Los chicos y el estudio: cómo acompañar sin hacerlo por ellos

Podemos escoltar a nuestros hijos en el proceso, pero los responsables de estudiar y cumplir con sus obligaciones son ellos. Lo que buscamos no es que deje de hacer lo que no queremos por miedo, sino por su propia satisfacción

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Si lo que buscamos es desarrollar la auto-regulación y la auto-motivación en los niños, debemos enfocarnos más en las consecuencias que en los premios y castigos
Si lo que buscamos es desarrollar la auto-regulación y la auto-motivación en los niños, debemos enfocarnos más en las consecuencias que en los premios y castigos

¿Por qué algunos chicos se motivan para estudiar y a otros hay que perseguirlos? ¿Por qué algunos se esfuerzan, perseveran y logran sus objetivos mientras que otros se frustran y abandonan?

Si bien es cierto que la razón puede ser multicausal, en muchos casos los chicos no pueden hacerle frente a los desafíos académicos porque no saben estudiar, es decir, no han desarrollado hábitos de estudio. En estos casos, cuanto antes reciban ayuda, antes podrán desarrollar la autonomía necesaria para lograr sus objetivos académicos.

Podemos acompañar a nuestros hijos en el proceso, pero los responsables de estudiar y cumplir con sus obligaciones son ellos. No aprobar debe ser un aprendizaje para ellos, no un castigo para nosotros. Cada acción genera una consecuencia y deberán hacerse cargo de no haber estudiado en el momento oportuno o pedir ayuda cuando debieron hacerlo.

A ningún chico le gusta llevarse materias, aunque intenten hacerse los superados (“vas a ver que rindo todas bien”). Llevarse materias, en la mayoría de los casos, los hace sentirse frustrados y mal con ellos mismos, aunque intenten ocultarlo.

No debemos olvidarnos que, como adultos, somos custodios de la autoestima y autoconfianza de nuestros hijos, por lo tanto debemos cuidar mucho lo que les decimos y nuestra actitud frente a la situación que haya generado algún fracaso escolar. Que nuestro hijo se sienta mal no hará que se comporte mejor. Pero si se siente bien acerca de él mismo, podrá colaborar mejor. Lo que buscamos no es que deje de hacer lo que no queremos por miedo, sino por su propia satisfacción.

Lidiar con un niño desafiante, enojado o frustrado porque no quiere estudiar requiere de un enfoque calmo, cálido, objetivo y asertivo, y despersonalizar lo que está sucediendo. Es importante estar calmados para poder responder y no reaccionar y no permitir que esta situación atente contra la armonía familiar.

Algunos consejos para padres:

- Destiná tiempo para acompañarlos y guiarlos en el desarrollo de hábitos de estudio. A estudiar, se aprende. Si bien podés no estar preparado para enseñarles matemática, podés enseñales a organizar su tiempo, a tener carpetas, cuadernos y materiales completos, a completar sus carpetas si faltaron, a llevar una agenda con las tareas a completar, listas de tareas, a organizar el sector de estudio para no tener que interrumpirse, etc. O simplemente, a estar cerca para que se sientan acompañados.

- Procurá que minimicen las interrupciones: no al celular cerca, sí a un vaso de agua para evitar levantarse porque tienen sed, etc.

- Ayudalos a identificar cómo estudian mejor: ¿con música o en silencio? ¿con comida cerca, o no?, ¿Con compañeros o solos?, ¿sentados en el piso o en una mesa?, ¿antes de ir al colegio o después?

- Alentalos a procesar lo que leen para que lo entiendan, no a repetir de memoria. Es importante que estudien para saber, no solo para aprobar. Cuando los chicos estudian para aprobar, se olviden lo estudiado al poco tiempo.

- Tratá de hacerlo interesante. Cuanto más involucrados en el tema estén, más fácil será que se sienten a estudiar. Que utilicen diferentes recursos o busquen tutoriales interesantes va a facilitar que se motiven más, en vez de solo tener que leer de un apunte, por ejemplo.

- No nos olvidemos que lo de la multitarea es un mito: Debemos hacer una cosa a la vez. Cuando nos distraemos, nos cuesta mucho volver a concentrarnos, por eso, asegúrate de que tu hijo “prepare” su lugar de estudio: que no lo interrumpan, que no esté viendo tele al mismo tiempo, o mandando mensajes por WhatsApp.

- Alentá que estudie con amigos: somos seres sociales. Cuando estudiamos con uno o dos amigos, haciéndonos preguntas y repasando, ayudamos a que la información llegue mejor a la memoria de largo plazo.

- Hay que repetir para recordar. Si leemos una vez y pasamos a otra tema, el cerebro no lo toma como importante y no generamos conexiones neuronales fuertes. Hay que repetir la información pero en diferentes momentos y de diferentes maneras. Estudiar en varios días diferentes, repitiendo la información en sus palabras, es más efectivo que estudiar todo en un solo día.

- Pausas activas: cuando la atención decae, de nada sirve insistir. Recordale a tu hijo que tome recreos activos breves. Que salga a caminar, que baile, que se mueva. Este movimiento hará que su mente vuelva a estar en condiciones de retener la información.

- Fomentá que duerma muy bien la noche anterior: No dormir después de estudiar e ir derecho a rendir un examen es muy poco beneficioso. En cambio, si estudia, y después duerme bien a la noche, va a recordar mucho más, porque el sueño consolida la memoria.

- Técnicas de relajación: ¿Quién no ha tenido que atravesar nervios o temores antes de rendir un examen? ¿A quién no se le ha puesto la mente en blanco ante una pregunta en un oral? Relajarnos a través de una meditación, visualización, técnica de mindfulness, o cualquier recurso que nos ayude a relajarnos, reducirá el estrés. Cuando estamos con miedo o mucha tensión, el organismo segrega cortisol, una de las hormonas del stress, lo que inhibe el aprendizaje y no nos permite recordar. Compartí con tus hijos algunas técnicas de relajación que tal vez te sirvan a vos.

El problema del castigo

Si lo que buscamos es desarrollar la auto-regulación y la auto-motivación en los niños, debemos enfocarnos más en las consecuencias que en los premios y castigos, que solamente refuerzan la motivación extrínseca.

El castigo raramente enseña. Lo que genera es resentimiento e ira y empeora el comportamiento.

En vez de “por no aprobar te saco el celular”, funciona mejor la consecuencia: “Qué pena que tenés un recuperatorio. Ya podrías estar libre y hacer lo que te gusta, y ahorás tenés que quedarte en casa a estudiar”.

O, “no salgas de tu habitación hasta que no termines de estudiar” es mucho menos efectivo que “el fin de semana empieza cuando se hicieron los deberes”.

La diferencia puede ser sutil, pero en los dos primeros ejemplos el castigo es externo, lo impone el adulto, y es arbitrario. En los segundos ejemplos, la consecuencia se desprende del acto del chico, deriva de su comportamiento. Estamos trabajando la importancia de la responsabilidad.

No queremos que busque evitar el castigo o acercarse al premio sino que vaya desarrollando un pensamiento que lo ayude a tomar las mejores decisiones.

Cuando un chico reprueba, necesita saber que siempre están los brazos de sus padres en donde poder desahogarse, sacarse la rabia o encontrar consuelo. Esta seguridad es crucial para que pueda aprender a manejar sus emociones. Saber que sus padres están ahí para ellos les darán la confianza necesaria para seguir su desarrollo natural, sin tener que estar llamando la atención todo el tiempo. En los momentos difíciles, es donde más nos necesitan nuestros hijos. Por lo tanto, más que castigos, debemos trabajar las consecuencias. Y si hay consecuencias, deben ser acatadas. Si no, se pierde el respeto hacia los adultos.

El problema del castigo es que envía un mensaje a los niños de que son malos y deben ser castigados. No los ayuda a reconocer sus errores y a hacerse responsables por ellos. Los hace enfocarse en el castigo y no en lo que han hecho.

Cometer errores es parte del proceso de aprendizaje. Un examen no nos define como personas. Aprender de los fracasos nos ayuda a ser más resilientes. Los chicos que no aprendan a “fracasar con dignidad” serán adultos sin perseverancia, y no creerán en sus habilidades de esforzarse para tener éxito.

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