preestreno de Moscú en El Tinglado. La obra que cuenta la historia de tres mujeres y un gran sueño es dirigida por Daniel Marcove y las actrices que interpretan a las protagonistas son Alejandra Darín, Maia Francia y Antonia Bengoechea. Lo que sigue es la transcripción de una entrevista realizada en el estudio de Infobae TV días atrás, en donde hablamos de su teatro, del sueño que nos acompaña toda una vida, de su modo de ver el mundo, de los medios hoy y del status de la verdad, un concepto al que Internet pone en cuestión todo el tiempo, obligando a las personas a convivir con el desamparo de un mundo sin certezas.

— ¿Qué es Moscú?

Moscú es una adaptación de Las tres hermanas de Chejov, una obra que tiene catorce personajes pero en la cual, paradójicamente, las tres hermanas están un poco oscurecidas por el peso de los demás personajes. Es una obra acerca de las tres hermanas donde, esencialmente, tanto la historia como el contexto son los mismos de Chejov. Los personajes, aquellos que aparecen en la obra de Chejov, acá aparecen como referencias. La situación, las circunstancias son las mismas. La obra en términos de época la moví dos años, hasta 1904, que son los albores de la Revolución. Y es una obra donde la mujer aparece de una manera muy multifacética, y es lo que me interesaba también mucho de la obra. Y donde, bueno, Moscú es un sueño. Por eso creo que tiene actualidad. Y por eso Las tres hermanas también fue atemporal porque ese Moscú está en todos nosotros; es ese lugar o ese espacio donde uno cree que los problemas, las angustias se van a resolver.

— Decís que es un sueño e inmediatamente pienso en La revolución es un sueño eterno de Andrés Rivera como título y como concepto y pensando en los 100 años que transcurrieron desde la Revolución Rusa quería preguntarte qué idea tenés de aquello. 

— Bueno, Chejov no conoció la revolución. Y las tres hermanas viven aisladas en un pueblo de provincia. Su padre fue un general, fue por él que son trasladadas a este pueblo de provincia en el que quedan clavadas, ancladas durante 11 años. Solo para Irina, la más joven de ellas, lo que está ocurriendo, el cambio, el cambio que las mujeres experimentan, tiene sentido. Las otras dos, Olga y Masha, viven en ese mundo de la Rusia anterior con cierta melancolía de los tiempos de las fiestas que se vivían en Moscú, etcétera, etcétera.

Escena de “Moscú”
Escena de “Moscú”

— Y en relación a la Revolución Rusa, concretamente, vos que sos una persona que viviste esos restos en lo que era la década del 60, la década del 70, y viste también el colapso de la Unión Soviética y de la idea del comunismo en general. ¿Qué pensás que queda?

— Queda… nada. Tengo un recuerdo de cuando estábamos en Moscú con mi mujer, que esto debe haber sido 10 años atrás, o tal vez 12. Estábamos en un hotel que se llamaba Rusia, que era el gigantesco hotel donde venían todos los delegados del Partido Comunista a los Congresos y quedaba sobre la Plaza Roja. Y había una demostración del Partido Comunista en la Plaza Roja compuesta de 50 viejos con algunos carteles de Stalin y la gente pasaba, sonreía o se reía, y los jóvenes no entendían a qué se estaban refiriendo. Y no te puedo describir el impacto psicológico que para mí tenía estar en la Plaza Roja con lo que representaba la Plaza Roja toda mi vida. Es decir, los desfiles, la sensación de que ése era el centro del poder soviético, de las historias de espionaje. Y ver esta manifestación con las tres banderas con la imagen de Stalin. Y ahí te das cuenta de que todo eso no ha dejado ni rastros, excepto todo lo que Putin puede haberse apropiado como metodología.
Fuimos a visitar el Museo de la Historia Rusa, donde los 70 u 80 años de comunismo se limitan a una sala miserable en donde las cosas se reflejan por fotos, por dos o tres fotos… Sí, es eso.

— Durante mucho tiempo, muchos creyeron que a través de ese sistema se podía encontrar un mundo mejor. Creían genuinamente eso. Pasado el tiempo algunos, muchos, se desencantaron. En los últimos años en América Latina hubo una especie de regreso, de revival de ese sueño. ¿Qué pensás de eso?

— Yo pienso por lo pronto que ese sueño terminó prematuramente con el estalinismo. Aunque mucha gente no quiso verlo hasta muchos, muchos años después. Incluso después del famoso discurso de Kruschev denunciando el estalinismo. La gente se aferraba, y tengo algunos amigos muy queridos para quienes la pérdida del ideal ha sido la destrucción de su vida, de su juventud, de su visión. Pero cualquier mirada fría sobre la Revolución permite que uno se de cuenta de que el estalinismo barrió con todo. Y lo que quedó fue, no sé, Breshnev y esa estructura. Es muy interesante lo que decía este famoso historiador…

— ¿Eric Hobsbawm?

— Sí, exactamente, cuando él dice que en Rusia no encontró comunistas, encontró ciudadanos que vivían en el régimen, que los comunistas se encontraban en Alemania Oriental, en todos los países satélites había comunistas, pero que en Rusia no había comunistas. Y a mí me sucedió eso en Israel, con mi descubrimiento de que realmente no había sionistas, que los sionistas estaban afuera. Los que vivían allá eran los ciudadanos, algunos que disfrutaban del sistema, otros que lo criticaban, pero el ideal del sionismo desaparecía en el sionismo mismo. Y en Rusia pasó eso.
Hay una frase que dice un personaje, que dice Kafka en mi obra sobre Kafka y Einstein, Franz y Albert, donde cuando Einstein interroga a Kafka acerca de su relación con la revolución, él dice que no cree en la revolución porque las revoluciones siempre empiezan con Robespierre y terminan con Napoleón.

— Vivís en Estados Unidos. ¿Hace cuánto tiempo?

— Hace 26 años.

— También viste allí un cambio enorme en todos estos años.

— Un cambio impensable. Inconcebible. No porque la sociedad norteamericana haya sido nunca una sociedad ideal. No porque uno no haya sospechado que existe la gente que terminó votando por Trump. Pero la idea de que un personaje como Donald Trump sea el presidente de Estados Unidos por lo pronto era tan impensable, y hoy en día es tan terrible, es tan terrorífica, no solo por lo que ocurre en Estados Unidos sino por lo que impacta en el resto del mundo. Porque su ejemplo es aprovechado por otros muchos líderes que empiezan a surgir en Polonia, en Turquía, en Hungría, en Alemania, en Checoslovaquia… bueno, Checoslovaquia, la República Checa. Digo, el éxito de este modelo, si así puede llamarse, de Donald Trump inspira a otros tantos gánsteres en el mundo y por alguna razón estamos en un período en que se cuestiona la democracia y el populismo es lo que empieza a emerger como el sistema preferido.

— Hay algunas diferencias sustanciales entre una personalidad como la de Trump y gobernantes como Putin o Erdogan, en el sentido de que hay ciertas formas de la democracia liberal que, de algún modo, se sostienen todavía.

— Se sostienen no porque sea su deseo que se sostengan, porque él ha hecho y sigue haciendo todo lo posible para destruirlas. Lo que pasa es que el sistema no es un sistema vertical en Estados Unidos, entonces sigue habiendo instituciones que funcionan y que, de alguna manera, bloquean lo que de otra manera serían sus ambiciones de control. Pero que la intención existe, no solo la intención, los intentos de control existen, no me cabe ninguna duda. El presidente que venga después de Trump se va a encontrar con un Poder Judicial totalmente controlado por los jueces nombrados por Donald Trump. Y es gravísimo. Se va a encontrar con una Corte Suprema de Justicia controlada por los ultraconservadores. Entonces no va a ser fácil deshacerse de eso.

— Si de pronto alguien te pusiera en una pantalla la imagen del mundo en general y te preguntara si hay algún lugar ideal hoy ahí en este momento del mundo…

— Primero diría, como Mafalda, "Paren el mundo que me quiero bajar".

— No es momento para elegir nada…

— Mira, ni siquiera en Europa existe. Yo vengo de pasar un sabático de 4 meses en París y bueno, sí, se vive mucho mejor que en Estados Unidos, y se vive mucho mejor que seguramente en Turquía o que en Hungría. Pero la amenaza está ahí.

Las actrices de “Moscú”
Las actrices de “Moscú”

— ¿Cuál amenaza?

— Marine Le Pen. Sacó un número considerable de votos. Europa está asediada por la inmigración y lo que es la inmigración provoca en la gente esa sensación primero de transformación cultural que muchos rechazan violentamente. Y entonces eso te lleva a votar por cualquiera que se oponga a todo esto. Y eso no va a disminuir, eso va in crescendo.  ¿Entonces cuál es un lugar ideal? Había un grupo religioso norteamericano ahí por los años 80 que decidió, esto es una historia real, buscar el lugar más seguro de la tierra y eligieron las Islas Malvinas, un mes antes de la Guerra. Así que, digo, no hay lugares ideales.

— Como periodista te tocó siempre trabajar con la realidad y, al mismo tiempo, como creador elegiste básicamente y sobre todo en los últimos años el teatro como forma. ¿Esto de "paren el mundo me quiero bajar" te lleva cada vez más al teatro?

— Mirá, yo empecé en el teatro y en el periodismo casi simultáneamente. Mi primera obra se estrenó en el 71 y yo entré en La Opinión en el 72. O sea que fueron dos carreras muy paralelas, donde una alimentaba a la otra. Y fijate que muchas de mis obras tienen que ver también con hechos reales, Tierra del Fuego (N. de la R.: tiene como trasfondo el conflicto palestino-israelí), Franz y Albert, Por amor a Lou (tiene que ver con la historia de Lou Andrea Salomé). El teatro te permite una visión mucho más profunda y permanente que el periodismo. Aun cuando uno esté trabajando con situaciones o inventadas o simplemente una dramatización de ciertos hechos históricos. Pero lo que termina diciendo es para mí tan claro y tan deliberado como el periodismo.

— Enseñás periodismo hace mucho tiempo.

— Enseño desde que estoy… Es decir, yo viajé a Miami para hacerme cargo de un programa de Maestría de Periodismo en la Universidad y enseño desde entonces.

— También viste muchos cambios pero seguramente hay ciertas cosas que son permanentes. Si uno te dijera, por ejemplo: "Profesor, ¿qué se necesita para ser periodista?".

— Me lo preguntan. Y yo digo que lo primero es la curiosidad. Es la fuerza más poderosa de los periodistas, el querer saber qué es lo que ocurre y cómo ocurren las cosas. Segundo, un sentido de la información. Y tercero, el tener en cuenta que los periodistas somos contadores de historias, o sea es entender qué es una historia, cómo se cuenta y cuál es su valor. Entonces yo creo que con esos tres elementos uno puede empezar a encaminarse en esta carrera. Pero la primera de todas es la fundamental.

— Este es un momento en el que hay información por todos lados y se hace muy difícil saber a quién le tiene que creer uno. Si un lector te preguntara: "¿y cómo hago para saber si lo que leo es verdad?"

— Y yo le diría: verifique. Yo creo que la irrupción de Internet y de los medios electrónicos es por un lado un fenómeno maravilloso y es por otro un fenómeno terrorífico. Pero beneficia al conocimiento de lo que sucede, de manera muy rápida y económica uno puede tener acceso a una variedad de informaciones que permiten comparar y formarse un criterio.
No sé si en los tuyos, pero en mis años jóvenes, también hoy, los partidos políticos tenían periódicos. Y si uno leía a los radicales sabía que estaba leyendo el punto de vista de los radicales, de los socialistas, de los comunistas. Con lo cual la información siempre estaba de alguna manera dirigida a partir de un pensamiento, de intereses determinados. Y uno no es que creyera ciegamente en todo lo que leía, yo nunca he creído ciegamente en lo que leía, iba y verificaba y comparaba, y escuchaba una voz y escuchaba otra. Lo que ocurre hoy con el público, no solo en su relación con los medios sino en su relación con la política en general, es que la gente se ha acostumbrado a escuchar lo que quiere escuchar y ninguna otra voz. Y cuando hablamos de la famosa brecha en la Argentina creo que su naturaleza es esa, bajar la cortina, "yo escucho solamente las voces que quiero escuchar". Fijate que en Estados Unidos cuando uno habla de cómo es posible que con todo lo que dicen los diarios de Trump todavía haya gente que confía en él… Bueno, esa gente no se entera de lo que dicen los diarios ni de lo que dice la televisión, ellos escuchan Fox News. Y Fox News es, no sé, el Página 12 de la época de Cristina, una voz. Y si vos vivías leyendo Página 12 no te enterabas de ninguna otra cosa. Y si vivías leyendo Clarín no te enterabas de otra cosa. Y tenías esa visión pero en realidad no tenías la visión que te daba Clarín, Clarín lo que hacía todos los días o lo que hacía Página era confirmar lo que vos pensabas. Y te sentías en un terreno propio y nadie te movía el piso. Y nadie desafiaba tus pensamientos, legítimos o no, sobre la realidad.
Entonces los medios son eso. Cuando hablamos de la verdad en el periodismo, le digo a los estudiantes: por lo pronto, no hay verdad, hay cosas que son veraces. Pero uno puede creer que lo que es verdad hoy en dos años se demuestra que no lo ha sido. Uno puede tener cuatro o cinco fuentes que te confirman la información y cinco años después, dos periodistas van, hacen una investigación y termina siendo exactamente lo opuesto. No quiere decir que estos hayan mentido, han tenido la información que existía en ese momento y han trabajado con técnicas que permiten decir "bueno, esto es publicable". Entonces es más la actitud de la gente frente a la prensa, no de desconfianza sino entender que lo que te da un medio son elementos de razonamiento, no te venden la verdad, no te venden una visión categórica de la realidad.
Mario Diament (6)
— Dirigiste un diario.

— Dirigí un diario, dirigí una revista, fui jefe de redacción de otro, sí.

— Pero cuando dirigías un diario, ¿sentías que era el diario que querías leer?

— Algunas veces. Y algunas veces era el diario que no quería leer. Pero no porque alguien lo manipulara sino porque un diario es un proceso muy complejo y por tener que sacarlo todos los días había mucha imperfección. Entonces a veces uno tenía la sensación de que sí se acercaba al diario que uno quería leer. Mira, yo inventé algo en El Cronista, cuando vi la escasez de recursos, al comienzo, cuando me hice cargo del diario y me di cuenta de que era imposible competir con los diarios grandes. Se me ocurrió esta idea de decir: hagamos el diario una sola nota. Que haya una sola nota que mañana levanten las radios, que todo el mundo comente, el resto, cable de agencia. Y esto fue así durante un buen tiempo. Es decir, el pelear por sacar esa nota que mañana la gente va a mencionar y comentar. Entonces es un diario imperfecto, no es un diario que me hacía feliz. Cuando trabajaba en La Opinión, donde fui jefe de redacción, y trabajaba un equipo que era realmente de lujo, había veces que hacíamos un diario que se acercaba a ser un diario muy bien hecho. Pero la perfección es Moscú (risas).

— Sigue siendo el sueño.

— Así es, claro. Especialmente en un medio de prensa.

— Te hago la última pregunta. Durante todos estos años te tocó ver y escribir sobre diferentes guerras, sobre diferentes tipos de conflictos, si otra vez te presento el mundo en una pantalla, con el presidente Donald Trump, con tantos frentes abiertos. ¿Pensás que hay una guerra a las puertas del mundo en estos tiempos?

— Puede suceder. Digo, hay un conflicto muy claro entre Israel e Irán en Siria que puede derivar en la guerra. Hay un conflicto de Israel en la Franja de Gaza que puede terminar en una guerra. Y existe el peligro de que un Donald Trump, acosado por las investigaciones, recurra a alguna aventura militar para tapar todo este esfuerzo que viene en su contra. Sin ir más lejos estos días en medio de todo este desquicio de las revelaciones sobre sus relaciones con esta actriz porno, Stormy Daniels -que nombre fascinante, ¿no?- anuncian que le quitan el status, no sé, a 80 mil hondureños y nuevamente se dirige hacia el tema de levantar el famoso muro con México. Que son recursos que trabajan para su audiencia, que es muy, muy anti inmigrante, y entonces con eso está tratando… Si estas cosas no funcionan y si la investigación empieza a golpearlo más fuerte y empieza a tocar a su familia -y yo creo que es el gran temor que tiene Trump-, ¿puede recurrir a alguna aventura militar? Es posible.

*Moscú, de Mario Diament. Dirección: Daniel Marcove. Con Alejandra Darín, Maia Francia, Antonia Bengoechea. Viernes y sábados a las 20 hs. Teatro: El Tinglado, Mario Bravo 948, CABA. Entradas: $380. Estud y jubilados $330. Informes: 4863-1188

 

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