Las mascotas se han convertido en miembros fundamentales de muchos hogares peruanos. Con el creciente número de adopciones, se hace más relevante reflexionar sobre su bienestar integral. Si bien es común enfocarnos en su salud física, es igualmente crucial atender su estado emocional, un aspecto que con frecuencia pasamos por alto.
En las ciudades, especialmente en viviendas con espacios reducidos, las mascotas enfrentan desafíos que van más allá de lo físico. El ruido constante, la iluminación artificial que interfiere con sus ritmos de descanso y la falta de áreas amplias son factores que afectan directamente su bienestar emocional. Por ello, es fundamental reconocer que el entorno en el que viven influye profundamente en su equilibrio mental.
Como médicos veterinarios, sabemos que las mascotas no solo necesitan alimento y cuidados médicos; también requieren un entorno que favorezca su bienestar integral. En lugar de asumir que se adaptan sin más a nuestras rutinas, es importante reflexionar si realmente estamos cubriendo sus necesidades emocionales y conductuales. Un paseo, por ejemplo, no debería verse únicamente como una oportunidad para que hagan sus necesidades. Debería ser un momento para que exploren, estimulen sus sentidos, liberen tensiones y se relacionen con su entorno. Es en estas experiencias cotidianas donde también se construye su salud emocional.
En el caso de los gatos, es igualmente fundamental adaptar el hogar para fomentar su exploración y actividad. Incorporar estructuras que les permitan trepar, saltar y rascar no solo responde a sus comportamientos instintivos, sino que también les brinda una vía para liberar energía y mantenerse mentalmente equilibrados. Un entorno enriquecido es clave para prevenir el aburrimiento, el estrés y conductas no deseadas.
Siempre recordamos que nuestras mascotas dependen de nuestra capacidad de observación y empatía para detectar cuando algo no está bien. Comportamientos como la agresividad, la destrucción de objetos o el aislamiento no son simples “malos comportamientos”; son señales de un malestar emocional que no debemos pasar por alto. Ser un buen cuidador va más allá de cubrir sus necesidades físicas: también implica estar atentos a estas manifestaciones de estrés o ansiedad, entender su origen y tomar medidas para ofrecerles un entorno emocionalmente equilibrado y seguro.
Si, como cuidadores, sentimos que estas actividades nos resultan incómodas o nos faltan las ganas de ofrecerles estos momentos de interacción, es esencial reflexionar sobre si estamos preparados emocionalmente para asumir la responsabilidad de tener un animal de compañía. Su bienestar no solo depende de sus necesidades físicas, sino también de nuestro compromiso para proporcionarles un entorno saludable, estimulante y equilibrado.
El bienestar mental de nuestras mascotas debe ser tan prioritario como el nuestro. Reflexionar sobre sus necesidades emocionales y tomar medidas para cumplirlas, es el primer paso hacia una relación más plena y armónica.