Las medidas son razonables, pero el Gobierno debería comunicarlas mejor

Pablo Das Neves

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El presidente Mauricio Macri (Télam)
El presidente Mauricio Macri (Télam)

La política económica argentina ha entrado en una espiral descendente donde parece que ninguna medida alcanza para restablecer la confianza de los operadores en el sistema.

Este domingo el Gobierno comunicó una serie de regulaciones que pueden resumirse dentro de la categoría de normas prudenciales bancarias, entendidas estas como aquellas que tienden a la estabilidad del sistema. En este caso, las medidas implementadas apuntaron principalmente al mercado cambiario, estableciendo la obligación de liquidar las divisas producto de exportaciones, y a la restricción de compra de estas.

No hay dudas que estas medidas no son del corte ideológico de la actual administración. Aunque algunos talibanes anarcocapitalistas piensen lo contrario, Macri y su equipo son amigos de la desregulación de los mercados y del laissez faire. No obstante, ante la propia impericia y falta de liderazgo para conducir el proceso de crisis, al Gobierno le quedó poco margen de acción para amortiguar la profusa pérdida de reservas del Banco Central y debió recurrir a este control del mercado cambiario.

El principal problema es el timing de la medida. Las regulaciones prudenciales existen y son aplicadas en las economías más abiertas del mundo. Sin embargo, se deben aplicar en tiempos de expansión económica, ya que el implementarlas en tiempos de crisis económica solo contribuye a aumentar la desconfianza en el sistema. Flexibilizar los controles sin prever escenarios críticos es característico de una gestión negligente.

La crisis económica por la que está atravesando la Argentina tiene sus bases en la falta de confianza y empeoramiento de las expectativas. La memoria genética nacional, moldeada por las sucesivas y cíclicas crisis económicas, es sensible y actúa defensivamente ante las medidas económicas, y más aun cuando son mal comunicadas.

La primera variable afectada ha sido la pérdida de reservas internacionales. Al 27 de agosto las reservas contabilizaban USD 57.477 millones que, si bien superaban las contabilizadas en agosto del 2018 cuando estaban a USD 55.144 millones, habían caído desde los 68.071 millones medidos en julio del 2019.

Nadie puede negar que, en pos de garantizar la estabilidad cambiaria y el nivel de reservas, establecer un plazo para la liquidación de divisas y abastecer el mercado sea razonable. Especialmente si existen sectores que, se estima, tienen aun para liquidar más de USD 9.000 millones, siendo esto aproximadamente el 75% de las reservas que perdió el Central en el último mes.

Pero tampoco se pueden comunicar las medidas un día domingo, de forma sorpresiva y sin palabras por parte de las autoridades, con un decreto de ambigua y defectuosa redacción, que estuvo penas complementado por información no oficial que los medios lograban obtener, muchas veces vía el off the record. Semejante improvisación solo puede ser adjudicada a la desorientación y falta de liderazgo político.

El impacto de las medidas no se observará de inmediato, sino que se verá a lo largo de la semana, principalmente por el feriado en Estados Unidos que disminuirá el volumen de operaciones. Es una oportunidad para que el Gobierno comunique mejor las medidas e intente llevar calma a los mercados.

Finalmente cabe advertir, sin intención de generar zozobra, que si bien la palabra cepo despierta malos recuerdos, la palabra corralito genera la peor de las memorias. Hoy por hoy no existen razones técnicas que avalen la instalación de un corralito a los depósitos tanto en pesos como en dólares.

Al 27 de agosto los depósitos en dólares del sector no financiero contabilizaban 31.551 millones, representando una caída aproximada del 10% desde los 35.079 millones del mes anterior. Dicha reducción no es significativa, sobre todo si se tiene en cuenta la ratio de depósitos y prestamos en dicha moneda. Pero luego de todas las crisis que los argentinos hemos atravesado, es posible que se actúe defensivamente y se termine generando una profecía autocumplida.

Es fundamental una mano firme en el timón y que se comunique en forma clara.

El autor es abogado, licenciado en Finanzas y trabaja como consultor. Anteriormente se desempeñó como director y vicepresidente del Banco Chubut SA, subsecretario de la provincia de Chubut, concejal de la ciudad de Trelew y asesor de empresas.