Las grandes bodas albanesas tendrán esperan el fin de la pandemia

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Elona Demollari no sabe cuándo podrá casarse debido a la pandemia, pero sigue preparando el vestidos de novia para el día en que pueda celebrar su boda como corresponde en Albania, con una gran fiesta y cientos de invitados.

Las gigantescas bodas tradicionales, uno de los pilares de la sociedad albanesa y una oportunidad de oro par festejar, son víctimas colaterales de la pandemia del nuevo coronavirus.

En el pequeño país de los Balcanes, las bodas generalmente reúnen a varios cientos de personas, y las familias gastan fortunas, incluso el dinero que no tienen.

Pero este tipo de bodas está prohibido hasta nuevo aviso, para disgusto de decenas de miles de parejas, en una situación que pone de rodillas a una industria que mueve cientos de millones de dólares.

Aún es posible hacerlo en grupos pequeños, pero esto está fuera de discusión para Elona, una directora de prisión de 31 años.

Sueña con una "gran boda" con más de 300 invitados en una lujosa granja cerca del mar. Su futuro esposo, un ingeniero de construcción, está bloqueado desde hace tres meses en Italia, donde trabaja al igual que muchos albaneses, y su hermana no puede por el momento regresar de Canadá.

A pesar de todos esos contratiempos, Elona sigue con los preparativos y visita la tienda "Geraldina Sposa" en Tirana, donde los maniquíes exhiben vestidos de novia inmaculados.

- "El sueño de cualquier chica" -

"Vine a elegir mi vestido de novia y tratar de hacer realidad el sueño más grande de todas las chicas", dice esta bella y enérgica morena. "A pesar de la pandemia, no me rendí. Es un desafío", añade.

El matrimonio es "una institución muy importante" en Albania, un pequeño país de 2,8 millones de habitantes, dice a AFP la antropóloga Aferdita Onuzi. "Es el pilar de la sociedad, la garantía de la perpetuación de los lazos familiares", apunta.

Los albaneses lo percibe como el acontecimiento más hermoso e importante de la vida.

Para muchos, "el matrimonio también es una cuestión de honor", ya que legitima los vínculos entre parejas y tranquiliza a los padres, continúa la antropóloga.

Incluso bajo el dictador Enver Hoxha, vivir en pareja sin casarse era contrario a la "moral comunista" y era parte de las "costumbres extranjeras".

Desde entonces, la convivencia se ha vuelto más común, pero "no es ampliamente aceptada por las familias tradicionales", dice Elsa Ballauri, una activista de derechos humanos.

En 2019, se registraron alrededor de 32.000 matrimonios, según el Ministerio del Interior.

Según las agencias profesionales, dos tercios de los nuevos cónyuges organizaron una gran fiesta, o incluso dos, una en la familia de la novia y otra en la del novio.

En los pueblos menores las festividades pueden durar una semana. En un país pobre, donde el salario promedio es de poco más de 400 dólares, las festividades cuestan miles, incluso decenas de miles de dólares.

- Cielo iluminado -

Entre las bodas más suntuosas se destaca recientemente la de Elseid Hysaj, futbolista del club de fútbol de Nápoles.

Hace un año, reunió a 500 personas en la ciudadela que domina Shkodra, su ciudad natal. Los invitados bailaron bajo un dosel de linternas antes de que el cielo explotara con fuegos artificiales.

"No conocía a todos los presentes, pero la familia quería invitar a todos, no podía no complacerlos", dijo el futbolista a la AFP.

Desde entonces, el nuevo coronavirus, que ha matado a unas 35 personas en Albania, perjudicó mucho a una industria que mueve cada años entre 350 y 380 millones de dólares, lamenta Armand Peza, director de "Geraldina Sposa".

Y "lo peor no es lo que hemos vivido, sino la incertidumbre de lo que está por venir".

Erion y Anxhela habían planeado invitar a 400 personas, pero con el toque de queda decretado en abril se resignaron a una pequeña fiesta en casa.

"Cambiar la fecha de una boda trae mala suerte, esa es una de las razones por las que decidimos mantenerla", dice Erion.

Muchas parejas, sin embargo, prefirieron posponer la fiesta. En Ami Event, el salón de bodas de Armanda Toska, los vestidos ordenados por novias que no se casarán pronto siguen colgados en el olvido.

"Me entristece verlos. Las novias debían ponérselos y bailar en medio de 200 personas", lamenta.

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