Un ingeniero británico logró que una máquina de escribir eléctrica de finales del siglo XX pueda “conversar” con inteligencia artificial, al integrar un modelo de lenguaje moderno en un dispositivo analógico, sin pantallas ni interfaces digitales tradicionales. El proyecto, desarrollado por Ben James, combina hardware retro con tecnología actual para permitir diálogos escritos entre una persona y una IA, directamente sobre papel.
La iniciativa llamó la atención por su contraste con la tendencia dominante de asistentes virtuales en teléfonos, computadoras y relojes inteligentes. En lugar de recurrir a pantallas táctiles, notificaciones o aplicaciones, el sistema funciona únicamente con una máquina de escribir eléctrica Brother AX-10, tinta y hojas de papel. El resultado es un terminal físico “retrofuturista” que responde letra por letra, como si la propia máquina pensara y escribiera por sí sola.
El funcionamiento es sencillo desde la perspectiva del usuario. La persona escribe una pregunta en la máquina de escribir y presiona la tecla Enter. Tras unos segundos de espera, la Brother AX-10 comienza a teclear sola la respuesta generada por la inteligencia artificial, con el sonido característico de las teclas y el avance del papel. No hay pantallas intermedias ni edición posterior: cada conversación queda registrada de forma permanente en papel.
Aunque visualmente parece un dispositivo completamente mecánico, la Brother AX-10 es una máquina electrónica. Sus teclas funcionan mediante una matriz de filas y columnas, un sistema muy similar al de los teclados de computadora. Esa arquitectura fue clave para que James pudiera intervenir el funcionamiento interno sin modificar el mecanismo original de impresión.
Para lograrlo, el ingeniero utilizó un Arduino Nano, un microcontrolador que se encarga de dos tareas centrales: leer las pulsaciones del teclado realizadas por el usuario y generar pulsaciones “fantasma” que permiten a la máquina escribir de forma autónoma. El Arduino se conecta a la matriz del teclado mediante multiplexores, lo que le permite identificar qué tecla fue presionada y, a su vez, simular nuevas pulsaciones con precisión.
El segundo componente esencial del sistema es una Raspberry Pi Zero W. Este pequeño computador actúa como puente entre el mundo físico y la nube. En la Raspberry Pi se ejecuta un script en Python que recibe el texto escrito en la máquina de escribir, lo envía a la API del modelo de lenguaje Claude y recibe la respuesta generada por la inteligencia artificial. Luego, esa respuesta vuelve al Arduino, que la traduce en una secuencia de pulsaciones para que la Brother AX-10 la imprima en tiempo real.
Más allá del desafío técnico, el proyecto propone una reflexión sobre la forma en que las personas interactúan con la inteligencia artificial. A diferencia de las conversaciones digitales, que suelen ser efímeras y fáciles de borrar, este sistema produce un registro físico permanente. Cada intercambio queda mecanografiado en papel, lo que permite archivarlo, releerlo o incluso exhibirlo como si se tratara de un documento histórico.
El propio James aclara que no se trata de un producto comercial ni de una alternativa práctica a los chatbots tradicionales. Su valor está en lo simbólico y lo experimental. El proyecto demuestra que la innovación no siempre avanza de manera lineal y que combinar tecnologías de distintas épocas puede ofrecer nuevas formas de pensar la relación entre humanos y máquinas.
El carácter retro y lúdico del dispositivo fue clave para su difusión. Tras compartir el proyecto en comunidades en línea como Reddit, la iniciativa se volvió viral y generó interés tanto entre entusiastas de la tecnología como entre personas atraídas por la estética y el concepto. James incluso comentó que ha ofrecido la posibilidad de que interesados puedan probar el dispositivo en persona, siempre que se encuentren en Londres.