El trasfondo de las tensiones internas en Juntos por el Cambio

En la oposición se perfilan las posibles alianzas para encarar la construcción de una alternativa competitiva para las próximas elecciones legislativas y también para los comicios de 2023

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Pantalla partida entre los cuatro referentes de Juntos por el Cambio: Patricia Bullrich, María Eugenia Vidal, Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta
Pantalla partida entre los cuatro referentes de Juntos por el Cambio: Patricia Bullrich, María Eugenia Vidal, Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta

El pasado jueves un “inesperado” encuentro en Tigre agitó las ya convulsionadas aguas de Juntos por el Cambio: la ex gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, se reunió con el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. De esa reunión, en la que estaban presentes otros dirigentes de menor protagonismo, trascendieron distintas frases que comenzaron a desestabilizar los endebles equilibrios al interior del principal espacio opositor, desnudando las diferencias internas que habrá que dirimir ya sea a través de acuerdos o por el mecanismo de las PASO, y perfilando las posibles alianzas no sólo para enfrentar las próximas elecciones legislativas sino también para encarar la construcción de una alternativa competitiva para las elecciones presidenciales de 2023.

Una de las declaraciones más resonantes, pronunciada por Rodríguez Larreta y que interpeló particularmente a Mauricio Macri y su alfil y aspirante a liderar la lista de candidatos a diputados de la Nación por la Ciudad, Patricia Bullrich, señaló que “(Vidal y yo) somos lo mismo”.

Se trata de una afirmación con un peso político relevante ya que de la tríada que formaban entre 2015 y 2019 la Ciudad, la Provincia y la Nación, sólo la primera ha quedado en pie para el PRO, logrando no sólo perdurar a pesar de la estrepitosa derrota de Macri sino también continuando un proceso de acumulación de poder que lleva el liderazgo de Rodríguez Larreta a un natural posicionamiento nacional. Pero también se trata de una afirmación que apunta hacia adentro del armado de Juntos por el Cambio y la reconfiguración de alianzas internas de cara a un inminente choque entre Macri, como fundacional y tradicional líder del espacio y Rodríguez Larreta, como una continuidad distinta (y, asumida por sus protagonistas como “mejor”) a la experiencia macrista. Para dejar las cosas aún más claras, el mandatario porteño señaló con posterioridad al encuentro con Vidal que “somos la apertura de Cambiemos”.

La respuesta de la presidenta del PRO y virtual candidata que representa al sector más duro y alineado con Macri no tardó en llegar. El blanco del contrataque de la ex Ministra de Seguridad Patricia Bullrich no fue, previsiblemente, el Jefe de Gobierno sino María Eugenia Vidal, exponiendo la presunta incoherencia que implicaría que habiendo sido gobernadora de un distrito pretenda ser candidata de otro, criticando el silencio que sostuvo la ex gobernadora desde la derrota de finales de 2019 hasta mediados de 2021 y su falta de definición, todos factores que para la ex funcionaria de De la Rúa condicionan el fortalecimiento del espacio. Si bien pueden tratarse de argumentos válidos en términos de su lógica racional e incluso desde una valoración ética, está claro que poco parecen interesarles a los electores porteños que ven en Vidal una buena candidata.

Así las cosas, es casi inevitable que a medida que transcurran los días y se acerque el postergado cierre de listas, proliferen las fotos, las negociaciones y ¿el fuego amigo? Esta última es, en definitiva, la pregunta que atemoriza a cualquier coalición que supo ganar elecciones, pero que mostró manifiestas limitaciones a la hora de gobernar, y se enfrentó ante una estrepitosa derrota. Si bien es cierto que las pequeñas escaramuzas, escarceos y contrapuntos en la prensa son parte de la política y del folklore criollo, el incremento del fuego amigo puede producir una escalada causando irreversibles fracturas que lejos de propiciar una transición con expectativas victoriosas en los comicios, desarticule el espacio dividiendo el voto y diezmando la actual y, por cierto, tenue identidad del espacio como oposición.

Líderes megalómanos: una dificultad para las transiciones

Sólo el paso de los días y meses dirán cuán dispuestos están Macri y su espacio en tensar la relación con Rodríguez Larreta y sus seguidores. Lo cierto es que parece tan poco probable que Macri aceptara ir a una PASO en 2023 con el Jefe de Gobierno porteño, como que Cristina Fernández hiciera lo propio para dirimir una candidatura frente a un adversario interno en el Frente de Todos. Tanto para la ex presidenta como para el ex mandatario, resulta natural que si ellos deciden competir, el resto se acomode atrás de sus candidaturas.

Rodríguez Larreta es consciente que si su imagen, su gobierno y el discurso político con el cual los electores lo identifican, se radicaliza, fortalecerá un núcleo duro -tal y como le pasó a Cristina y a Macri con los extremos del espectro electoral-, pero resignará un votante medio que puede apoyarlo dependiendo de una serie de variables coyunturales. En este sentido no es la ya fallida experiencia de gobierno de Macri ni la inflexible postura de Bullrich, sino la empática figura de Vidal y la imagen de gestor de Rodríguez Larreta lo que los armadores del Jefe de Gobierno apuestan a fortalecer.

En su epístola de fines de siglo XI,X Oscar Wilde le rebate a su amado -por el cual él terminó apresado- una frase que éste le escribe al escritor irlandés: “Cuando bajás de tu pedestal, dejás de ser interesante”. Algunos líderes, en gran medida por la tendencia a la megalomanía, perdieron hace tiempo su pedestal, pero sin embargo no dejaron de creerse gravitantes.

En 2019, Cristina Fernández de Kirchner avizoró dos dificultades que la obligaron a bajar de su pedestal, sin rescindir su autopercepción de centralidad: el primero fue la imposibilidad de ganar, teniendo un piso de votos alto, pero un techo muy bajo; en segundo lugar, de ser electa presidenta, la gobernabilidad se tornaría muy difícil, ya que los consensos, desgastados desde su salida en 2015, no son fáciles de recuperar.

Para un liderazgo de sus características fue una excepcionalidad el resignar la Presidencia de la Nación. Pero fue un acto provisorio o acotado, como demostró el hecho de que no resignase la vicepresidencia de la Nación. Para este tipo de personalidades, si el poder se suelta, no se lo hace por completo. La pregunta que queda flotando es si Macri está en condiciones de, siguiendo a Wilde, reconocer que perdió su importancia, y bajar del pedestal. La segunda incógnita que se desprende es, si ante una persistencia en las intenciones electorales de Macri, cuán dispuesto estará Rodríguez Larreta en impulsar la interna y crear, finalmente, el larretismo. Quizás algo de todo ello ya esté ocurriendo.

*El autor es sociólogo, consultor político y autor de Comunicar lo local (La Crujía, 2019)

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