Fernández, que es Cristina

¿Quién toma las decisiones en el Gobierno? La pregunta que muchos sostienen ya encontró una respuesta

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Cristina Kirchner y Alberto Fernández (Prensa Senado)
Cristina Kirchner y Alberto Fernández (Prensa Senado)

Eduardo Duhalde atribuyó a un posible cuadro psicótico momentáneo sus sorprendentes declaraciones. Montado en un afiebrado raid mediático, el ex Presidente fue de medio en medio poniendo en duda la realización de elecciones de medio término y anunciando un eventual golpe de estado militar. Ya sobre el fin de semana dijo que el encierro pandémico puede haber desencadenado en su psiquis un cuadro psicótico, un momentáneo “desenganche momentáneo de la realidad”. Un brote, un flash. Refugiado en el miedo a que la historia se repita justificó su extravagante comportamiento.

A la espera de que alguien de su círculo íntimo lo ponga a buen resguardo de un derrape, uno no puede menos que agradecerle la seguidilla de dislates. Suele ocurrir que ciertas disfunciones cognitivas, muy especialmente en los adultos mayores, al liberar los frenos inhibitorios, dejan a la intemperie las grandes verdades.

Duhalde no sólo advirtió, a su modo, un tanto confuso y atropellado, acerca de la posibilidad de un evento disruptivo capaz de poner en riesgo la democracia que se estaría cocinando en el caldero de la confrontación política, sino que además expuso de manera descarnada el avance de un mal que ha empezado afectar a buena parte de nuestra clase política: el “desfasaje del mundo real”. Una peligrosa desconexión de los que toman decisiones de las verdaderas y urgentes necesidades de la gente.

Mientras medio país sigue encerrado y cientos de médicos y trabajadores de la salud dejan horas de vida en los hospitales desafiando a la enfermedad y el burn out en el peor momento de la pandemia, la Vicepresidenta de la Nación, atrincherada en el Senado, se encargó en despachar una ley que viene claramente mal parida.

Ni un minuto de silencio en el recinto por los más de 8000 muertos que hasta aquí ya se llevó el COVID.

“Se terminó el parto”, dijo entre su susurros el secretario parlamentario de la Cámara alta, Marcelo Fuentes, sin advertir que su micrófono seguía abierto. Un parto de nalgas, para ser más precisos.

La reforma judicial, pomposamente presentada hace apenas unos días por el Presidente de la Nación, está llamada a nacer muerta. Yo no se trata de aplicar fórceps. La mismísima CFK le inoculó una poción abortiva cuando a apenas horas de su tratamiento escribió en su blog que la ley en cuestión está lejos de ser la que ella pretende para la Argentina. De un plumazo digital mandó al muere el proyecto de su Presidente.

Si CFK pretendió demostrar que está dispuesta a “ir por todo” o si simplemente se despegó del eventual fracaso ante la posibilidad de no obtener quórum para su tratamiento en Diputados es, a esta altura, anecdótico.

En una desesperada carrera contra reloj desde la Presidencia se intentó que fuera la oposición la que parar ael tratamiento de la malograda iniciativa en la Cámara alta. El impulso de CFK por seguir adelante fue más fuerte. Ella hizo su trabajo. Los éxitos le son propios, la derrotas ajenas.

En una sesión maratónica logró que se introduzcan una enorme cantidad de modificaciones que, no solo eleva la cantidad de cargos a crear exponencialmente, sino que desvirtuó de manera irreversible el proyecto que impulsaba Alberto Fernández.

“Es muy difícil trabajar así”, dijo Martín Losteau al anoticiarse del “montón de cambios” que se introdujeron sobre el filo de la votación. La chorrera estaría elevando la cifra de cargos a crearse de 279 a 900. La interpretación rápida de la movida lleva a pensar que se trata de un intento de canjear cargos y tribunales a estrenar por votos en Diputados, algo que los más escépticos ponen en duda porque las provincias favorecidas con la creación de nuevos fueros son todas del mismo palo.

La retirada de la cláusula Parrilli también es considerada como un “engaña pichanga”. Se saca la palabra “mediáticos” en medio de ironías, pero el espíritu de la norma sobrevive en el concepto de “grupos de presión”.

El tratamiento de la ley en la Cámara baja no tiene fecha. Es poco probable que llegue al recinto en los próximos dos o tres meses. Con el argumento de consultar a los distintos sectores la dilación puede ser eterna. Eso aleja el tremendo sapo crudo de un fracaso de la sesión. La caducidad del protocolo para el tratamiento virtual es otro argumento para patear la pelota hacia adelante. Una suerte de Vicentin parlamentario. Echale la culpa al virus.

El DNU 690 que dispone el carácter de servicio público en competencia a todas las prestaciones de las TICs, empresas de tecnología de la comunicación e información que proveen de telefonía móvil y fija, internet y somete a regulación las tarifas reforzó la idea de que algo está funcionando muy mal en lo más alto del ejecutivo.

El martes anterior al decreto las autoridades del Enacom se reunieron con las autoridades de las empresas y acordaron un aumento escalonado del 13%. El encuentro, del que participaron Claudio Ambrosini, un hombre del massismo, y Gustavo López, del Instituto Patria, terminó con un apretón de manos virtual. La novedad del decreto que congeló los precios hasta fin de año los dejó a todos helados.

¿Quién toma las decisiones en el Gobierno? La pregunta que muchos sostienen ya encontró una respuesta.

Para la oposición, cohesionada en torno a Juntos por el Cambio, a esta altura el tema no es la ley sino la imposición de una agenda política que atrasa diez años y gira en torno de las obsesiones de Cristina Fernández de Kirchner. Justicia y medios. Los ejes de la permanente diatriba K.

Son varios los que consideran que ya no hay expectativa de que Alberto Fernández logre consolidar el perfil moderado y de búsqueda de consensos que se propuso para su mandato. La idea de cohesionar el peronismo, suavizando y administrando las diferencias internas parece haber sucumbido ante el tsunami CFK. No hay margen para el albertismo.

“Le está resultando muy estimulante a Pichetto salir con la ambulancia a recoger heridos a lo largo y ancho del país peronista”, comentan algunos con picardía. Otros descartan de manera rotunda que el operativo “Rescatando al soldado Alberto” tenga adhesión o sentido alguno. Lo consideran un caso perdido.

“Todo el mundo ve que él es ella”, concluye uno de los referentes más activos del ámbito parlamentario.

Si el Presidente coincide ideológicamente con su vice y “amiga” a quien juró eterna lealtad o está abducido por la apabullante impronta de su genitora electoral parece a esta altura insustancial. Las cosas son como son.

El Jefe de Estado despliega a diario dos identidades. El profe de derecho, moderado y paternal que escucha, consensúa y protege, y el Alberto recargado que baja consignas que parecen tomadas de un libreto que alguien le escribió.

Si su personalidad fue usurpada o si es más parecido a sí mismo que nunca no alimenta más que un debate a esta altura intrascendente. La búsqueda de acuerdos y moderación que intentó ensayar el Presidente enfrenta un campo minado.

En este contexto la abierta confrontación de Alberto Fernández (fue peor el Gobierno de Macri que el coronavirus) con Mauricio Macri cohesiona a la oposición.

El espacio Cambiemos va encontrando su propio equilibrio pero sus exponentes se reconocen como una coalición “en tránsito” a la que le falta darse reglas claras y una estrategia electoral. Tienen que administrar las tensiones entre halcones y palomas y desde ya un líder detrás del cual enfilarse. Nadie de la oposición está pensando en Mauricio Macri.

Casi todos consideran que la estrategia durambarbista de cavar la grieta murió y cuentan con un activo político que tiene vida propia: la gente en la calle. Buscan contener políticamente las demandas de ese sector movilizado.

Las anunciadas “60 medidas” con las que se pretende ordenar la vida en un contexto de cuarentena eterna y pandemia se hacen esperar.

Se habla de un anuncio conjunto de las novedades para la semana que se inicia pero el debate interno pasa ahora por definir si no es mejor ir dosificando las novedades. Una medida por día rinde a razón dos meses de titulares si se desagregan. Temas positivos para una agenda agobiada por las tensiones.

El lanzamiento de un “Ahora 36” destinado a la compra de productos nacionales y materiales de construcción, una novedad todavía no oficializada, ya compite en los portales con los trascendidos de una inquietante reforma tributaria que podría elevar aún más el impuesto a las ganancias de empresas y trabajadores.

A los cambios impositivos se suman otros asuntos calientes: el Aporte Solidario Extraordinario (léase Impuesto a la riqueza), la reforma de la fórmula jubilatoria y desde ya la madre de todos los debates, la ley de presupuesto.

El comienzo de la renegociación de la deuda con el FMI encuentra al país en extremo complicado. Muy estresado por la pandemia, económicamente exhausto y políticamente enrarecido.