Enero es vacaciones, estemos en la costa, en la Patagonia o en pleno microcentro. Cada vez son más los porteños que eligen aprovechar el mes de más tranquilidad de la ciudad para quedarse, trabajar en un marco de menos estrés y tomarse los días un poco más adelante.
Y es que sea por elección o por falta de alternativas, el verano en la ciudad tiene su encanto, sobre todo a la hora en que baja el sol y el clima acompaña las ganas de salir a tomar algo.
Entre los más buscados, están los lugares que ofrecen buen espacio a cielo abierto. Pensando en la mejor versión de la noche de verano y en la búsqueda de esos que nos hacen sentir un poco de vacaciones en nuestra propia ciudad, salimos a recorrer algunas de las terrazas y roof top más nuevos de la ciudad. Un repaso por los favoritos que ya son clásicos y algunos de los que vale la pena visitar.
AL AIRE LIBRE. Hay algo único en las vistas panorámicas, algo que te hace difícil dejar de mirar, una especie de imán. Si a esa vista de arriba se le suma una linda ubicación (que muestre un buen spot de la ciudad), una noche cálida, un rico plato o una copa, el combo es perfecto.
De ahí que a nadie lo sorprenda este fenómeno de los roof top bar (bares en los últimos pisos o terrazas de edificios) que ya tiene sus exponentes en prácticamente todas las capitales. Por supuesto que Buenos Aires no podía ser la excepción.
La tendencia tuvo como pionera a la terraza de Piso Tres en San Telmo –arriba de donde funcionaba La Panadería de Pablo, de Pablo Massey– y el Sky Bar del hotel Pulitzer, que todavía funciona en la temporada de calor, con su vista única y tragos exquisitos.
Hoy las opciones se multiplican. En sus dos versiones, el Hotel Alvear apuntó al público más joven con sus roof top: Crystal Bar, el del Alvear Icon y el Alvear Roof Bar, en la sede histórica de Alvear y Ayacucho.
El roof bar que el año pasado abrió el Alvear sorprende por su ambiente informal y propuesta descontracturada. Tapas, tragos, cervezas y DJ en vivo colaboraron a llevar un público totalmente distinto a un hotel que cuesta sentir cercano. Langostinos, brusquetas, sándwiches y choripanes son parte de la propuesta gastronómica sencilla que se sirve en las mesas y living de la terraza. De fondo se llega a ver el Río de la Plata y algunos de los edificios más lindos de Recoleta.
Eso sí, el consumo mínimo por persona es de $ 550 (el equivalente a una cerveza o trago y algo compartido para picar), no es un programa para todos (o por lo menos no para todos los días), pero para el que puede permitírselo, el plan completo es de lo más impredecible: los pasajeros de cruceros se mezclan con los turistas de vacaciones y los jóvenes del barrio en un público que cuesta catalogar.
Siguiendo con las terrazas y vistas altas, la del recientemente inaugurado Vuelta Abajo Social Club, en el edificio Comega (Corrientes 222) es otra de las que hicieron ruido. La vista de la cúpula del CCK, Puerto Madero, el Puerto, el Río de la Plata y el microcentro son parte del atractivo de este lugar único en su especie.
Vuelta Abajo empezó siendo una tabaquería (sigue siéndolo, entre otras cosas) con lo cual no es un lugar apto para los antitabaco. Nadie fuma cigarrillos, pero si mucho habano y pipa, todos de calidad premium, adentro y afuera del lugar. La carta de platos y bebidas está maridada con los habanos, que se mantienen en un humidor ideal para exigentes.
De las tablas de quesos y charcuterie para dos o tres personas ($ 720) al ceviche de salmón ($ 390) la comida es excelente, pero no tiene el protagonismo que sí tienen destilados y cigarros. A pesar de lo que puede sugerir su nombre, el lugar es abierto al público y convoca una buena clientela fija, pero también mucha gente que trabaja en microcentro y escuchó hablar del lugar.
Un poco más corrido del circuito del bajo, pero también cerca de microcentro, en Avenida de Mayo, está uno de los roof top bars más lindos de Buenos Aires: el del Dome Bar del Hotel Tango de Mayo. Ubicado justo al lado del mítico Palacio Barolo, ver las cúpulas y frentes imponentes de los edificios de Avenida de Mayo iluminados de noche es trasladarse a otra ciudad.
La propuesta gastronómica es simple, pero muy rica, con precios más que accesibles y variedad de platos, además de una barra apta exigentes. El bar de la terraza abre de martes a viernes y se llena de gente que sale de trabajar y de huéspedes, una mezcla más que interesante.
Las picadas son abundantes y las hamburguesas –una de las recomendaciones de la casa, hechas en el lugar, tamaño XL–. Un trago parte de $ 180 y una hamburguesa completa, $ 270, pero además hay promociones y after hour.
JARDÍN ENCANTADO. Bajando de las alturas, el jardín de Casa Cavia es otro rincón de Buenos Aires que te lleva de vacaciones. Ya la casa en sí, una construcción de los años '20, obra del arquitecto noruego Alejandro Christophersen, restaurada en 2014 por un estudio inglés –ahí funciona también la editorial Ampersand–, excede lo que uno puede esperar. Abierto en verano y en invierno, de lunes a lunes, el jardín es el punto de encuentro para reuniones más informales y el lugar que convoca al público más joven.
Los miércoles son el día de encuentro; además de la carta y el menú de pasos, hay otro con tentempiés y tablas de quesos y fiambres ideales para picar. La tabla de quesos con pan de masa madre y dips para compartir ($ 700) tiene una selección de quesos alucinante y frutas secas, igual que la tabla de embutidos.
Para el que busca una comida más contundente pero informal, los sándwiches de cordero braseado en pan ciabatta y salmón curado en la casa en pan de leche ($ 350) son dos excelentes opciones. Si Mahoma no va a la montaña, que la montaña vaya a Mahoma. Si nos toca estar en enero en Buenos Aires, los planes fuera de la norma ayudan a sentirse un poco de viaje. Será cuestión de buscar uno a la medida de cada uno y darle batalla al calor.
Textos: Lucía Benegas Fotos: Maxi Vernazza
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