Hace 13 años que esas imágenes borrosas donde los aplausos estallaron en el Monumental dejaron grabada a fuego la vida de Andrés D'Alessandro. El Cabezón, una de las últimas joyas forjadas en la cantera de Núñez, decidió despedirse de River para comenzar su periplo futbolístico en el Woflsburgo de Alemnia.
Era el cierre del Clausura 2003 y River enfrentó a Racing en el Monumental simplemente para cumplir: ya había obtenido el título una fecha antes, frente a Olimpo. El 10 recibió la cinta de capitán por parte de Leonardo Astrada, que se retiraba del fútbol profesional inmerso en una crisis personal por el secuestro de su padre.
El Cabezón tuvo sus clásicas pinceladas y hasta asistió a Fernando Cavenaghi para el descuento de aquella anecdótica derrota 3-1 con la Academia. Sobre el final, el chileno Manuel Pellegrino lo reemplazó para que la gente le regale la merecida ovación antes de convertirse en una millonaria venta al fútbol teutón de 11 millones de dólares.
Dos fechas antes, también en Núñez, D'Alessandro marcó ante Gimnasia un auténtico golazo y, sin saberlo, firmó la última gran obra de arte con la camiseta de River. Tomó la pelota de espaldas, giró, se sacó dos hombres de encima a pura gambeta y definió al palo más alejado.
Así cerró una etapa de cuatro fabulosos años en el Millonario, con el que consiguió tres campeonatos locales. Un paso por San Lorenzo (con los recordados goles gritados a River en la Libertadores 2008) y la idolatría en Inter de Brasil generaban que esta utópica vuelta se pueda convertir en una realidad.