Laura Esquivel afrontó un duro desafío profesional y personal tras recibir un diagnóstico inesperado de fatiga vocal. El 17 de marzo se convirtió en un punto de inflexión para la artista, quien tuvo que detener de manera repentina toda actividad musical y replantearse si podría volver a cantar, lo que la llevó a cuestionar el rumbo de su carrera y el impacto en su salud, según contó ella misma en una publicación en Instagram.
El episodio fue resultado de una intensa carga laboral y exigencias propias del ambiente artístico. Según relató, la combinación de “demasiado trabajo” y “demasiada exigencia” caracterizó un ritmo vertiginoso donde “hay que hacer mil cosas”. Esta situación provocó en Esquivel una fuerte conmoción emocional, ya que su voz, herramienta central en su vida y medio de comunicación, quedó comprometida y desató temores e interrogantes difíciles de afrontar.
Tras recibir la confirmación del diagnóstico, Esquivel recordó el momento como uno de los más imborrables: para procesar la noticia, decidió visitar el Jardín Botánico, donde, entre lágrimas y libros, intentó asimilar lo que atravesaba. Las dudas se volvieron inevitables: “¿qué hice mal? ¿por qué me pasó justo ahora? ¿qué tengo que hacer para estar mejor? ¿volveré a cantar pronto?”. Así comenzó un periodo de incertidumbre, marcado por la reflexión acerca de la vulnerabilidad personal ante los retos de la carrera artística.
Siguiendo la recomendación médica de guardar silencio, Esquivel inició cambios sustanciales en sus hábitos cotidianos. Incorporó una alimentación más saludable, aumentó la hidratación, evitó espacios ruidosos y continuó sus rutinas de entrenamiento físico. Al recordar el comienzo de este proceso, señaló: “El 17 de marzo tuve que aprender a hacer silencio”. La orientación de especialistas fue esencial, ya que la acompañaron tanto en la reeducación vocal como en el autocuidado.
Durante el tiempo de reposo, Esquivel logró redescubrir su creatividad mediante nuevas actividades. Relató que “cuando tenemos que callar, otras puertas se abren” y halló, en la guitarra, la lectura, el estudio y la composición, alternativas para canalizar su energía artística. Hallar estos caminos impidió que el silencio se viviera como un castigo y, en cambio, favoreció el surgimiento de proyectos inéditos en su “próximo universo”.
Con el cuidado adecuado y el seguimiento profesional, la cantante y actriz pudo recuperar la voz. Superada la crisis inicial, adquirió herramientas para gestionar el estrés y la exigencia asociada al espectáculo, comprendiendo la importancia de concederse pausas y atender las señales del cuerpo.
La experiencia llevó a Laura Esquivel a una profunda reflexión sobre el autocuidado y la aceptación de los errores cometidos. Reconoció el valor de poner límites y permitirse comprensión ante la vulnerabilidad, una lección que definió como esencial para su vida y carrera.
Días de oscuridad
La exposición pública de la salud mental en figuras como Laura Esquivel marcó un giro en la conversación mediática argentina sobre el tema. En una reciente entrevista con La Nación +, la actriz reconoció que atravesó un “momento súper oscuro” durante su juventud, tras el furor de Patito Feo. Desde su experiencia, Esquivel describió con naturalidad la profundidad de su depresión y el proceso que la llevó a buscar ayuda. La actriz reconoció: “Estuve en un momento súper oscuro, después de mi ansiedad, cuando empecé terapia, a mis 20, 22... Yo entré en una depresión, súper grande, durante un año. Y que no entendía qué era lo que me pasaba. Entré en un tratamiento con medicación y demás, por un año y pico. Si no hubiera sido quizás por haber entrado en esa medicación, en ese momento, yo no sé...”, afirmó, haciendo referencia tanto a la intensidad del episodio como al impacto que tuvo en su vida profesional y personal.
Sobre la dificultad de expresar lo que vivía, indicó “no hablaba las cosas. Había empezado a hablar de a poquito con mi familia de lo que me pasaba. Entonces, haber podido agarrar el teléfono en el momento en que peor me sentía, para llamar a mi papá y decirle que no estaba bien, para mí fue uno de los mayores logros de mi vida.”
La actriz insistió en la falta de comunicación como un obstáculo recurrente: “Muchas de las personas que están tan mal con uno mismo no comunican, no dicen lo que les pasa. Y es muy difícil leerlas. ¿Viste que es re normal?” Dirigiéndose a quienes pudieran atravesar crisis similares, la intérprete sostuvo: “Si sentiste que pudiste levantar el teléfono, hacelo. Llamá a quien quieras: llamá a tu amigo, a tu vecino, a tu tío, a tu hermano. Llamá, pedí ayuda. De ahí empieza otro camino diferente” contó Laura.
“Siempre me di cuenta que tuve una personalidad ansiosa, nerviosa, capaz mucho más sensible que la de otras personas. Entonces desde chica tuve varias anécdotas o situaciones en las que sentí ansiedad. Pero el momento donde para mí todo se desmoronó fue un día en que estaba en mi casa. Ya era más grande, tenía 23 años y estaba viviendo sola. Me acuerdo que me empecé a sentir muy mal, tenía sensaciones raras, y dije: ‘Tengo que llamar a mi papá’. Lo llamé y le dije: ‘No sé qué me está pasando, hace bastante que estoy así y necesito que me des una mano, que me ayudes’”, detalló.
El entorno familiar resultó determinante. Su padre la ayudó a contactar a un profesional: “Me acuerdo que vino a buscarme y tuvimos una charla sobre lo que me estaba pasando, yo estaba muy angustiada por la ansiedad y por los ataques de pánico. Entonces me recomendó a un médico, colega suyo, porque mis dos papás son médicos, y fui a verlo.” El abordaje médico abarcó más que la consulta puntual. Esquivel explicó: “Le conté todas estas sensaciones que tenía. Así que la otra ayuda que tuve fue haber ido al consultorio de un psiquiatra, a quien aprecio mucho también, porque fue muy amable conmigo. Yo tenía mucho miedo de ir a verlo, porque todavía sigue estando muy estigmatizado el tema de tomar medicación psiquiátrica, y me acuerdo que sentí mucha culpa. ‘¿Cómo puede ser que con la familia que tengo y los valores que me dieron yo esté tan rota?’, pensaba.”
El proceso incluyó distintas etapas terapéuticas. Esquivel explicó a la prensa “La tercera ayuda fue empezar a hacer terapia, de la mano de este médico que me abrió las puertas para hacerlo con otra especialista.”