Fue acusado de matar a un niño por su color de piel y clamó su inocencia hasta el momento de su fusilamiento: la historia del ‘monstruo de Armendáriz’

Siempre negó el asesinato. Los policías se basaron en un testimonio que se contradijo 30 veces. La sociedad limeña, conservadora y racista de la época, pidió la pena de muerte. Esta es la historia de Jorge Villanueva Torres.

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Jorge Villanueva Torres, el 'monstruo de Armendáriz', fue capturado tras el testimonio de un vendedor de turrones que se contradijo 30 veces. Fotos: El Comercio
Jorge Villanueva Torres, el 'monstruo de Armendáriz', fue capturado tras el testimonio de un vendedor de turrones que se contradijo 30 veces. Fotos: El Comercio

Eran las 5:25 de la mañana del 12 de diciembre de 1957. Apareció un hombre afroperuano, alto y delgado custodiado y arrastrado por cinco policías hasta un paredón. Lo ataron a un poste de tres metros de altura. Frente a él, ocho guardias lo esperaban con fusiles en mano. “¡Soy inocente!”, gritó antes que se descargaran las balas. Las personas que habían presenciado la ejecución se preguntaron si en verdad había sido el culpable del delito de matar y violar a un niño; si realmente Jorge Villanueva Torres era el ‘monstruo de Armendáriz’, un enigma que jamás se ha resuelto en la justicia peruana y que dejó dudas sobre la pena de muerte en este país.

La historia fatal de este acusado sin pruebas comenzó en los primeros días de setiembre de 1954 en las cercanías de las playas de Lima, en la quebrada Armendáriz -que divide a los distritos de Miraflores y Barranco- cuando dos estudiantes encontraron el cuerpo de Julio Hidalgo Zavala, un niño de tres años de edad. Los jóvenes corrieron en busca de ayuda. Los curiosos se acercaron, la prensa arribó y los policías cerraron el lugar. Entre las personas estaba Abraham, el padre del menor, que al ver descubierto el cadáver golpeado de su hijo comenzó a gritar. Quería justicia.

El cuerpo del niño fue sometido a una autopsia en la Morgue Central de Lima. Presentaba lesiones en la eminencia frontal, así como en la extremidad inferior del mismo lado. Había tierra en sus fosas nasales. Tenía algunas partes del cuerpo mordidas por roedores, por lo que se determinó que la muerte había ocurrido 24 horas antes del hallazgo. Aquí sucede algo extraño: la Policía de Investigaciones del Perú no llegó a más conclusiones sobre el caso.

En las calles, en las radios y en los periódicos se pedía que capturaran al culpable. Los padres no dejaban salir a sus hijos a jugar a las calles. Decenas de guardias civiles y republicanos custodiaban las calles limeñas en busca de una pista para dar con el homicida: hubo redadas en los bares, billares y cantinas de mala muerte, pero no se consiguió nada. La población capitalina comenzó a presionar.

Jorge Villanueva Torres, más conocido como el 'monstruo de Armendáriz', en el juicio. Foto: El Comercio
Jorge Villanueva Torres, más conocido como el 'monstruo de Armendáriz', en el juicio. Foto: El Comercio

TESTIMONIO

“Era un sujeto negro y alto. Me compró 20 centavos de turrón para el niño. Yo lo puedo reconocer”, declaró Ulderico Salazar, un vendedor de turrones que trabajaba en la misma cuadra donde vivía el pequeño Julio. Las autoridades se basaron, sobre todo, en su testimonio.

El vendedor aseguró que había visto al culpable, un individuo de raza negra, llevarse a Julio por la quebrada de Armendáriz. Arrestaron a los vagabundos que estaban cerca del distrito, les tomaron varias fotografías y, sobre una mesa, le pidieron que señale al asesino. “Es este”, contestó. Era Jorge Villanueva Torres, más conocido en las calles como el ‘Negro Torpedo’.

El acusado fue sentado frente a Ulderico. Lo examinó otra vez e insistió: “Es él”.

Al ser interrogado por los detalles, el comerciante especificó que cuando se retiraba del Parque Barranco Villanueva lo detuvo para comprarle unos dulces para el niño. “Llevaba pantalón marrón, zapatos mocasines y el dedo pulgar chato”, tal como lo tenía Villanueva Torres.

“Logré identificarlo porque tenía un dedo torcido, como el hombre que me compró el dulce para Julito”, declaró a la prensa.

Desde ese momento, Jorge Villanueva Torres no fue más el ‘Negro Torpedo’ y se convirtió en el ‘monstruo de Armendáriz’. El racismo y la Lima conservadora de la época sacaron a relucir un rol protagónico: había un responsable del asesinato del niño y querían que pague con su vida.

Jorge Villanueva Torres, el 'monstruo de Armendáriz', durante el juicio. Siempre clamó su inocencia. Foto: El Comercio
Jorge Villanueva Torres, el 'monstruo de Armendáriz', durante el juicio. Siempre clamó su inocencia. Foto: El Comercio

PIDIERON LA PENA DE MUERTE

Jorge Villanueva Torres tenía mala fama en el barrio barranquino. Robaba carteras en los tranvías. Era un delincuente de poca monta conocido en las comisarías y, a sus 35 años, ya había pisado la cárcel varias veces. No obstante, siempre clamó su inocencia sobre ese crimen.

Hubo una manifestación pública en los exteriores de la casa de la víctima. “¡Muerte para el monstruo!”, gritaban las personas que se habían reunido allí para pedir justicia.

Los investigadores siguieron interrogando al acusado hasta que después de varios días, el 14 de setiembre de 1954, el supuesto homicida aceptó su culpa. Los diarios y las radios comenzaron a difundir la noticia: Jorge Villanueva Torres era el ‘monstruo de Armendáriz’. Fue confinado en la Penitenciaria de Lima a la espera de su juicio.

EL JUICIO

Periodistas, curiosos, abogados y manifestantes que pedían la pena de muerte contra Villanueva Torres se agolpaban cada mañana en la puerta del Tercer Tribunal Correccional, donde se seguía el juicio contra el acusado.

La defensa fue tomada por Carlos Enrique Melgar, un joven abogado de la Universidad San Marcos que quiso demostrar que su cliente no era culpable. Logró que se retire el cargo de violación porque no habían pruebas y argumentó que pudo haber sido víctima de un chofer de un auto, que luego de arrollar al menor lo habría dejado apartado en la bajada de Armendáriz. Además, mencionó que la confesión de su patrocinado sobre el crimen había sido por presión, pues, según sus palabras, le habían prometido que pasaría menos tiempo en la cárcel.

Jorge Villanueva Torres gritó que lo habían obligado a autoculparse, que no había matado al niño y que estaba allí por error. Nadie le creyó. La actitud rebelde de un ladrón de poca monta le jugó en contra.

Jorge Villanueva Torres, el 'monstruo de Armendáriz', rodeado de policías tras su captura. Foto: El Comercio
Jorge Villanueva Torres, el 'monstruo de Armendáriz', rodeado de policías tras su captura. Foto: El Comercio

El turronero Ulderico Salazar era el testigo estrella; siguió jurando una y otra vez que el ‘monstruo de Armendáriz’ era el procesado. Él lo había visto. Él era el culpable. De nada bastó que el acusado se defendiera, pero los gritos que lanzaba en la sala del tribunal tampoco le ayudaron mucho.

Dos años, entre idas y venidas, duró el juicio. El 8 de octubre de 1956 se dictó la sentencia ante la presión popular: condenado a pena de muerte por el homicidio del menor Julio Hidalgo Zavala, juzgado así por la Constitución de 1933 que fue aprobada por el gobierno del expresidente Luis Miguel Sánchez Cerro.

Los gritos de Villanueva Torres se escucharon en la sala. Estalló en ira. Quiso agredir a los magistrados. Tuvo que ser controlado y maniatado por los policías mientras que en el tribunal se escuchaba la palabra “justicia”.

“Yo he cometido muchos delitos. He sido un hombre malo, pero este crimen no me pertenece”, dijo con voz quebrada en su defensa.

En diciembre de 1957, la Segunda Sala de la Corte Suprema ratificó la condena al revisarla. “Con inequívoca certeza de que es agente responsable de excepcional peligrosidad y conducta inmodificable se reclama la más severa sanción”, se lee en el fallo.

El abogado defensor, quien se había metido de lleno en el caso, contestó: “Con indicios no se condena a muerte. No hay convicción, miente el turronero. En caso de duda hay que estar a lo favorable al reo, ¡Indubio pro reo!”, haciendo alusión a lo que indica la Constitución.

FUSILAMIENTO

A las 5:25 de la mañana del 12 de diciembre de 1957 ingresaron a la carceleta donde estaba Jorge Villanueva Torres, el juez instructor Carlos Carranza Luna y el escribano Froilán Manrique para dejar constancia de la ejecución en la Penitenciaria de Lima.

El mal llamado ‘monstruo de Armendáriz’ fue golpeado y arrastrado, a punta de insultos hacia el madero del fusilamiento. Seguía clamando su inocencia. En un momento dejó de resistirse, nadie lo ayudaría ni lo sacaría de allí. Alrededor de él habían 67 espectadores en ese patio de 24 metros de largo por 22 metros de ancho.

Ocho integrantes del regimiento de la Guardia Republicana, comandado por el alférez Orlando Carrasco, ingresaron al lugar para proceder con la pena de muerte. Le ofrecieron una capucha al hombre, pero no quiso. Solo dejó que le pusieran una escarapela negra encima de su traje porque allí debían ir los disparos.

“Usted es el culpable de mi muerte”, afirmó Villanueva Torres directamente al juez y al escribano antes de escuchar el “bum” de los disparos. Como indicaba la ley, Carrasco se acercó y le propinó el tiro de gracia en la sien derecha.

“Señores, se ha hecho justicia”, dijo el director de la prisión a los asistentes.

Portada del diario El Comercio después del fusilamiento del 'monstruo de Armendáriz. Foto: El Comercio
Portada del diario El Comercio después del fusilamiento del 'monstruo de Armendáriz. Foto: El Comercio

EL FINAL NO RESUELTO

Días después del fusilamiento, Ulderico Salazar, el testigo más importante del caso dijo lo siguiente: “Espero que la sociedad me dé un trabajo estable para mantener a mis tres hijos”. El diario La Prensa informó que el comerciante se había contradicho más de 30 veces en el proceso.

Juan Bautista Caspari, el sacerdote que acompañó a Villanueva Torres hasta los últimos minutos de su vida, contó que siempre se declaró inocente.

Cincuenta años después, Víctor Maúrtua Vásquez, médico legista y testigo de la ejecución, dijo que observaba una inexacta reconstrucción de la secuencia de las lesiones en el cuerpo del menor. Al parecer, el niño había sido atropellado y dejado a un lado de la bajada Armendáriz, algo que había supuesto el abogado defensor durante el juicio.

En 2017, el entonces presidente del Poder Judicial, Duberlí Rodríguez, comentó que la institución evaluaría la posibilidad de absolver póstumamente a Jorge Villanueva Torres. Sin embargo, nunca se llegó a nada y hasta ahora no existe nada formal.

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