Peter Norman: la historia del héroe olvidado de México 1968

El velocista australiano ganó la medalla plateada en los Juegos Olímpicos. Por qué solidarizarse con dos de sus compañeros le valió una condena de por vida

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La marca que realizó en los 200 mts en los Juegos Olímpicos de 1968 le permitiría aún hoy clasificar para competir una vez más por su país, así de alto fue el nivel de Peter Norman (foto: Bettman Archive)
La marca que realizó en los 200 mts en los Juegos Olímpicos de 1968 le permitiría aún hoy clasificar para competir una vez más por su país, así de alto fue el nivel de Peter Norman (foto: Bettman Archive)

México 1968. El mundo estaba convulsionado pero los Juegos Olímpicos intentaban mantenerse al margen de la política. Hasta la ciudad anfitriona había sido testigo de graves incidentes políticos antes de la fecha de los Juegos, pero el comité prohibía hacer cualquier tipo de demostración.

No era un tema liviano y todos lo sabían. Entonces ocurrió algo que marcaría uno de los momentos más recordados de los Juegos Olímpicos de todos los tiempos. Peter Norman, sin haberlo imaginado con antelación, quedó en medio de una controversia que lo castigaría más a él que a nadie. Llegado el momento tuvo que elegir y al hacerlo, marcó su suerte para siempre.

Peter Norman nació en 1942, en Coburg, Australia. Se crío dentro de una sociedad con leyes discriminatorias, pero su familia era devota del Ejército de Salvación. Las enseñanzas que recibió en su infancia lo acompañarían para siempre. Fue aprendiz de carnicero y luego maestro. Su talento para el atletismo saltó a la vista rápidamente y su extraordinario nivel lo llevó a competir por su país en los Juegos Olímpicos. La marca que realizó en los 200 mts en aquella competencia de 1968 le permitiría aún hoy clasificar para competir una vez más por su país, así de alto fue el nivel de Peter Norman.

Su gran carrera alcanzó el punto más alto la mañana del 16 de octubre del año 1968, en la final de los 200 mts. Aunque no era un favorito, Peter Norman alcanzó la gloria. El atleta norteamericano Tommie Smith ganó la carrera con un récord del mundo de 19.83 segundos. Pero contra todo pronóstico, el segundo puesto fue para Norman, con un tiempo de 20.06 segundos. El podio lo completaría otro americano, John Carlos, con una marca de 20.10 segundos. Para Peter Norman la gloria sería doble, batió la marca de su país en la distancia que hasta la fecha no ha podido ser superada.

En los JJOO de 1968, aunque no era un favorito, Peter Norman obtuvo el segundo puesto con un tiempo de 20.06 segundos (foto: Bettman Archive)
En los JJOO de 1968, aunque no era un favorito, Peter Norman obtuvo el segundo puesto con un tiempo de 20.06 segundos (foto: Bettman Archive)

Pero antes de esa carrera ya existía un plan. Algo de lo cual el australiano no sabía nada, pero pronto se enteraría. Tommie Smith y John Carlos estaban comprometidos con los derechos civiles a punto tal que llegaron a plantearse la posibilidad de ni siquiera competir. El asesinato de Martin Luther King Jr. ocurrido meses antes era la gota que rebalsó el vaso, pero todos los conflictos raciales previos ya habían calado fuerte en los dos atletas.

Finalmente, decidieron que mejor que no competir era manifestarse públicamente. Visto al día de hoy, queda claro que tenían razón, aunque el precio sería muy alto. Pero Smith y Carlos no quisieron jugarle una mala pasada a Peter Norman y le contaron cuál era su plan.

Los dos corredores subirían al podio descalzos y al sonar el himno del país ganador, Estados Unidos, levantarían el brazo con el puño, llevando un guante negro en la mano y bajando la cabeza. El proyecto olímpico por los derechos humanos (Olympic Project for Human Rights, OPHR) era la organización detrás del plan. Siendo difícil ejecutar un boicot, aceptaron que era una buena idea la protesta de los dos atletas. Hoy parece algo menos impactante, pero en aquel momento era una verdadera protesta, arriesgada y de alcance mundial.

La OPHR pretendía que no se permitiera competir a los países con Apartheid, que se le restituyera el título de campeón mundial a Muhammad Ali y que se destituyera a Avery Brundage de la presidencia del Comité olímpico internacional.

Peter Norman dijo que no tenía ningún problema con la protesta, que él había sido criado con la idea de que todas las personas son iguales. Pidió, además, un prendedor de la OPHR para colocarse en el pecho. Cuando Carlos descubrió que se había olvidado los guantes en la villa olímpica, fue Norman quien le sugirió que usaran un guante cada uno, y por ese motivo se los ve en la foto a uno con el brazo izquierdo elevado y a otro con el brazo derecho. La foto de Smith, Norman y Carlos es una de las imágenes más importantes del siglo XX, no solo del deporte, sino en general. El impacto fue definitivo.

Los velocistas estadounidenses Tommie Smith, John Carlos y Peter Norman durante la ceremonia de premiación de la carrera de 200 metros en los Juegos Olímpicos de México 1968 (foto: Angelo Cozzi)
Los velocistas estadounidenses Tommie Smith, John Carlos y Peter Norman durante la ceremonia de premiación de la carrera de 200 metros en los Juegos Olímpicos de México 1968 (foto: Angelo Cozzi)

Pero claro, el saludo del movimiento Black Power era controversial y la respuesta del público fue el abucheo generalizado. Peter Norman estaba simplemente de pie, en su lugar. Pero el prendedor se veía claramente y las autoridades tomaron nota. Avery Brundage fue implacable, una gran ironía teniendo en cuenta que él mismo había aceptado el saludo nazi en Berlín 1936. El infame Brundage se justificaba diciendo que en Alemania era un saludo nacional y que lo de los atletas en México era un saludo político.

Inmediatamente se pidió la expulsión de los atletas. Los americanos se resistieron pero el comité olímpico dijo que si no lo hacían, expulsarían a todo el equipo de Estados Unidos. Fue el final de la carrera olímpica de los tres, que sufrieron diferentes niveles de condena y agresión. Pero mientras que Smith y Carlos lograron, luego de mucho sufrimiento, que se los reconociera, para Peter Norman el castigo en su país fue definitivo, con un encono que lo acompañó hasta el final de su vida.

De regreso a su país, fue maltratado por los grupos más conservadores y nunca más le permitieron competir en un Juego Olímpico. No eran sanciones oficiales, pero aunque tuvo la marca adecuada para Munich 1972, no fue convocado para ser parte del equipo de su país.

Norman se dedicó a jugar fútbol australiano sin abandonar su entrenamiento de corredor. Se volvió entrenador y siguió corriendo, pero en 1985 una lesión en el tendón lo llevó al borde de la amputación de una pierna por haber tenido gangrena. Preso de la depresión se volvió alcohólico y le llevó un buen tiempo salir de allí, cuando lo logró trabajó para Athletics Australia como administrador deportivo.

En el año 2000, no fue invitado para los Juegos Olímpicos de Sídney. Cuando el equipo de Estados Unidos se enteró de esto, fueron ellos los que le permitieron estar presente en el evento. Australia no era todo enojo, en paralelo algunas instituciones habían comenzado a homenajearlo, pero mayormente fue después del 2000.

Falleció en el año 2006 y en su funeral Smith y Carlos fueron parte del cortejo y llevaron sobre sus hombros el cajón con el cuerpo de su viejo aliado. Un año antes la Universidad Estatal de San José, en México, descubrió una estatua del famoso podio. Pero en esa hermosa conmemoración no está representado Peter Norman. O tal vez sí, porque el segundo puesto sin estatua permite que los visitantes ocupen el lugar del australiano, en un sutil homenaje a la solidaridad del medallista.

Estatua de Tommie Smith, John Carlos y Peter Norman en el Museo Nacional de Historia Afroamericana, en Washington DC, EEUU (foto Michel Wald)
Estatua de Tommie Smith, John Carlos y Peter Norman en el Museo Nacional de Historia Afroamericana, en Washington DC, EEUU (foto Michel Wald)

Pasaron cuarenta y cuatro años para que el parlamento australiano pidiera disculpas públicas a Peter Norman por todo el daño que le habían hecho. En Australia hay una estatua a su memoria y el comité olímpico australiano también le entregó de manera póstuma la orden del mérito.

Durante los años posteriores a México 1968, recibiendo castigos pero también apoyos, Peter Norman se expresó claramente acerca de aquel evento y siempre confirmó el orgullo de haber sido parte. No se arrepintió nunca de su decisión. No fue una protesta violenta la que él hizo, fue la solidaridad con una causa que él consideraba justa.

Fue un héroe que ayudó a cambiar el mundo. Tommy Smith y John Carlos se pararon frente al mundo y dieron una imagen inmortal. Junto a ellos había un tercer hombre al que la protesta no le era indiferente.

El podio de México 1968 tenía tres héroes, aunque uno sea menos conocido que los otros dos. Su nombre era Peter Norman y pagó en silencio el precio de hacer lo correcto.

*Santiago García es maratonista, autor del libro “Correr para vivir, vivir para correr” y “Volver a correr”. Completó la Six World Marathon Majors dos veces. En Instagram: @sangarciacorre.

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