La droga sí es el problema

Es necesaria una política que re-afilie a los niños y jóvenes en un continente ordenado, amorosamente disciplinado y esperanzador: la escuela, el club, la parroquia y las sociedades vecinales con infraestructura deportiva

La pobreza infantil continúa escalando en el país (EFE/Jorge Muñiz)

“La esperanza es audaz” (Papa Francisco)

Mientras no esté resuelto para los niños y jóvenes un orden cotidiano en el que puedan formarse integralmente en hábitos saludables, la droga seguirá siendo un problema creciente, enfermante y violento. Esto se puede ver, es ostensible, no admite vaguedades ni ideologismos.

Acometer contra este mal, como Nación soberana, independiente y justa, está supeditado a componer una estrategia que sea efectiva y simultánea en relación con 3 aristas: el acceso, la integralidad, la escala. Respectivamente, eso significa que cada persona que requiere cuidados y formación encuentre fácilmente lugar donde realizarlo; que cada acción reúna en sí misma cuerpo, mente y espíritu; y que esto se produzca constatablemente sobre millones de personas en todas las provincias.

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Insistir en este factor de la simultaneidad de estas 3 condiciones es esencial, fundamentalmente por la masividad epidemiológica del tema. Tenemos problemas de mayorías.

¿Se puede en la Argentina? Absolutamente, hoy mismo. Quienes forjamos experiencias reales, casuísticas, caminando sendas clínicas, deportivas, carcelarias inclusive, podemos dar cuenta del crecimiento de la violencia y la desintegración que la droga viene produciendo hace décadas en los barrios de nuestras ciudades y pueblos. Pero también sabemos de manera particular que se puede introducir en un continente ordenador a millones de niños y jóvenes, tan sólo revivificando las organizaciones que pueblan nuestros barrios a lo largo y a lo ancho de la Patria.

Solamente en una ciudad como Santa Fe de la Vera Cruz, de 450.000 habitantes, hay clubes para albergar a más de 100.000 jóvenes. Dotar de cualidad a estos procesos es totalmente viable repensando positivamente las relaciones fronterizas de estas instituciones endógenas a nuestra cultura con las redes y recursos ya existentes del sistema sanitario.

El mundo en su faz globalista no pareciera proveernos de soluciones signadas por la fraternidad, sino más bien lo contrario. Una especie de guerra psicológica arrecia, a la par de tensiones económicas esclavizantes. Pero no se puede sostener una geopolítica sin una política interna vigorosa, ni sustentar una fuerza nacional en familias quebradas.

Es en las realidades objetivas de nuestro pueblo, en sus anhelos pero también en sus propias costumbres, donde debemos abrevar para solidificar una política que re-afilie a los niños y jóvenes en un continente ordenado, amorosamente disciplinado y esperanzador: la escuela, el club, la parroquia, las sociedades vecinales con infraestructura deportiva.

El complejo tridente “división – sedentarismo – soledad” aparece como la consecuencia sociosanitaria directa del liberalismo económico y del progresismo cultural. Su expresión institucional palmaria es la propuesta de sociedades anónimas deportivas y playones, en remplazo de los clubes de barrio administrados por los propios socios.

Un país grande y feliz fue posible ya bajo estas claves. Poder captar su potencia permanente, tal como lo hiciera el médico santiagueño Ramón Carrillo, es un puente ingénito al futuro. Se está haciendo, es palpable, como experiencia de salvación comunitaria modélica, en los lugares donde los Curas Villeros, bajo la conducción del Padre Pepe Di Paola, conviven con las situaciones más adversas.

Muchos deportistas desde las comunidades lo venimos practicando y lo seguiremos haciendo, porque es la opción que hemos tomado en este tiempo, desapegados de lugares coyunturales. Tal vez nos auxilie comprender, si de verdad queremos todos ser Nación, que en el curso de la historia viva, las palabras no han construido mágicamente un mundo, ni sanado un cuerpo jamás. Son nuestras proyecciones en el obrar, en un mundo atacado por el individualismo y el materialismo, lo que puede abrirnos una luz.

Matías Dalla Fontana es santafecino, ex Puma, psicólogo y subsecretario de Prevención de Adicciones de la Nación

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