
Estar de mal humor depende de muchos factores, como por ejemplo los acontecimientos de la vida personal. Un problema en el trabajo, los vaivenes sentimentales con una pareja o un altercado familiar pueden incidir negativamente en el estado de ánimo. En contrapartida, la concreción de un objetivo profesional o una celebración suelen generar emociones positivas.

Sin embargo, también hay aspectos medioambientales -del entorno- que van más allá de lo personal y que tienen una influencia directa en cómo nos sentimos diariamente. ¿Un ejemplo? Las condiciones climáticas, según coinciden los especialistas consultados por Infobae. Se trata de una dinámica que adquirió especial relevancia con la reciente ola de calor en Argentina y que se sostiene con la repentina llegada del frío y la lluvia del otoño.
En el Día Mundial del Clima, que se celebra este 26 de marzo, así lo introdujo el psicólogo Alexis Alderete: “El clima es un factor que puede afectar el estado de ánimo de las personas de diversas maneras. Los cambios en la temperatura, la humedad, la luz solar, la lluvia, la nieve y el viento pueden tener un impacto en cómo las personas se sienten y se comportan”.
Este mecanismo ocurre porque “nuestro cerebro está diseñado para responder a estímulos y cambios en el ambiente para adaptarse y sobrevivir. Por lo tanto, cuando las condiciones externas cambian, nuestro comportamiento puede cambiar, en consecuencia”, indicó Alderete.

De acuerdo a lo descrito por el psicólogo, “los cambios climáticos pueden generar cambios comportamentales y psicológicos en las personas”. En ese tono, la irritabilidad, el agotamiento, la falta de concentración o la disminución de la capacidad para tomar decisiones pueden ser síntomas de la exposición al calor. En cuanto al frío, Alderete apuntó a la tristeza, al aislamiento social y al estrés físico como posibles manifestaciones emocionales.
“La falta de luz solar durante los días nublados puede aumentar los niveles de melatonina en el cuerpo -profundizó el especialista-, lo que puede causar somnolencia o fatiga. La lluvia y el clima frío pueden hacer que las personas se sientan deprimidas y ansiosas, mientras que los días calurosos y húmedos pueden provocar irritabilidad y cansancio”.
A su turno, Germán Picciochi (MN 161114), médico especializado en psiquiatría, neuropsiquiatría y neurología cognitiva, sostuvo: “Existe un cuadro conocido como Trastorno Afectivo Estacional, que describe la propensión a padecer desordenes afectivos -fundamentalmente de naturaleza depresiva- durante los períodos de otoño e invierno. No obstante, fuera del contexto psicopatológico, la gran mayoría de la población experimenta disminución de la energía, cansancio, aumento del apetito y otras variables en estos períodos del año”.

“Los lugares donde el período de luz diurna es proporcionalmente más corto -sumó Picciochi-, como por ejemplo las latitudes que transitan períodos de otoño-invierno o los territorios más alejados de la línea del ecuador, clásicamente han sido asociados a mayores tasas de alteraciones afectivas. Entre éstas, se encuentran la depresión clásica y los ya mencionados trastornos afectivos estacionales”.
Según el especialista, “las hipótesis neurocientíficas más extendidas vinculan a este fenómeno con el metabolismo de la melatonina -una hormona-, un proceso que está directamente influenciado por el impacto de la luz en nuestro cerebro, por menores niveles de serotonina -un neurotransmisor- y por una menor producción de vitamina D en nuestra piel, esto último asociado a la exposición a la luz solar”.
Otra profesional consultada por Infobae fue la psicóloga Sol Buscio (MN 71610), quien aportó: “Lo externo puede afectarnos y, en el caso de Argentina, con la ola de calor de los últimos días, hubo malestares, ansiedad, irritabilidad y estrés. De todas formas, es completamente subjetivo y tiene que ver con cómo cada individuo lo atraviesa y en qué condiciones vive. Si la persona viene con condiciones de base interna desde antes, o si está pasando por un proceso de algún trastorno de ansiedad o de depresión, el clima puede generar mayor alteración o aumentar el grado de sintomatología”.

En segundo término, Buscio habló del “malestar cíclico” que ocurre cuando el calor o el frío influyen en el estado de ánimo. “Por estas condiciones climáticas, puede pasar que, durante el día, no me alimente de la manera en que me tendría que alimentar, no realice la actividad física como sí lo haría habitualmente y no duerma como debería dormir”.
Cambio climático y salud mental
Por su parte, la psiquiatra Cora Luguercho, vicepresidenta de la Asociación de Psiquiatras de Argentina (APSA) y una de las coordinadoras del programa de Salud Mental Ambiental de la entidad, aportó el concepto de psicoecología o salud mental ambiental: “Son las relaciones del ambiente y las personas, que se pueden definir de distintas maneras. Por ejemplo, los vínculos que están en algún punto cerca del cuerpo, como la temperatura, la luz y el clima”.
En el mismo sentido, Luguercho se refirió a la ansiedad climática o ecoansiedad: “Tiene que ver con una serie de manifestaciones que pueden surgir con el cambio climático. No es una enfermedad mental: es una reacción que suele aparecer y no debe tratarse como una patología, pero puede darse a través de diferentes signos como pena, culpa, ira y enojo”.
Es que, según la psiquiatra, “la salud mental puede afectarse de dos maneras: de forma directa y de forma indirecta. La directa se da a partir del aumento de la temperatura, inundaciones, las consecuencias del fuego, la contaminación; mientras que las indirectas suceden con por ejemplo, las pérdidas económicas luego de un gran incendio, las migraciones climáticas, la pérdida de las cosechas: todo lo económico entra en esta parte”.

“En ese marco -siguió Luguercho- pueden aparecer cuadros de ansiedad o malestar y puede haber un aumento en los ingresos hospitalarios o en los usos de los servicios de salud mental. Incluso, luego de grandes inundaciones se han visto niveles de depresión más altos y trastornos por estrés postraumático. Además, hay estudios que indican que, a mayor contaminación ambiental, se registran más casos de deterioro cognitivo y demencia”.
¿Existe el clima perfecto?
Un estudio científico realizado tiempo atrás por un equipo internacional de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, su sigla en inglés), la Universidad de San Diego, en California y la Universidad de British Columbia, en Canadá, analizó cuál es la temperatura ideal con la que nos sentimos más felices. La investigación analizó durante siete años más de 2.400 millones de mensajes en redes sociales y fue publicada en la revista científica Plos One. Los autores relacionaron las expresiones positivas y negativas publicadas en la red social en relación a la situación meteorológica del lugar desde donde se enviaba el mensaje.
Con esa metodología, comprobaron que hay más expresiones positivas durante el día cuando el termómetro no baja de los 20°C y no supera los 30°C. A su vez, cuanto más se aleja la temperatura de estas franjas, “las repercusiones son más negativas”, sostienen. Bajo estos preceptos, “una medida perfecta serían los 25°C”.
Por la noche, según los expertos, la gente parece disfrutar del frío, especialmente si la diferencia con la máxima durante el día es de unos 15°C. “Si tomamos como referencia los 25°C de máxima durante el día, una noche feliz, meteorológicamente hablando, sería de 10°C”, concluyó el estudio, que planteó los problemas de sueño que pueden ocasionar las altas temperaturas.
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