Angie Jibaja abandonó la farándula, se entregó a la fe y busca recuperar a sus hijos tras años de silencio y excesos

Tras años de escándalos, Angie Jibaja eligió la calma y la fe como refugio, iniciando un proceso personal que la impulsa a recuperar el vínculo perdido con sus hijos y dejar atrás su pasado

La exmodelo sorprendió al alejarse de los reflectores y encontrar en la espiritualidad un nuevo rumbo, mientras enfrenta el desafío más grande de su vida: volver a ser madre presente para sus pequeños (TikTok / @chilevision)

Angie Jibaja decidió romper con todo. Dejó la televisión, abandonó el ruido de la farándula y se refugió en la fe. Su presente transcurre en Chile, donde se bautizó como testigo de Jehová y lleva una vida distinta a la que conocía.

Lejos de los excesos que la marcaron durante años, hoy abraza la sobriedad con convicción. Sin embargo, hay una herida que no cicatriza: no ve a sus hijos desde 2019. La distancia le duele. Su voz se quiebra cuando lo dice. Su nueva lucha no es por la fama, sino por volver a ser madre en plenitud.

Un adiós silencioso a los escenarios

La fama ya no la seduce. Angie Jibaja se alejó de los reflectores y ahora prioriza su salud mental, su paz cotidiana y una rutina que no necesita titulares para sostenerse.  (TikTok / @chilevision)

La última aparición televisiva de Angie Jibaja fue hace años. Desde entonces, la actriz y modelo se alejó voluntariamente del foco público, dejando atrás los sets, los escándalos y los titulares que la seguían con insistencia.

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Su vida dio un giro cuando decidió instalarse en Valparaíso, Chile, junto a su madre y su pareja. Allí comenzó a tejer una rutina sin cámaras ni paparazzis. Ya no ofrece entrevistas polémicas ni busca atención mediática. La mujer que un día fue emblema de la exposición mediática, hoy prefiere el anonimato y la calma.

Las razones de su retiro van más allá del desgaste. Jibaja reconoció que la televisión dejó de aportarle bienestar. La adrenalina que antes la movía se transformó en ansiedad. La necesidad de reinventarse se volvió urgente.

El cambio no fue inmediato ni fácil, pero encontró la determinación para empezar de cero. El frenesí de la fama fue sustituido por paseos al aire libre, lectura bíblica y tiempo en familia. La decisión no fue casual: fue supervivencia.

La fe como refugio y disciplina

En septiembre de 2024, Angie se aferró a un nuevo credo. Dice que Dios le dio estructura y sentido cuando más lo necesitaba, y que su vida ya no gira en torno a excesos. (Facebook)

El punto de quiebre llegó con su conversión. En septiembre de 2024, Angie Jibaja fue bautizada como testigo de Jehová. Este paso, según relata, no fue una moda ni un acto simbólico, sino una decisión espiritual que le devolvió equilibrio.

En su comunidad religiosa encontró contención, nuevos principios y la oportunidad de reconstruirse desde adentro. Participa de estudios bíblicos y asiste a reuniones periódicas donde, asegura, la juzgan menos y la escuchan más.

Afirma que la fe la ayudó a dejar el alcohol y las drogas. “Lo abandoné de un día para otro”, dijo en una entrevista reciente para Chilevisión, dejando claro que ese capítulo ya no forma parte de su presente. La determinación le llegó como un llamado íntimo, una necesidad impostergable de cuidar su cuerpo y mente. Para muchos, el cambio fue radical. Para ella, era urgente. Su tono, pausado y firme, revela convicción, no improvisación.

Aunque reconoce errores del pasado, no permite que la definan. Hoy quiere que se hable de su proceso, no de sus caídas. Sus redes sociales ya no están cargadas de provocación, sino de mensajes de fe, citas bíblicas y agradecimientos a quienes la acompañan en esta nueva etapa.

Una madre en pausa

Aunque sus hijos viven bajo la custodia de su padre, Angie no pierde la esperanza. Ha iniciado trámites legales y sueña con recuperar un vínculo que jamás dejó de dolerle.  (Facebook)

Más allá de las transformaciones personales, hay una ausencia que la sigue marcando: la de sus hijos. Angie Jibaja no los ve desde hace cuatro años. En 2019, tras episodios de recaídas vinculadas al consumo de sustancias, perdió la custodia legal. Desde entonces, el contacto ha sido mínimo y mediado. Sus dos pequeños viven con su padre, Jean Paul Santa María, y su pareja Romina Gachoy, quienes asumieron la crianza.

La actriz no lo esconde. Confiesa que la distancia la consume. “Estoy muerta en vida”, expresó recientemente, al referirse al tiempo sin abrazar a sus hijos. Mantienen una comunicación esporádica por redes sociales, pero no hay llamadas, visitas ni acuerdos formales de encuentro. Esa distancia es su mayor pena y, al mismo tiempo, su motor para seguir firme.

Inició procesos legales en Chile con la intención de recuperar derechos sobre sus hijos. No busca escándalo ni venganza, solo una oportunidad. Sueña con volver a escucharlos decir “mamá” en persona, no por mensajes breves. Mientras tanto, se sostiene con fe y espera.

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