Viudas del COVID: ayudar para sanar

La pandemia deja, cada día, decenas de miles de mujeres viudas en el mundo entero. Para muchas, la devastadora pérdida de su pareja se ve magnificada por una lucha por sus derechos, la supervivencia de sus familias y la posibilidad de un futuro

Viudas del COVID es hoy un grupo de mujeres que quiere formar una ONG (foto de archivo)

Según el dato de las Naciones Unidas (2015, ONU), son 258 millones las mujeres que, por diversas razones, quedaron viudas en el planeta. Históricamente estas mujeres han pasado desapercibidas frente a la sociedad y el Estado y los problemas a los que se enfrentan, en medio del duelo, son múltiples y variados. Sin apoyo, más que el de su entorno de familia y amigos, ni posibilidades de encaminar nuevamente sus vidas y las de sus hijos, en ocasiones se les niega el derecho a un resarcimiento o pensión, pierden el acceso a las cuentas bancarias y subsidios o se les arrebata su vivienda (por no poder pagar la hipoteca). Otras pierden sus empleos, y atraviesan el duelo en la más profunda depresión sin recursos para afrontar un tratamiento psicológico y otras tantas se transforma en el blanco de oportunistas con la promesa de asesoramiento legal, que luego se traduce en una estafa.

Abrazar con el alma rota

En Argentina, el coronavirus se llevó, hasta la fecha, 112.511 personas, de las cuales 63.929 eran hombres y 15.582 tenían entre 20 y 59 años*.

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Claudia, Ximena y Melissa, son apenas tres de las tantas viudas que el COVID va dejando en la banquina de la vida. Ellas, al vivir en carne propia el desamparo y la vulnerabilidad, frente a la muerte inesperada de sus compañeros de ruta decidieron, en pleno duelo, transformar el dolor en acción. Se conocieron por una página de Facebook, luego se contactaron por privado y armaron uno propio. Se llama “Viudas del Covid”, y su logo está representado por un corazón sostenido por ambas manos. Además, sumaron Instagram, con el mismo nombre y logo y finalmente un grupo de WhatsApp. Y de a poco, las mujeres se fueron sumando, incluso desde otros países como Colombia y México, con sus historias, necesidades y desesperación.

Relatos crudos, donde el denominador común es la crueldad de esta enfermedad que somete al paciente a una agonía en la más absoluta soledad, lejos de la contención y del afecto de sus seres queridos: no hay despedidas ni últimas palabras. Solo un saludo con la mano, antes de ser conectados al respirador. Y el recuerdo de una imagen congelada en el tiempo. Como si se detuviera ese mismo día.

Los “¿y si hubiéramos hecho esto?” invaden la mente de los que esperaron el milagro, mientras que la ausencia de vacunas que prometió el Estado, la impericia y falta de protocolos de salud, y la “poco oportuna” campaña electoral, hacen el resto. Hijos que nunca más vieron a su papá, algunos muy pequeños, otros adolescentes. Vidas truncadas de manera inexplicable. “Tuve que hacer una vaquita para pagar el cajón porque el que nos daba el seguro no servía para nicho. Necesitábamos 75.000 pesos”, dice Claudia, mamá de Martina (18) y esposa de Luis, que cumplió 50 años, intubado, en el Hospital Federico Falcón, de Del Viso. El 2 de junio falleció: “Señora, el paciente tuvo un paro, lo sacamos, y después del segundo, murió”, fueron las palabras de la médica que la llamó para darle la noticia que nadie quiere escuchar.

Claudia junto a Luis

Santiago (38), estuvo siete horas en una ambulancia buscando cama. “La obra social solo lo atendió por chat. Nunca nadie se hizo cargo. Recién al séptimo día apareció un médico y ya necesitaba oxígeno para poder respirar”, cuenta Melissa, mamá de Antonia, de 8 años. Santiago murió en el Hospital Italiano durante la última etapa de tratamiento con ECMO.

Ximena junto a José y su pequeño hijo de 6 años

Luciano, con 6 años, dice que su papá José (41) murió y se fue a la estrellita. Este año comenzó primer grado, pero solo pudo acompañarlo su mamá, Ximena. “En la primera internación José tuvo 3 hisopados negativos con neumonía bilateral compatible con COVID. A pesar de la negatividad de los testeos, estaba en la sala con los enfermos de coronavirus. Al final, le dan el alta y a los pocos días hubo que internarlo de nuevo. Terminó intubado y el 2 de abril falleció. Pienso que se contagió en la primera internación”, asegura la mujer de José, que pudo verlo en coma farmacológico, con respirador, el día anterior a su partida.

Ximena y José

Vivir un día a la vez

Viudas del COVID es hoy un grupo de mujeres que quiere formar una ONG, como una manera de ayudar a aquellas que están en su misma situación y que entre tanto desamparo, no encuentran el camino. “Dar para sanar”, dice Claudia. Para avanzar necesitan de un apoyo económico que les permita inscribir y dar marco legal a la organización y luego poder remunerar a los profesionales que ofrecerán diferentes servicios dentro de la ONG: asesoramiento legal, apoyo y tratamiento psicológico y psiquiátrico, acompañamiento (para las personas que no tienen ningún familiar), crear una bolsa de trabajo, para la inserción laboral, con la adhesión de empresas que puedan estar interesadas en formar parte de la iniciativa y trabajar en propuestas (proyectos de ley) para mejorar la calidad de vida de esas mujeres que han quedado devastadas por la pérdida.

Cuando se muere tu pareja de golpe, en forma inesperada, de algo que no entendés ni cómo pudo pasar, empieza un derrotero de quinientos trámites que ni siquiera sabías que existían hasta ese día”, dicen. Conseguir partida de defunción, elegir un cajón, cerrar la cuenta de banco pero antes, con suerte, poder extraer lo que hay, tramitar una pensión, cobrar el seguro obligatorio que tiene que darte el empleador, gestionar y hacer el seguimiento de la indemnización por accidente de trabajo de la ART (si es que estaba yendo a trabajar presencial), lidiar con la burocracia, el maltrato y la falta de empatía del entorno de todas las dependencias vinculadas a estos trámites, conseguir un empleo, para pagar las cuentas y las deudas, o volver al trabajo totalmente inhabilitada emocionalmente, para no perderlo, atender a los hijos y hacer que la vida funcione, aunque jamás será lo mismo.

Todo esto en medio del dolor y la tristeza por la pérdida irreversible de esa persona. “Vivir un día a la vez”, le dijo la abuela a Melissa en medio del espanto. Y es eso: un día a la vez para alcanzar la meta de salir a flote y seguir caminando entre miles de obstáculos. Porque el dolor no tiene cura, igual que el COVID. Pero la vida continua.

*Datos: https://www.argentina.gob.ar/salud/coronavirus-COVID-19/sala-situacion

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