Pedro B. Rey: "Escribo con todo lo que me queda resonando"

Matías Mendez

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El nacimiento de una editorial siempre es una buena noticia. Que los padres de la criatura sean escritores como Christian Kupchik y Jorge Consiglio es un aliciente. Qué los flamantes editores de Leteo -tal es el nombre del emprendimiento- hayan elegido el libro de cuentos Katsikas de Pedro B. Rey (con ilustraciones de Eduardo Stupía) para presentarse en sociedad, cierra el circulo de una novedad que invita a ilusionarse.

Katsikas es el nombre de un personaje que está presente en tres de los cinco cuentos que componen el volumen: Webern, Miss Vampieresa, Dédalo, Lermontov e Ich Sterbe. Así denominó Rey a los cinco relatos que componen una unidad en su diversidad, porque se trata de relatos que desde el punto de vista argumental pueden ser diferentes y con distintas ideas, pero que en el trabajo con el lenguaje y en su precisión formal, denotan la pluma de un autor que confía en su escritura, que sabe como quiere narrar y como construir una estética personal.

"(…) Katsikas, en el campo, sobre la cama de hierro, se detuvo y pensó: mi padre es un recuerdo remoto, apenas llegué de verdad a conocerlo, es una mano suelta, sola, desprovista de cuerpo, que acaricia la cabeza; es tarde, detesto los ruidos de esta pampa, los ruidos patibularios, los chirridos, la red de lo ínfimo, debería llegar al final del capítulo y después tratar de dormir, torcerle el cuello al insomnio (…)", escribe Rey en el primer relato en el que presenta a su personaje.

Pedro B. Rey es escritor, traductor y periodista (es el editor del suplemento Ideas de La Nación). Recientemente estuvo en Infobae para hablar de su nuevo libro, de cómo descubrió que el personaje principal tenía algunos rasgos de Antonio Di Benedetto y sus hábitos de escritura.

—Hace algunos días estuvo aquí su editor Jorge Consiglio para conversar sobre su último libro de cuentos y lo noté más entusiasmado con su libro que con el de él…

—Pasa con los editores que son escritores y se equivocan… (se ríe)

—¿Cómo vive ser el primer autor del lanzamiento de este nuevo sello editorial que presentan dos escritores?

—Por un lado lo tomo con tranquilidad porque los conozco, tanto a Jorge como Cristian, es gente a la que aprecio mucho y, como me gustan las editoriales independientes, lo siento como una felicidad sobre todo, no tanto como una responsabilidad, pero por otro lado, sí como una responsabilidad por la apuesta que significa de parte de ellos. Los veo a ellos muy enganchados no sólo con el primer libro, sino con lo que va a seguir.

—¿Cómo fue el trabajo con ellos?

—Fantástico. En gran medida este libro surgió de hablarlo con ellos. Tengo por ahí algunos libros que son muy largos. Hablando de responsabilidad, un libro de trescientas páginas sí me parecía un poco excesivo para una editorial que empieza e incluso para los que pueden llegar a leer a esa editorial. Me pidieron algunos cuentos, les pasé poquitos como suele ser mi estilo y después les pase algunos más y el libro fue cobrando esa forma un poco azarosa, aunque creo que queda mucho más redondo de lo que puede sugerir ese azar. Supongo que tiene que ver con como yo escribo: lo hago en forma de ciclos, sin pensar tanto en función del libro, sino en función de eso que se va armando.

—Tengo una intuición: tiene muchísimo más escrito que lo que ha publicado. ¿Es así?

—Se puede decir que sí, es que me entretiene más ese momento de ir escribiendo. Alguien me preguntó si tengo algún prurito con eso y no, me encanta la gente que publica un libro por año pero a mí no me preocupa tanto. Prefiero esa comodidad, en algún punto, de saber que uno tiene más de lo que hay para poder seguir escribiendo más tranquilo.

—Se lo decía, porque en estos cinco cuentos se percibe un autor muy asentado y que confía mucho en su escritura…

—Será un poco consecuencia de eso, no fueron cuentos escritos correlativamente. Hay cuentos que tienen diez años. Al ir escribiendo uno va viendo lo que escribió y lo va haciendo funcionar de manera contrastante, supongo que eso se refleja después en el estilo.

—¿Corrige mucho?

—No de corregir en el sentido de ser un tipo obsesivo… bueno, los editores van a decir lo contrario. En el final sí soy de corregir pavadas, desde una coma y puedo llegar a matar por eso. En general escribo de una y después pasa que, justamente, como no los publico al otro día, cada tanto vuelvo y voy corrigiendo de manera bastante obsesiva, pero te diría que no me doy cuenta. Ahora, desde el punto de visa argumental, eso sí está desde el primer momento o desde el segundo.

—¿El aspecto formal es al que le da mayor importancia?

—Sí, igual me gusta pensar que los cuentos son muy narrativos igual, pero sí es cierto que sí no sé como lo voy a contar o de qué manera lo voy a contar, probablemente ni me siente a escribirlo. Por más que tenga el argumento. Se va armando de manera paralela, no es sólo la estructura lo que me interesa.

—Por supuesto, no hablo de una literatura encerrada en sí mismo…

—En función de las precedencias o no, te diría que es eso: quizás hasta tengo el argumento pero después le pienso un disparador. No es que lo pienso porque quiera, sino que funciona así.

—Comparto mi vivencia de escritura para conocer su opinión: cuándo leí el segundo cuento me pareció que era absolutamente diferente del primero, pero cuándo llegué al cuarto y al quinto, tuve la sensación de que el libro tenía una unidad, que todos los relatos estaban bien engarzados entre sí y que esa unidad estaba dada por la elaboración hecha con el lenguaje más allá de la presencia de un personaje en tres de los cinco. ¿Qué opina?

—Me gusta lo que decís de que el primero y el segundo te resultaron muy distintos, porque para mí es fundamental que los cuentos fueran muy distintos y a la vez que se puedan leer de manera conjunta, que es por suerte, lo que te pasó. La cuestión que cada cuento se pueda leer individualmente, suponte que leas uno y te funcione como cuento individual, para mí es fundamental, casi más que lo otro. Lo otro es inevitable cuándo escribís de esta manera un poco orgánica. Sospecho que con como está armando el libro y que se repite un personaje en tres de los cinco, ese efecto entre individual y orgánico arma una suerte de bola de nieve que le da unidad al libro. Como te decía, fue casual en el sentido que no lo pensé así como libro, pero es consecuencia de esa manera de escribir. No es que tuve que agregarle nada como para que parezca más orgánico, que tiene mejor forma. Por ejemplo, en el segundo cuento que termina con un  personaje que se llama Giorgione que se va en avión, que es casi como una incrustación en ese cuento y después aparece en el tercer cuento, no es un agregado, estaba ahí desde el principio y doy por hecho que alguien pueda llegar a creer que es adrede, pero estaba ahí desde que lo escribí.

—Hace mucho que no leía un cuento contemporáneo ambientado en el turf. ¿Cómo se metió en esa historia para poder narrar una carrera desde la perspectiva del jockey?

—Uno todo el tiempo está pensando cositas cuándo hace otras cosas, o a mí me pasa y quizás soy yo que funciona de una manera extraña. Excepto cuándo uno está muy concentrado en escribir que te lleva de manera muy directa a estar plantado ahí. Cuándo uno hace cosas motrices, te pasan pensamientos, recuerdos, pequeños detalles, un poco eso que Nathalie Sarraute llamaba tropismo, es eso que no llega conformarse en palabras, a pesar que pueda tener palabras sueltas por ahí, se forma imágenes. Después, al escribir el cuento, uno tiene que buscar el artificio para que eso cuaje de una manera más agradable para leer. Me encantan los caballos, pasé toda mi infancia en un pueblo minúsculo donde más que autos pasaban caballos por la calle y después el colegio al que fui en la primaria quedaba en los fondos del Hipódromo, desde donde se veía la zona de gateras en cierto tipo de carrera.

—¿Y eso quedó resonando?

—Sí, escribo bastante con todo lo que me queda resonando. No es que pienso un argumento demasiado loco, sino que se va construyendo a partir de esas pequeñas cosas, al fin de cuentas es eso lo más parecido a uno, lo más individual que uno tiene.

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—Katsikas es un personaje que cruza tres de los cinco cuentos del libro. ¿De donde viene porque tiene aspectos de diferentes lugares?

—Sí, te digo la verdad, no sé como se construyó, una vez apareció en algunos de los cuentos, no recuerdo ya cual. Sí fue importante uno en que está en primer lugar y por eso quedó en primer lugar, que se llama Webern, que es donde está este personaje Katsikas leyendo un libro de música contemporánea sobre Anton Webern, que es un compositor austríaco y así cuajo en su momento de manera muy clara ese personaje, que ya estaba en otros lados, ahí es como que lo divisé. Y después, siempre cuándo era más chico me había prometido no escribir sobre escritores, que es algo que no me gusta y terminé escribiendo sobre uno. Me gusta pensar que es un escritor raro, en todo caso.

—¿Es un escritor contra su voluntad?

—Es contra su voluntad al principio y después hay como agujeros en el relato en como termina deviniendo escritor, es un escritor de ciencia ficción en una época en la que no se escribía, que ya existía pero es en los comienzos. Después hay algo que a mí me gusta mucho, que es poner a alguien en los años 60, 70 y 80. ¿Por qué? En los 80 yo tenía 14 años cuándo vuelve la democracia, que es una época que aparece poquísimo en la literatura como escena, que era una época fascinante. Aunque a Katsikas no lo pensé en función de nadie, hace poco estaba leyendo los escritos periodísticos de Antonio Di Benedetto y me encontré con un artículo de Miguel Briante sobre el homenaje que se le hace a Di Benedetto en el San Martín y, casualmente, a Katsikas le hacen un homenaje cuándo vuelve la democracia, en algo que no está nombrado pero que claramente es el Teatro San Martín. Después dije, sin haber pensado de manera muy precisa que gente estaba detrás de ese personaje, Di Benedetto claramente es una figura tutelar, es un escritor que a mi me encantaba, es un escritor que tiene un cuento que se llama "Caballo en el salitral", que me parece fascinante. Es como si hubiera magnéticamente agrupado pequeñas cositas de mucha gente.

—Sus cuentos son muy argentinos. ¿Está de acuerdo? ¿Los ve insertos en la tradición cuentística argentina?

—Me gusta eso porque tengo un amigo que me dijo que son muy europeos y estoy totalmente en desacuerdo con él.

—¿En serio? Me pareció todo lo contrario, incluso los percibí como parte de la tradición más clásica…

—Creo que hay algo, y eso sí me preocupa, lo pienso cuándo escribo, y es algo que tiene que ver con algo de la lengua, de qué palabras usas y hay veces que no tiene tanto que ver la trama de lo que ocurre, que quizás también se puede decir que es muy argentino, en la elección del vocabulario quizás hay algo de argentinidad. De una manera a veces un poco entomológica, en el sentido de que en vez de poner todo en un discurso muy largo, aparece como incrustado. Lo pienso en el final del libro, que son las últimas palabras de un personaje y es un insulto bastante elaborado y callejero.

—O los propios gauderios, el duelo que me remitió a Borges mezclado con la presencia de skaters…

—Ese es un cuento bastante raro, ahí no aparece Katsikas. Es a la vez un cuento de una banda marginal, gente que vive en la calle y que tiene nombres rusos simplemente porque eligieron tenerlos sacándolos de un libro. Es interesante, hablando de la lengua y de los nombres, como simplemente designar algo con un nombre raro marca a tal punto que la gente piensa más en los rusos que en lo que de verdad hay en el cuento de rusos. Para mi ese cuento transcurre topográficamente, está bastante explicado donde transcurre sin decir los nombres. La cuestión de los skaters que aparece al final, a mí me da la sensación que es como transcurriera hoy, simplemente que hay muchas cosas que uno no ve, o que uno no le presta atención, lo cual no quiere decir que esos personajes o que estos marginales existan. El asunto sincrónico de la cantidad de vidas que hay acá y de mundos totalmente distintos a los que uno no le presta atención y que ni siquiera los puede imaginar, me parece que apunta a eso ese cuento, después sí tiene todas esas referencias cruzadas, que termina con un duelo a los tiros.

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