
El 25 de julio de 1995 llegó a la discotiendas de todo el país La tierra del olvido, el séptimo trabajo de estudio de Carlos Vives, y el primero luego del éxito internacional cosechado dos años antes con Clásicos de la Provincia, que lo transformó en el cantante colombiano de mayor proyección internacional en ese momento.
Y es que su camino estuvo marcado por los fracasos, con tres discos más cercanos al pop y las fórmulas del rock en español de finales de los 80 que no llamaron la atención. Fue tras su aparición en Escalona interpretando las canciones de la telenovela y su posterior publicación en dos volúmenes que su nombre comenzó a cobrar fuerza.
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Con Clásicos de la Provincia, el cantante comenzó a incursionar en nuevas formas de interpretar el vallenato, desde una perspectiva alejada de la vieja guardia, pero también de los románticos como el Binomio de Oro o Los Diablitos. En su lugar, probó incorporando elementos del rock y de la cumbia, sin descuidar el componente radial y tomando nota de lo que sucedía con las fusiones del “alterlatino” de Los Fabulosos Cadillacs, Maldita Vecindad o Café Tacvba.
El resultado fue un éxito rotundo, al punto que terminó salvando a Sonolux de la bancarrota. Por ese motivo, cuando llegó el momento de volver a los estudios, Vives tuvo más libertad creativa y la distribución internacional de Polygram, entonces uno de los sellos multinacionles más importantes de la industria.
Con la suma de Richard Blair en la producción (el mismo que trabajó con Totó La Momposina en La candela viva y en los debuts de Aterciopelados y La Derecha), codo a codo con Ernesto “Teto” Ocampo, Luis Ángel Pastor e Iván Benavides (miembros de la banda de Carlos Vives), así como el propio cantante, La tierra del olvido profundizó en lo explorado previamente y aportó más color y variedad en las canciones, que se desarrollaron en sesiones de trabajo que se realizaron en dos fincas: una cerca de Santa Marta y otra en el municipio de Santandercito, a dos horas de Bogotá.

De las 11 canciones que conforman La Tierra del Olvido, cinco son versiones de vallenatos de figuras como Alejo Durán (que compuso Fidelina y La cachucha bacana) o Leandro Díaz (autor de Diosa Coronada), o versiones de cumbias como Rosa o Zoila, esta última compuesta por Antonio “Toño” Fernández, la cabeza de Los Gaiteros de San Jacinto.
El resto de composiciones corrieron a cargo de Carlos Vives o los músicos de La Provincia. Carlos Vives coescribió tres de los temas originales, incluyendo los dos mayores éxitos: Pa Mayté que incursiona en la champeta, y La tierra del olvido, concebida en su mayoría por Iván Benavides.
Sobre la pista que da nombre al disco (e inspirada en un apartado de El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez), Benavides contó a la Rolling Stone que le surgió en un momento mientras el resto de músicos se encontraba trabajando y él se la pasaba en una hamaca. “Después de varios días en la hamaca, llegó un momento de iluminación, algo retumbaba en mi cabeza. Tomé la guitarra y en cuestión de minutos tenía la letra y la música de la canción. Parece fácil, pero estoy convencido de que la espontaneidad necesita de mucho trabajo”, contó.
Como muestra del ambiente colaborativo de las sesiones, el disco incluyó un tema que no fue cantado por Carlos Vives: La puya puyá, escrita por Egidio Cuadrado, el inseparable acordeonero de Carlos Vives desde los días de Escalona y hasta su muerte el 21 de octubre de 2024.
Esa dinámica se extendió con la aparición de Gaira Música Local, sello fundado por el propio Carlos Vives, que en 1996 publicó, entre otros, el único álbum de Bloque de Búsqueda, grupo fundado por Iván Benavides y “Teto” Ocampo en ese periodo que profundizaba en las fusiones entre rock y ritmos tradicionales colombianos. Tiempo después fue reeditado en Estados Unidos con apoyo de Luaka Bop, el sello del cantante norteamericano, David Byrne.
La grabación de La Tierra del Olvido se desarrolló en los estudios Audiovisión en el norte de Bogotá, y en los prestigiosos Criteria Recording Studios de Miami, a lo largo del primer semestre de 1995.
El 28 de junio de 1995, unas semanas antes de la llegada del larga duración a las discotiendas, se lanzó en las emisoras el primer corte promocional, La Tierra del Olvido, y se transformó en un éxito instantáneo. El evento de lanzamiento oficial se realizó el 11 de agosto, en el Auditorio Getsemaní del Centro de Convenciones Cartagena de Indias, en un evento que congregó unos 1.500 invitados dentro de los que se encontraba la farándula más rimbombante de la política, el periodismo y la industria musical colombiana, según recordó Radio Nacional de Colombia.

Desde su lanzamiento, La Tierra del Olvido se hizo notar por el modo en que plasmó una fusión de ritmos y estilos centrados principalmente en el Caribe colombiano, sin dejar de lado el tono de voz carismático de Carlos Vives ni el acordeón de Egidio Cuadrado. Todos estos elementos terminaron por marcar una pauta que hizo escuela en la música colombiana durante los años siguientes.
Por ejemplo, el tropipop que cobró fuerza durante los 2000, tiene como espejo el ejemplo de canciones como La cachuca bacana o Ella, ambas con una guitarra eléctrica pronunciada y una influencia de la cumbia que se transformó en una fórmula imbatible en las emisoras de todo el país. Las fusiones que comenzarán a explorar en ese mismo periodo agrupaciones como ChocQuibTown, Systema Solar o Bomba Estéreo (a veces con reivindicaciones a las comunidades indígenas) tienen claros antecedente en Rosa, Agua o Jam en Jukümey, un instrumental con gaitas y percusión que rinde tributo al nombre kogui con el que se conoce al río y al actual corregimiento de Palomino, en La Guajira y, por extensión, a las comunidades precolombinas que viven en la Sierra Nevada de Santa Marta.

Inclusive, la “nueva ola del vallenato” que lidera Silvestre Dangond y que está abierta a probar con elementos fuera de la tradición vallenata se explica por el ejemplo que impuso antes La Tierra del Olvido. 30 años después, el séptimo larga duración de Carlos Vives sigue escuchándose hipnótico, atrapante y atrevido, sin dejar de lado su atractivo comercial.
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