Las plantas empacadoras de carne reanudan operaciones en EEUU y la información sobre el contagio de sus trabajadores sigue siendo imprecisa

Por Michael Corkery, David Yaffe-Bellany y Derek Kravitz

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La planta de Smithfield Foods en Tar Heel, Carolina del Norte, el 22 de mayo de 2020. (Jeremy M. Lange/The New York Times)
La planta de Smithfield Foods en Tar Heel, Carolina del Norte, el 22 de mayo de 2020. (Jeremy M. Lange/The New York Times)

La planta de Smithfield Foods en Tar Heel, Carolina del Norte, es uno de los centros de procesamiento de carne de cerdo más grandes del mundo, emplea a cerca de 4500 trabajadores y sacrifica hasta 30.000 puercos al día, aproximadamente.

Al igual que en otras cien plantas de carne de todo Estados Unidos, en estas instalaciones se ha visto una cantidad importante de casos de coronavirus. Pero nadie sabe el número exacto de trabajadores que han dado positivo en Tar Heel.

Smithfield no quiso proporcionar información cuando le preguntamos acerca de la cantidad de contagios en la planta. Tampoco lo hicieron los funcionarios de salud locales ni estatales.

“Ha habido un estigma relacionado con el virus”, señaló Teresa Duncan, directora del departamento de salud en el condado de Bladen, donde se ubica la planta. “Así que estamos tratando de proteger la privacidad”.

Se ha constatado que, junto con los asilos de ancianos y las prisiones, las empacadoras de carne son lugares donde el virus se propaga con rapidez. Pero a medida que comienzan a abrir de nuevo decenas de plantas que cerraron por el brote, la renuencia de las empresas cárnicas a revelar las cifras detalladas de casos no permite saber si el contagio está contenido o si están surgiendo otros casos incluso con las nuevas medidas de seguridad que se adoptaron. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades afirmaron que, hasta finales del mes pasado, había casi 5000 trabajadores de empacadoras de carne infectados con el virus. Pero, la semana pasada, la organización sin fines de lucro Food & Environment Reporting Network calculó que la cifra ha aumentado a más de 17.000. La organización afirmó que ha habido 66 fallecimientos dentro de esta industria.

Además, es posible que los brotes sean incluso más generalizados.

Durante semanas, los funcionarios locales recibieron órdenes contradictorias de parte de los dirigentes estatales y de las empresas empacadoras de carne acerca de cuánta información publicar, de acuerdo con correos electrónicos internos procedentes de las agencias sanitarias del gobierno obtenidos gracias a las solicitudes de acceso a registros públicos que realizó el Brown Institute for Media Innovation de la Universidad de Columbia y proporcionó a The New York Times. Los mensajes confusos dejaron a muchos trabajadores y a sus comunidades en la incertidumbre acerca de la magnitud de la propagación en algunas partes de Iowa, Nebraska y Colorado.

Los correos electrónicos también revelan la deferencia que algunos funcionarios del condado han mostrado hacia las grandes empacadoras y la poca autoridad que tienen para obligar a las empresas a contener los brotes.

“Las malas noticias se difunden mucho más rápido que la verdad”, comentó un funcionario de salud del condado acerca del brote que hubo en una planta de Cargill, de acuerdo con las notas de una llamada telefónica el mes pasado. “En este momento, no estamos haciendo nada para desprestigiarlas. No las arrojaremos a los medios de comunicación”.

Las dudas sobre la transparencia de los gobiernos y de las empresas acerca del coronavirus va más allá de las empacadoras de carne. Los funcionarios chinos han recibido muchas críticas por no dar a conocer con detalle la magnitud de la propagación del virus dentro de sus fronteras. Y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha cuestionado la cifra oficial de muertos a causa del coronavirus y ha insinuado que tal vez las cifras están infladas pese a que, según los expertos en salud pública y en estadística, es más probable que esté sucediendo lo contrario.

Una camioneta que transporta cerdos pasa por la planta de Smithfield Foods en Tar Heel, Carolina del Norte, el 22 de mayo de 2020. (Jeremy M. Lange/The New York Times)
Una camioneta que transporta cerdos pasa por la planta de Smithfield Foods en Tar Heel, Carolina del Norte, el 22 de mayo de 2020. (Jeremy M. Lange/The New York Times)

No se les pide legalmente a las empresas cárnicas que revelen cuántos trabajadores están enfermos, pero los expertos en leyes afirman que la privacidad no es una razón válida para ocultarle las cifras a la población.

“Alertar a una comunidad sobre la cantidad de casos en un lugar específico es una intervención de salud pública normal”, señaló Nicole Huberfeld, experta en salud pública de la Universidad de Boston. “La gente tiene que actuar de manera adecuada cuando está expuesta”.

La falta de información completa también demuestra el poder que tiene esta industria como uno de los empleadores más importantes en el medio oeste y el sur del país.

Aunque más del 80 por ciento de los trabajadores de la industria de la carne de res y cerdo están sindicalizados, incluso los dirigentes laborales reconocen que no es tan fácil cerrar las plantas de carne como otras fábricas debido a que son esenciales para el abastecimiento de alimentos. Por ejemplo, las plantas de automóviles fueron cerradas con relativa anticipación durante la pandemia y acaban de comenzar a operar de nuevo.

Luego de que cerraron algunos mataderos, los restaurantes y las tiendas tuvieron una escasez importante de carne, lo que llevó a Trump a emitir un decreto presidencial para designar a las plantas de carne como “infraestructura fundamental” que debe permanecer abierta.

Sin embargo, el decreto no abordaba temas esenciales como la realización de pruebas, lo que dio lugar a que muchas empresas reabrieran las plantas o las mantuvieran funcionando sin realmente verificar si los empleados habían contraído el virus.

Muchos departamentos de salud de todo el país han exhortado a las empresas a realizar pruebas a sus empleados, pero no fue una orden.

La planta de Tyson Foods en Waterloo, Iowa. (Daniel Acker for The New York Times)
La planta de Tyson Foods en Waterloo, Iowa. (Daniel Acker for The New York Times)

En Carolina del Norte, los defensores de los trabajadores y de la comunidad en la zona de Tar Heel comenzaron a sonar la alarma en abril cuando las agencias de noticias locales informaron sobre una serie de contagios vinculados a la planta de Smithfield.

De acuerdo con Melissa Packer, directora adjunta de salud del condado vecino de Robeson, ahí se han contagiado 59 residentes que trabajan en las instalaciones de Tar Heel, de un total de 669 casos en la comunidad.

No obstante, al igual que el resto de la población, Packer no sabe cuál es el alcance total del brote en la planta.

Este mes, el gobernador de Nebraska, Pete Ricketts, anunció que el estado no dará a conocer la cifra de casos de coronavirus de algunas plantas cárnicas específicas sin el consentimiento de las empresas. El vocero del gobernador señaló que el estado está publicando cifras totales de casos de toda la industria de procesamiento de carne. Algunas de las grandes empacadoras de carne de Nebraska también han comenzado a revelar menos información a sus empleados acerca del número de casos.

Eric Reeder, presidente de un sindicato local que representa a los trabajadores de catorce plantas en toda Nebraska, comentó que cuanto más grande es el brote, menos claras se han vuelto algunas de las empresas respecto del número de casos.

“Cuando en una planta se llega a varios cientos de casos, se vuelven más herméticos y eso dificulta que los trabajadores se protejan a sí mismos y a sus familias”, comentó Reeder, presidente del sindicato local número 293 del Sindicato de Trabajadores de Alimentos y Comercio.

Esos problemas de transparencia salieron a la luz el mes pasado cuando Teresa Anderson, directora del Departamento de Salud del Distrito Central en Grand Island, Nebraska, le dijo a la procesadora de carne JBS que tenía planeado realizar pruebas para el coronavirus en un parque cercano a la planta de la empresa, la cual emplea a 3700 trabajadores.

Paneles de plástico cuelgan dividiendo cada estación de trabajo en el piso de producción de la planta de Tyson Foods en Waterloo, Iowa, el 5 de mayo de 2020. (Daniel Acker/The New York Times)
Paneles de plástico cuelgan dividiendo cada estación de trabajo en el piso de producción de la planta de Tyson Foods en Waterloo, Iowa, el 5 de mayo de 2020. (Daniel Acker/The New York Times)

JBS quería que le garantizara que los resultados no se darían a conocer.

“Entendemos que vaya a grabar y a hacerle preguntas al empleador, pero le pediríamos que no haga pública la información de los resultados de las pruebas”, escribió en un correo electrónico Nicholas White, encargado de cumplimiento en JBS, a Anderson el 15 de abril.

Sin embargo, seis días después, Anderson anunció que estaban infectadas más de 200 personas vinculadas a la planta de Grand Island. Para el 5 de mayo, de acuerdo con los correos electrónicos de Grand Island, al menos 328 empleados habían dado positivo, algunos de los cuales ya habían sido reportados con anterioridad por la agencia de noticias ProPublica.

Cameron Bruett, vocero de JBS, dijo que la empresa no quería publicar el número de casos positivos de la planta porque se estaban realizando pocas pruebas a un nivel más amplio. Señaló que publicar la información “distorsionaría la participación de cualquier empresa en la propagación dentro de la comunidad”.

Incluso si se revelan las cifras de los casos, muchos departamentos de salud dicen que no tienen mucha autoridad para tomar medidas en las plantas cárnicas.

El mes pasado, un trabajador de una planta de carne de cerdo de Triumph Foods en St. Joseph, Misuri, envió un correo electrónico a las autoridades de la ciudad para decirles que al menos dos empleados estaban contagiados y que el 90 por ciento de los trabajadores seguían trabajando “a menos de un metro de distancia” entre ellos.

“Los trabajadores tienen miedo”, afirmó el empleado. “¿Acaso el gobierno no puede tomar medidas sobre este asunto para proteger a los trabajadores y a la ciudad?”.

Un funcionario de salud le respondió el 21 de abril diciendo que la ciudad tenía “autoridad limitada” para cerrar una empresa y sugirió que los trabajadores se cubrieran la nariz y la boca y usaran gel antibacterial en las manos.

De acuerdo con la página web de la empresa, desde entonces, Triumph les ha proporcionado cubrebocas a los trabajadores, entre otras medidas de protección. Pero en ese momento, el trabajador de la planta no sintió ningún alivio con la respuesta de la ciudad.

“¿Me están diciendo que no importa que dos trabajadores estén infectados porque la planta vale más que la salud de los trabajadores?”, escribió.

(c) The New York Times 2020

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