La mejor manera de comenzar una visita por Moscú es saboreando el tradicional y delicioso chocolate caliente del famosísimo Café Pushkin. Ubicado en una de las mejores zonas residenciales de la ciudad, toma su nombre del gran poeta ruso Alexander Pushkin.
Al ingresar uno tiene la sensación de retroceder en el tiempo. Todo se muestra cuidando los más mínimos detalles. Parece un restaurante del Siglo XVIII y sin embargo fue construido hace tan sólo algunas décadas, pero siguiendo el más fiel estilo de épocas pasadas. La boiserie trabajada en maderas oscuras le dan al espacio una elegancia aún mayor. Se destaca el ascensor en hierro forjado y piezas decorativas como un arpa, un telescopio y un globo terráqueo.
Todo el lugar es de un encanto apacible y tranquilo. En el primer piso se encuentra una biblioteca con más de 3.000 libros y el más antiguo data del año 1663. Desde los baños decorados con porcelana hasta los jardines de su terraza nos hablan de un tiempo pasado, detenido entre paredes de estilo. Incluso los amables mozos están vestidos a la vieja usanza.
En un edificio donde antiguamente funcionaba una farmacia, hoy encontramos este café que se ha vuelto un ícono de la ciudad.