Gustavo Pecoraro: “Hace 30 años que vivo con VIH y soy feliz”

Le dijeron que era positivo en febrero de 1993. Hoy, el escritor tiene ganas de contar cómo es vivir con “la relación que más me ha durado en la vida”, dice con ironía. El orgullo, el activismo, la discriminación que sufrió, el virus “indetectable” y el derecho al goce sin preservativos

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Entrevista de Luis Novaresio a Gustavo Pecoraro

Es activista desde hace mucho por los derechos de la diversidad. Es escritor, de poesía, de ficción y también de actualidad. Es, antes que nada y aunque hoy no pague demasiado decirlo, una gran persona. Gustavo Pecoraro es un tipazo, un hombre íntegro.

Lo conozco desde hace mucho. “Tranquilo. No haremos cuentas desde cuándo. Todo queda en la intimidad”, se ríe ni bien empezamos la entrevista.

Creo que corresponde decir que él mismo me pidió hacer la nota. Hace unos días, Gustavo me mandó un Whatsapp: “Amiguito. Estoy cumpliendo 30 años con el virus. Tengo ganas de contarlo. Es que es la relación que más me ha durado en la vida”, ponía con ironía. Otro acto de valiente activismo.

Gustavo Pecoraro recibió su test positivo de VIH en febrero de 1993 en el pequeño laboratorio de la Fundación Huésped que dirigía Pedro Cahn en la ciudad de Buenos Aires. “Yo venía con una genealogía de experiencias muy tristes para un pibe joven. Imaginate que yo en el 93 -nací en el 65- realmente era un pibe joven, pero ya venía metido en el activismo. Y estaba ubicado en un espacio donde la mayoría de mis compañeros vivían con VIH. Y había algo que es como medio contradictorio pero era la sensación de estar medio afuera de toda esa experiencia. Entonces, no voy a decir que fue un alivio, por supuesto, porque sería una tontería plantearlo así, pero sí realmente desde algún lugar sentí que cuando me seropositivicé era algo que cabía en las generales de la ley”, le cuenta a Infobae.

Relata que negativizar el virus (“Ser indetacable”, corrige con precisión) fue gracias a tener a disposición siempre sus medicamentos dados por el Estado (“En Argentina y en España tenemos ese derecho. En muchos otros lugares del mundo, no”, explica) y que “ser indetectable es garantía de instransmisible”. Explica la necesidad de difundir el derecho a tomar drogas preventivas para evitar el contagio, PREP (profilaxis pre exposición) para que cada uno elija (“Hay un derecho a tener sexo con el disfrute de un goce sin preservativos protegidos del contagio”) y cuenta la experiencia de envejecer siendo gay.

Defiende el derecho a reconocerse como “marica” y reivindicar ese término o “como vos decís, a ser puto, porque te recuerdo que sos puto”, me dice en medio de una carcajada amorosa.

Gustavo fue uno de los motores de la primera Marcha del Orgullo en Buenos Aires. “Hoy es una emoción ver a más de un millón de personas marchar y saber que en la Argentina hay más de 50 marchas en todo el país. Hay que defender eso sabiendo que en otro lugares a las personas como nosotros se nos condena, se nos encierra o se nos encarcela”, refiere.

Gustavo Pecoraro vuelve a dar el ejemplo: de tenacidad, de orgullo, de lucha, de solidaridad. “De las cosas más importantes que yo siempre digo, que es muy sencillito, es que yo vivo con VIH y soy feliz. Pero no soy feliz porque vivo con VIH. Vivo con VIH, es una realidad. Soy feliz y trato de ser feliz. Las tristezas y los dolores de cabeza y las angustias nunca fueron por el VIH, o tal vez alguna preocupación sí. Entonces, si con esto que estoy diciendo pudiera ayudar a alguien, lo que remarcaría es que no hay que tener es miedo. No hay que tener es una sensación como de desgracia, de ”uy, vivo con VIH y qué hago ahora” ¿no? Hay que tomarlo como cualquier cosa que hacemos con responsabilidad... No sé, estudiar o trabajar. O algo que te guste mucho y que te genere de alguna manera una sensación de plenitud”.

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Entrevista de Luis Novaresio a Gustavo Pecoraro

— ¿Dónde estás vos ahora? Contale a la gente que no sabe en qué lugar del mundo estás viviendo

— Bueno, yo estoy ahora temporalmente en Madrid, en la ciudad de Madrid, más específicamente en un barrio que se llama Puerta del Ángel, que queda muy cerquita del puente de Segovia que es el que cruza el Manzanares. Muy cerquita del centro de Madrid. Con dos grados, en pleno invierno. Disfrutando.

— Iba a decirte “te conozco hace mucho”, pero no digamos cantidad de años porque eso es revelar nuestras edades...

— No, no, no, todo queda en la intimidad.

— ¿No es cierto? Decime cuándo te dieron el diagnóstico de VIH positivo.

— Me lo dieron en febrero de 1993. O sea ahora el mes que viene se convierte en mi relación más duradera: cumplo 30 años viviendo con VIH.

— ¿Estabas aquí en Buenos Aires?

— Sí, sí, sí, estaba en Buenos Aires. Fue en el primer laboratorio que tenía Huésped, que era un laboratorio muy chiquito, si mal no recuerdo por la calle Catamarca. Y bueno, el primer médico que me orientó, me contuvo y me guio fue el doctor Pedro Cahn.

— Claro, obviamente.

— Así que de esa época estamos hablando, de lo que sería la etapa de la plena pandemia pre los antiretrovirales del 96.

— Trata de componerte en aquel lugar en calle Catamarca. Te atiende el doctor Pedro Cahn. Contame qué pasó por tu corazón y por tu cabeza.

— Bueno, en realidad yo venía con una genealogía de experiencias muy tristes para un pibe joven. Imaginate que yo en el 93 -nací en el 65- era un pibe joven, pero ya venía metido en el activismo. En aquel momento no podíamos denominarlo como LGTBI -pero hoy se denominaría así, LGTBIQ+- primero en la Comunidad Homosexual Argentina, después por los Derechos Civiles. Y lamentablemente la pandemia del SIDA, como realmente fue sobre todo en los finales de los 80 y principios de los 90, nos había ubicado en un espacio de muerte y de callejón sin salida sobre todo para la gente gay, homosexuales, como quiera definirse cada cual, y después, indudablemente, a toda la población en general ¿no? Ese estigma que quisieron imponer se derrumbó en poco tiempo. Y la verdad que yo estaba en un estado de mucha tristeza por la muerte de muchos seres queridos, de muchos amigos, de algún novio, de mucha gente que realmente fue muy importante desde el punto de vista personal pero también desde el punto de vista del activismo para nuestro colectivo argentino.

Yo estaba ubicado en un espacio, por eso hago este link con el activismo, donde la mayoría de mis compañeros vivían con VIH. Y había algo como medio contradictorio, que era la sensación de estar medio afuera de toda esa experiencia. Entonces, no voy a decir que fue un alivio, por supuesto, porque sería una tontería plantearlo así, pero sí desde algún lugar sentí que cuando me seropositivicé era algo que cabía en las generales de la ley ¿no? O sea, estaba metido en una época, en una edad, que tiene que ver con la actividad sexual, y entonces desde algún lugar era como que estaba preparado para eso. Estaba preparado para que en algún momento, más allá del uso de los preservativos y más allá de todo, en algún momento esa atmósfera también me envolviera a mí. Y creo que desde ese punto de vista yo aprendí mucho, lamentablemente, de mis afectos que murieron antes de que yo me seropositivizara. Y también de la compañía, que una vez siendo una persona viviendo con VIH, pude hacer. Y pude ir aprendiendo-porque realmente fue una cosa didáctica, aunque es muy trágica- de la muerte de mis amigos.

— En aquel momento, en el 93, ¿el test positivo sinónimo de condena a muerte inevitable o ya había un tratamiento que como hoy sabemos existe que te permitía cronificar la enfermedad?

— Ya en el 93 existían algunas combinaciones de fármacos, más allá del AZT. Yo empecé a tomar AZT. Pero enseguida combinado AZT con algo que se llamaba DDI y entonces era como que en el fondo nuestros cuerpos eran un poco la experimentación. O sea tampoco había otra cosa, entonces es cierto que el AZT era muy nocivo, dejaba mucho… Yo siempre hablo de los cuerpos SIDA. De los rasgos y de algunas cosas que indudablemente eran imposibles de no mostrar: la delgadez, lo que hacía el AZT con la lipodistrofia -que es la disminución de la grasa corporal-, y en algunos casos de algunas cepas específicas, que se daban mucho más en los países nórdicos que en Sudamérica, como el Sarcoma de Kaposi ¿no? Entonces yo tuve un momento donde sí estuve expuesto al AZT y a ciertos otros fármacos, pero en poco más de dos años aparecieron los cócteles, los antiretrovirales, que al principio también fueron muy nocivos pero realmente fueron los que lograron bajar las cargas virales de nuestros cuerpos y con eso empezar a transitar un camino un poco más aliviado ¿verdad?

— Me acuerdo, y no puedo precisar el año, cuando presenté en Rosario el libro de Marta Dillon que se llamaba Vivir con virus. Recuerdo haberla ido a buscar a la estación de ómnibus y ella puntillosamente a cada horario tenía que tomar una pastilla, si mi memoria no falla eran entre diez y doce. Hoy contale a quien no tiene la menor idea, cómo es el tratamiento, cómo es la medicación en general.

— En general cada vez se dan menos cantidad de pastillas. Yo, por ejemplo, tomo una sola pastilla. Lo que pasa es que eso depende mucho del sistema sanitario donde estés metido. Del país donde vivas. De la sociedad donde te muevas. Y del acceso a la medicación ¿verdad? Pero en general los avances médicos que se han conseguido indican cada vez tomar menos cantidad de pastillas. Yo tomo una, y lo que sí tiene que estar acompañado es de formar parte de un programa médico donde haya un control específico de mediciones de CD4, que son tus defensas, más la carga viral que es la cantidad de virus activo en tu organismo. Esto es muy importante porque cuando una persona toma su medicación regularmente, o sea tiene adherencia, puede ser indetectable, como es mi caso y el de miles en el mundo... podría decir millones, mejor dicho.

— Millones.

— Esa persona, como es indetectable la medición de la carga viral, pasa a ser una persona que no transmite el VIH. Esto es muy importante porque es algo que se viene remarcando desde hace muy poco: que ser una persona que vive con VIH y estar indetectable por la carga viral te transforma en una persona viviendo con VIH que no transmite el virus. Por supuesto esto siempre dentro de una sociedad o un sistema sanitario donde se dé la medicación, la gente la pueda tomar, tenga acceso libre, universal y gratuito como en Argentina, también lo es en España y la mayoría de los países, pero en algunos lados no es así.

Marcha del Orgullo, el 6 de Noviembre de 2021, en Buenos Aires
Marcha del Orgullo, el 6 de Noviembre de 2021, en Buenos Aires

— Estoy pensando en quien te está viendo, quien te está leyendo en este momento, que dice “prefiero no saber”. Esto podría tener una mirada sicológica pero también tiene una consecuencia física. ¿Es correcto que cuanto más rápido sabés y más rápido estás bajo tratamiento más prolongas tu chance de vida?

— Es totalmente correcto y además creo que toda la humanidad debe conocer su serología con respecto al VIH. ¿Por qué? Porque es un derecho humano. Porque si esa persona, cualquiera de la humanidad, es seropositiva tiene derechos y el sistema sanitario donde esté tiene que ocuparse de su salud. Y si no lo es, que se felicite pero que igualmente tenga la posibilidad de seguir teniendo esta cosa regular de hacerse controles.

Sobre el VIH hay muchísimo estigma todavía, lamentablemente. Mirá, yo anoche pensaba una cosa muy heavy sobre las personas populares que han visibilizado su situación con respecto al VIH, ser personas viviendo con VIH, y la mayoría están muertas: Freddie Mercury, Rock Hudson, Federico Moura.

— Sí, Fernando Peña.

— Total. Lamentablemente no hay grandes figuras populares, imaginemos, no sé, un súper cantante que llena estadios a millones, que pueda decir “vivo con VIH”. O una actriz súper famosa que pueda decir “vivo con VIH”. Y ese es el problema. Y sin embargo muchas personas dicen “voy a tomarme un año porque tengo cáncer de mamas, o estoy pasando por un cáncer”. Entonces, hay otra visibilización y hay otra forma de plantear una situación que tiene que ver con algo que atenta contra tu calidad de vida. Y es muy extraño que todavía en el año 2023 haya como un poco de vergüenza de decir “vivo con VIH”. Entonces creo que el deber de quienes podemos es decirlo, es hacerlo visible, por si a alguien le sirve.

— Vos decís hay “mucho estigma”. El estigma conlleva la discriminación, ¿padeciste discriminación por esto?

— Sí, he padecido discriminación de diferentes tipos. Al principio -quiero ser benévolo- en las relaciones, porque eso también es importante hablarlo. En alguna relación sexo-afectiva haber sido rechazado por mi condición de persona viviendo con VIH. Y en ese sentido, como fue en los primeros años, quiero tomarlo como algo benévolo.

— Claro.

— Pero en el año 2012, cuando yo estaba en Buenos Aires y necesitaba una medicación, porque además vivo con un cáncer, un centro sanitario me negó la asistencia. Me negó la asistencia porque decía que ellos se dedicaban solo al tema del cáncer y que no tenían médicos específicos para tratar a una persona que viviera con VIH, como si fuera necesaria algún tipo de especificidad. Y eso que eran profesionales oncológicos. No voy a nombrar el centro porque ni siquiera me interesa, porque fue realmente una experiencia increíble y sentí que si me pasaba a mí, que soy una persona que habla y que constantemente hace visible vivir con VIH, qué le podía pasar a un montón de gente. Por eso hay que decirlo y por eso conté que cumplo 30 años en febrero viviendo con VIH. Y me empezaron a escribir chicos y chicas, personas que tienen muchas dudas y tienen miedo y son muy jóvenes. Y eso es terrible, que la juventud tenga miedo por algo que tendría que ser tan natural como una campaña de vacunación de la gripe.

— Es interesante esto que planteás de la gente joven, que todavía sigue habiendo como temor o dudas. Pero también se registró en esta última campaña del 1 de diciembre del 2022 en la Argentina muchísima población joven que no se cuida, que no usa preservativos. No solo hablo por el tema VIH, es notable la cantidad de enfermedades de transmisión sexual, sífilis, blenorragia, gonorrea, que se detecta en los más chicos. ¿Creés que el hecho de la aparición afortunada de los antiretrovirales, de mejorar la calidad de vida con esta medicación, también hizo bajar la defensa en los cuidados?

— Mirá Luis, yo ahí tengo que ser muy sincero como siempre lo soy con vos y como lo soy en mi discurso. Yo ahí sería muy cuidadoso en hablar de quién se cuida y quién no se cuida ¿verdad? Porque eso es un tema, siempre por supuesto en un ámbito de consenso y en un ámbito de palabras. Estamos hablando en ese marco. Porque creo que la obligatoriedad de usar el preservativo, o la recomendación específica de usar el preservativo, es una verdad a medias. O sea, un médico mío una vez me dijo “yo necesito que haya cada vez menos personas viviendo con VIH usen o no usen forro”. Entonces hay alternativas al preservativo. Una es la PrEp, la profilaxis pre exposición.

— ¿Podés contar qué es la PrEp? Porque creo que todavía aquí en la Argentina falta difusión.

— La PrEp es la medicación que toman las personas que viven con VIH que es utilizada por aquellas personas que no viven con VIH, recetadas con un programa médico, para poder... yo lo diría de esta manera para bajarlo a tierra: yo creo que es para reivindicar ciertas formas de goce que tienen que ver con tener relaciones sexuales sin preservativo. Alguien podría decir “ah, pero qué escándalo, ¿cómo estás diciendo que la gente no use preservativo”. No, no, no, yo no digo eso, yo digo que existe y es real. y lo dice la medicina y lo dicen las organizaciones sanitarias, incluso el Ministerio de Salud de la Nación, que existe una cosa que se llama PrEp que es opcional, que por supuesto tiene que tener un seguimiento en todas aquellas personas que lo tomen porque es una medicina que en principio no la necesitaría para su organismo y que sirve como elemento para que no haya transmisión del virus. Es una elección personal, pero es mejor eso, reivindicando un cierto goce, válido, a que la gente no use siquiera preservativo.

Entonces a mí me parece que, en esta oportunidad que vos me brindás, es importante destacar el hecho de exigir que los sistemas sanitarios también brinden la opción de la PrEp. Porque, por ejemplo, una persona gestante que viva con VIH y quiera maternar va a tener que tomar su medicación para estar indetectable. Y si vive en una pareja serodiscordante lo mejor sería que esa pareja tomara la PrEp porque evitaría la transmisión del virus.

— Claro.

— Entonces, no estamos hablando de solo el hecho de chiques usen preservativos para evitar la gonorrea o la sífilis o lo que sea, o cualquier ETS, sino también es interesante que abramos un debate y charlemos sobre la posibilidad de reivindicar ciertos goces que no tienen por qué ser masivos, populares, pero lo que no se puede hacer es esconderlos y silenciarlos. Y también las alternativas que hay para que una pareja que es serodiscordante y donde haya un cuerpo gestante y quieran ser padre y madre, puedan hacerlo. Digo, entonces la PrEp es una alternativa importante y por eso lo dicen las asociaciones y se discute en los congresos internacionales. Pasa que, como vos decís, faltan campañas para el 1 de diciembre.

— ¿Por ejemplo?

— Faltan campañas para el 1 de diciembre. El 1 de diciembre ya no es lo que era el 1 de diciembre hace 20 años. Por suerte existen organizaciones aún muy fuertes, sobre todo de gente joven. Te podría decir, qué sé yo, la Rahab, Ciclo Positivo, que son pibas y pibes que están poniéndole el cuerpo al presente y al futuro ¿no? Con una pedagogía que es muy interesante. Y esto de exigir tanto de que indetectable es intransmisible, que la PrEp es una alternativa al preservativo, no es para nosotros y nosotras, es para el futuro. Porque nosotros el objetivo que tenemos que lograr es que empecemos ya a pensar en generaciones libres de VIH.

— Claro.

— Es una meta que al final nunca llega.

Gustavo Pecoraro y su novela "De querer así"
Gustavo Pecoraro y su novela "De querer así"

— Yo te preguntaba si te sentiste discriminado por contar que sos VIH positivo. ¿Te seguís sintiendo discriminado, hay todavía discriminación por ser puto, por ser gay?

— Sí claro. Por ser gay, por ser puto. Por ser lesbiana, por ser bisexual, por ser queer... y preguntémosle a las personas trans la discriminación que hay. Dentro de ser puto, si indudablemente te identificas como puto o como marica, hay un cierto miedo a reconocer que se nos note ¿no? Y yo creo que lo más lindo es que se te note. No solo verbalmente y como propuesta sino también como forma de vida. O sea, tenemos una forma de vida diferente a la heterosexual porque así la hemos elegido, no solo por nuestra orientación sexual sino también por ciertas cosas culturales que nos gustan y que me parece que está buenísimo que haya una construcción que no sea hetero normativa. Que no es solo por una elección sexual o por una identidad, hace a una cosa más general. Y sí, claro que hay discriminación. Y no solo discriminación, hay incluso en los espacios donde uno se siente como seguro como una escala de valores ¿no? Digo, que tiene que ver con la interseccionalidad y con los privilegios. Entonces cuestiones de edad, cuestiones físicas, cuestiones de cánones de belleza, situación social. Todo eso te discrimina incluso entre putos.

— Sí claro, sin dudas.

— No hablemos de los putos discriminando: somos como los reyes del mambo discriminando a las diferentes identidades.

— Tengo un amigo que cuando a veces salimos a alguna fiesta me hace reír porque me dice: “Ya pasé por todas las tribus, pasé por las hegemónicas, pasé por las jóvenes”. Y es real, es verdad que uno trata pero la construcción social y cultural es muy potente. Me sorprende que todavía se plantea por qué se celebran días como el Día de la Mujer o el Día del Orgullo. Hasta por momentos me molesta, digo cómo tengo que explicar que hay que seguir celebrando el Día del Orgullo. ¿Por qué hay que seguir celebrando el Día del Orgullo, Gustavo?

— Si me permitís primero te quiero hacer un matiz sobre esto que dijiste: yo pasé por todas las tribus que te dice tu amigo. Muchas veces hay una gran discriminación por cuestiones de edad y es interesante ¿no? Porque hay gente que no se ve con 50, 60, 70. Y yo siempre digo que vengo de una generación donde lamentablemente los chicos de 18, 19, 20, 25 se morían y nunca supieron lo que es tener un cuerpo flácido o lo que es envejecer o tener canas. Y se morían de SIDA, se morían… Muy triste. Entonces eso es un matiz que quería hacer.

— Que me parece interesante.

— Ojalá podamos seguir pasando de estadios y lleguemos a los adultos muy mayores. Ojalá. Y con respecto a lo que vos decís del Día del Orgullo, mirá, primero yo creo que el orgullo somos nosotros. Vos, yo y todas las personas LGTBIQ+ o como quieran identificarse que dicen “soy orgulloso por mi orientación sexual o por mi identidad sexual y la muestro”. Y después “además soy periodista, soy cantante, trabajo en un almacén, soy maestra”, lo que sea. Eso es el orgullo. Y el orgullo por supuesto que hay que celebrarlo. Porque nos costó un montón dar la cara. Nos costó un montón que haya, y no te voy a tirar flores porque no es necesario, periodistas como vos que puedan decir libremente “esta es mi pareja, se llama Braulio, yo soy puto”, como escribiste en una nota.

— Ah sí, yo quiero hacer una reivindicación de la palabra puto pero bueno, después te pediré ayuda para eso.

— Sí, sos puto (risas).

— Pero claro. Aparte es una palabra hermosa, ¿viste que alguno se siente ofendido? Osvaldo Bazán dice “tenés que estar siempre preparado para que te digan puto de mierda”. En todo caso, yo voy a estar preparado para que me digan “de mierda”, pero que me digan puto la verdad a esta altura... Aparte la palabra tiene un sonido lindo.

— Es concreto (risas). No, pero es muy interesante entender todo lo que nos costó a lo largo de la historia, no solo del activismo. Las personas LGBTIQ+ puedan decir libremente “soy una persona LGBTIQ+, soy un puto, soy una torta, soy una persona trans, soy un varón trans, soy una mujer trans, soy una travesti, soy bisexual, soy no binarie”. Es muy importante poder identificarse con lo que realmente uno es o une es. Y eso es una celebración, celebraciones de los cuerpos políticos que somos cada uno, diciendo “acá estamos, existimos y vamos a ser todo lo que sea necesario para que nadie nos diga no a algo. O sea vamos a pelear por nuestras leyes, por nuestra dignidad personal, por elegir las familias como queramos elegirlas, por vivir donde queramos vivir”. Y entonces el orgullo se transforma en algo que tiene que ver con una condición política. El orgullo es lo que nos hace a nosotros respirar. Sencillamente eso. Además de eso tenemos la suerte en Argentina, y también en muchos países, de que el colectivo de seres orgullosas, orgullosos y orgulloses, marcha. Y en Argentina hace nada más y nada menos que desde el año 92 que ininterrumpidamente se hace una marcha de la sociedad civil, porque es eso, y que cada vez es más multitudinaria y cada vez suma a más gente diversa de cualquier palo.

— Sí claro.

— Creo que ese es el gran triunfo. Ya está. O sea, ese es el gran triunfo del orgullo. Pero además nosotras y nosotros tenemos que estar muy orgullosos y muy orgullosas y entender que tenemos la suerte de vivir en un país que hacen marchas del orgullo de un millón de personas ¿no? Porque en otros países a las personas como nosotros y nosotras las matan, o las encierran, o las encarcelan. Entonces ojalá que la vibración y la fiesta y la celebración y el sonido que aparecen en las marchas del orgullo del mundo -y por suerte en Argentina hay casi más de 50 marchas en diferentes ciudades- salpique de alguna manera a todos esos lugares donde la gente como nosotras y nosotros la pasan tan mal.

— Dejame preguntarte qué se siente ser un rocker de la literatura ahora que has sido elegido uno de los diez o doce libros más interesantes LGBTQ+ de este año que se fue.

—La verdad estoy muy feliz de que De querer así, que es mi sexto libro pero la primera novela que me publican acá en España, editorial Egales, está teniendo... bueno, es impresionante lo que ha pasado ¿no? O sea escapa a mi ego y a mi fantasía. Por suerte ha sido elegida en varias selecciones de críticos literarios y vamos por la segunda edición ahora. Y me siento muy feliz. Un poquito como en casa de herrero cuchillo de palo ¿no? O sea no he tenido la oportunidad todavía de volver a Argentina para presentarla pero esto muy feliz porque es una novela autobiográfica donde si bien yo hablo a cuerpo descarnado sobre mí, sobre mi vida, creo que es un homenaje a mi vieja que yo necesitaba hacer. Y estoy feliz que a la gente le guste y que siga formando parte de un debate grande que es lo que a mí me gusta hacer.

— Bueno, ayudame a editar esta nota para ir cerrando. Yo pensaba en el título de todo lo que has dicho y claro que es fuerte esto -”estoy cumpliendo 30 años con el VIH, la relación más duradera de mi vida”-, pero qué querrías que se diga en este trigésimo aniversario.

— No, pensé que ibas a decir qué querés que diga en tu lápida (risas).

— No. Qué querés que digamos en este trigésimo aniversario.

— Mirá, yo creo que una de las cosas más importantes es lo que yo siempre digo que es muy sencillito: vivo con VIH y soy feliz. Pero no soy feliz porque vivo con VIH, yo soy feliz o trato de serlo. Las tristezas y los dolores de cabeza y las angustias nunca fueron por el VIH, o tal vez alguna preocupación sí. Entonces, si pudiera ayudar a alguien con esto que estoy diciendo, diría que no hay que tener es miedo. No hay que tener una sensación como de desgracia, ”uy, vivo con VIH y qué hago ahora”. Hay que tomarlo como cualquier cosa que hacemos con responsabilidad. No sé, estudiar o trabajar. O algo que te guste mucho y que te genere una sensación de plenitud.

Yo realmente con todas las pérdidas de tantos afectos y con tantas experiencias fúnebres que viví cuando tenía 18, 19 años, 20 años, enterrando a mis amigos, que casi no comprendés qué sucede, 30 años después digo: estoy acá, ¿cómo no voy a ser feliz? Como dice un amigo mío, seguimos contando.

Y cumplir años es maravilloso. Entonces yo a mis pares generacionales no les hablo, les hablo realmente a la juventud que es del presente y que es el futuro. Se puede. Se puede. Se puede y se debe. O sea, se puede vivir con VIH y se debe exigir calidad de vida para poder vivir con VIH. Calidad de vida no significa tener dinero, calidad de vida es exigir que tu medicación te llegue, que la puedas tomar, que haya menos burocracia sindical en las obras sociales, que no haya trampas. Que tengas un médico o una médica que te respete. Que te llame por tu nombre. Eso es calidad de vida. Y eso es lo más importante para el futuro ¿no? Que las nuevas generaciones vivan cada vez mejor, libres de discriminación y estigma y que puedan disfrutar de su vida, no que estén preocupados porque cada tres meses tengas que perder dos horas en tu obra social para rellenar un protocolo para que te den la medicación. Entonces me parece que la calidad de vida, vuelvo a repetir, no es una cuestión de dinero ni de vivir en una mansión, sino la calidad de vida es esta cosa de paz, una sensación de que la vida es bella.

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Entrevista de Luis Novaresio a Gustavo Pecoraro

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