Haydée Padilla cumple 85 años: su vida ligada a la actuación y el nacimiento de la inolvidable Chona

La actriz empezó en el teatro como un juego y lo abrazó con pasión y compromiso. Y en ese camino construyó un personaje entrañable

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La Chona y Haydée Padilla. O viceversa

Todo comenzó como un juego, como un ejercicio para superar los nervios o quizás fuera una estrategia para pasar el rato. Nadie lo sabe a ciencia cierta, ni siquiera ella misma. Lo concreto, es que la Chona, el personaje que Haydée Padilla creó hace más de medio siglo, alcanzó una popularidad que jamás hubiera imaginado. Y lejos de renegar de su alter ego y sentir que la había opacado, siempre se mostró agradecida al personaje y nunca le molestó que en cada entrevista se le preguntara por ella. Acaso, porque siente que ese juego de causalidades se parece mucho a su historia personal Y también, porque es sabido que para un artista, no hay nada mejor que el cariño de su público.

“La gente siempre está esperando a la Chona”, es la frase de estirpe tanguero con la que define a su personaje. Y también a ella misma, ya que le permitió encarnar a un personaje de barrio trasladable a diferentes formatos y vigente a través del tiempo. La cotidianeidad es lo que le daba letra, y su incuestionable talento para la actuación sumado al histrionismo exagerado que necesitaba el personaje, terminaron de redondear un clásico de generaciones que marcó a fuego la vida de Haydée Padilla, que hoy cumple 85 años.

Haydée Padilla en sus años de esplendor (Facebook)

Hija de andaluces, pasó su infancia en el microcentro, en un departamento de la calle Viamonte en la que no había registros actorales pero sí una exageración costumbrista que le iba a dar letra para su gran creación. Su otra formación inicial, igualmente autodidacta, fue la calle, en el más amplio sentido del término. Con un grupo de amigos, pasaba las horas en la Plaza San Martín. A su madre mucho no le gustaba que la joven anduviera sola por ahí, y le recomendó que fuera a ver qué era eso que se estaba construyendo a la vuelta de su casa. Allí, donde decían que se iba a levantar un nuevo teatro.

La adolescente vio luz, entró y nada fue igual. Allí, Onofre Lovero ponía la piedra fundacional de Los Independientes, un espacio teatral que enseguida asumió como su segundo hogar. “Y la verdad es que hacíamos de todo: estudiábamos, entrenábamos, estábamos en la boletería. Ése era el espíritu del teatro independiente, una disciplina muy férrea”, destacó sobre lo que fue el germen del Teatro Payró. Acá sí, los padres no objetaron demasiado, la veían a salvo de la geografía urbana del bajo porteño de los ‘50, de oficinistas de día y malandras y prostitutas al caer la noche.

Haydée Padilla en su gran amor: el teatro. Entre Beatriz Bonnet y Mabel Manzoti en el Lola Membrives (Instagram)

Por entonces sintió que había llegado la hora de dar forma a todo eso que andaba dando vueltas. Su primer flechazo académico lo tuvo con la danza y estudió en el Conservatorio Nacional. Pero el gran amor de su vida fue el teatro. Desde su primer trabajo en Pelo de zanahoria, de Jules Renard, sirvió de trampolín para un recorrido en el que paseó por todas las disciplinas y todos los formatos; de los dramas de los autores clásicos hasta la revista y la comedia picaresca de los capocómicos de la calle Corrientes. Y cuando ya andaba cerca de los 30 empezó de manera inconsciente a dar forma a su leyenda.

La Chona no tiene fecha de nacimiento, aunque sí lugar: el teatro. ¿En qué otro ámbito podía surgir? Entre bambalinas y camarines, Haydée jugaba a improvisar desde el absurdo. En ese imaginario estaban las desventuras de las amas de casa de la época, un concepto que hoy resulta obsoleto, pero en aquel momento desarrollista se encontraba en esplendor. Se reproducía en revistas especializadas y en programas de televisión, y las mujeres no parecían tener otro lugar para destacarse laboralmente que en el propio hogar.

Fidel Pintos, María Rosa Fugazot, Carmen Morales y Natacha Nohani junto a Haydée en Los caballeros de la cama redonda (Facebook)

En ese panorama, el grotesco era la letra y la música de sus palabras que describían las situaciones más disparatadas. En la vida de quien iba a ser Chona, había un marido de ficción -próximamente, el Hétor-, de oficio camionero, que escuchaba estoico las desventuras de su esposa y que cumplía los requisitos del macho argentino. Había una cuñada, algo tilinga y con visos de grandeza, que vivía en un barrio privado, ideal para sacarle el cuero. Una Doña Rosa al decir de Bernardo Neustadt, pero de claro perfil suburbano: “La Chona era un yo auxiliar, tomado del modelo de las señoras de Lanús (que lo digo con todo amor); personas que no habían ido nunca al teatro y hablaban de lo cotidiano con una brutalidad enternecedora”.

Con este esquema de libreto amplio y con la antena siempre prendida para captar lo que estaba en el aire, el personaje le permitía divertirse en el campo popular, mientras la actriz shakesperiana con la que convivía no descuidaba las tablas. Acá le abría las puertas a comerse las eses, y las ces, y a aporteñar la sh. Algo que en una actriz de carrera no estaba bien visto. “Lo bueno y lo malo, lo tierno y lo bruto… la Chona es todo eso”, definió con simpleza y exactitud. Y también, el pasaporte a la fama y al cariño del público que se sentía identificado con su caracterización.

La Chona en vinilo (Facebook)

Para darle un encuadre a ese personaje que flotaba en las trastiendas fueron decisivos dos nombres claves de la época. Uno fue Eduardo Bergara Leumann, que la había visto estas improvisaciones tras bambalinas y un día que se le cayó Leonardo Favio, la invitó a hacerlas en su mítica Botica del ángel. Se presentó así, con lo puesto y dijo lo que se le ocurría. Nada de vestuario ni de libreto. Eso llegaría más adelante, cuando el boca en boca hizo su trabajo y Haydée Padilla pasó a tener un segundo nombre que no figuraba en su documento nacional de identidad.

Para ello apareció el otro actor clave de esta historia, ni más ni menos que Alejandro Romay. Una amiga en común la llevó a la oficina del histórico director de Canal 9, que quedó encantado con su gracia. Le ofreció un contrato para participar en el programa Tropicana Club, lo que significaba darle formalidad urgente a un personaje que todavía no lo tenía. Se inspiró en su madre para el look -vestido floreado y alegre, vincha con o sin moño- y el Zar de la televisión fue quien la bautizó como la Chona. La identificación fue inmediata. ¿Intuición? ¿Talento? ¿Suerte? Lo concreto es que hoy cuesta imaginar otro nombre posible para aquella caracterización.

Haydée Padilla en sus tiempos de vedette (Facebook)

Para los libros, recibió el consejo del guionista Sergio de Cecco, por entonces su pareja, que le sugirió ordenar la improvisación en capítulos temáticos. Tropicana Club le quedó chico y la Chona llenó todos los casilleros que le correspondían a un fenómeno popular de su tiempo. Pasó por el cine, el teatro y tuvo su programa propio en televisión, donde le plantó batalla a la mismísima Mirtha Legrand, que reconoció algunas derrotas por el rating. Almorfando con la Chona se presentaba como la contracara a la mesa de la Chiqui, entre escarbadientes, sifones ostentosos y choque de cubiertos permitidos. Grabó un long play -sí, en esa época los artistas populares grababan discos con sus mejores humoradas- y paseó su personaje por donde pudo. Guardándolo y desempolvándolo según creyera conveniente.

Por fuera de la Chona, la carrera de Haydée es un muestrario abierto de su versatilidad. En televisión actuó en clásicos inolvidables, como el culebrón Piel naranja y el unitario Nosotros y los miedos. En cine, se lució en las picarescas Los caballeros de la mesa redonda y El telo y la tele y en los policiales El arreglo y Tiempo de revancha. En estas últimas compartió elenco con Federico Luppi, quien fuera su pareja durante una década, y con quien afirmó haber vivido un verdadero calvario.

Haydée Padilla junto a Constanza Maral cuando recibió el reconocimiento a su trayectoria

La relación comenzó durante los ‘70, cuando eran compañeros en la obra El gran deschave, y en esos diez años Padilla fue víctima de la violencia y el maltrato que ejercía Luppi. “Esa persona respondía a su historia, fue maltratado. Creía que eso estaba bien… Tenía mucho éxito el machismo en ese momento y a mí no me creía nadie y me hago responsable: alguna parte de mí aceptaba el sometimiento”, explicó en una entrevista en el programa Debo decir mucho tiempo después, cuando el contexto social era otro y se animó a contar su dolor.

Con el tiempo, Haydée fue espaciando sus apariciones públicas, aunque nunca jubiló el traje de la Chona, y, quién dice, seguramente lo tenga guardado en algún lugar especial. Para el gran público televisivo, su última aparición fue en Por amor a vos, la tira de Pol-Ka encabezada por Miguel Ángel Rodríguez, Claribel Medina y Nicolás Cabré. En casi 70 años de trayectoria, fue premiada con el Martín Fierro en televisión a la actriz cómica, y galardonada en cine por su labor dramática. Y en 2016, recibió un reconocimiento por sus 50 años de afiliación al sindicato de actores. Las dos máscaras del teatro y el compromiso por la profesión. El mejor resumen sobre la vida de Haydée Padilla que hoy celebra sus 85 años

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