¿Podrá el déficit cero apagar el fuego?

Pablo Wahren

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En abril explotó una bomba que generó un incendio que aún no se apagó. ¿Podrá el déficit cero apagar el fuego? Si el ajuste fiscal implica un ahorro en pesos, ¿cómo eso podría resolver un problema de dólares?

El modelo económico del macrismo funcionó como una bomba de tiempo durante 2 años y medio. Entre diciembre de 2015 y abril de 2018, en el marco de una liberalización casi absoluta del sector financiero, ingresaron al país 99 mil millones de dólares por deuda externa y capitales especulativos. Un monto casi equivalente (92 mil millones de dólares) se fue en partidas ociosas como la formación de activos externos (fuga de capitales), turismo, intereses y remisión de utilidades. Es decir, durante dos años el país se endeudó fuertemente sin generar en absoluto capacidad de repago. Esta cuestión determinó que entre 2015 y 2017 el indicador de vulnerabilidad externa, que elaboramos desde el OCEPP, se duplicara.

La bomba fue detonada en abril cuando un conjunto de capitales especulativos decidieron retirarse del país, tal como ilustraron las tenencias de Lebac en manos de no residentes que en una semana disminuyeron a la cuarta parte. Esta situación expuso las fragilidades del modelo que en solo una semana devaluó de 20 a 25 pesos, a pesar de sacrificar cuatro mil millones de dólares de las reservas internacionales para sostener el tipo de cambio.

Ese fue el comienzo de un incendio que nunca se apagó. Eventos internacionales, a los que estamos altamente expuestos por las desregulaciones y las propias decisiones del Gobierno funcionaron como el combustible que avivó el fuego. La desconfianza en el país creció, tal como refleja el riesgo país que casi se duplicó, pasando de 401 a 771. El mercado no le volvió a prestar a la Argentina y los fondos de deuda externa privada fueron reemplazados por los del FMI, los cuales engrosaron las reservas internacionales por 15 mil millones de dólares.

Como el proceso no se detuvo, en menos de 2 meses el país ya perdió dos tercios del dinero que ingresó el fondo en partidas ociosas, especialmente en la formación de activos externos. Sin embargo, a pesar de la enorme y sostenida sangría de dólares de las reservas internacionales la devaluación continuó hasta los 40 pesos.

La idea que transmitió el Presidente es que este problema se soluciona reduciendo el déficit fiscal, es decir, la diferencia entre lo que el Estado gasta y recauda en pesos. En la práctica es un objetivo a medias, ya que lo que se pretende reducir es el déficit primario, el cual no contempla el gasto en intereses de la deuda. Es decir, la idea del déficit cero es una ilusión aun cumpliendo el programa trazado del Gobierno, ya que el déficit financiero (el que incluye intereses) se mantendrá.

Por otro lado, si bien en su discurso del lunes Mauricio Macri ha repetido hasta el cansancio la palabra "déficit fiscal", nunca explicó cuál sería el mecanismo por el cual un ajuste en pesos ayudaría a resolver un problema de dólares. El mecanismo oculto es el más duro: a costa de la producción y el empleo.

Es decir, la reducción del gasto público y el aumento impositivo que planea el Gobierno podrían contribuir a reducir el consumo de divisas a partir de generar una economía más chica. Especialmente cuando esta política fiscal contractiva es acompañada por una fuerte devaluación. Una economía que consume y produce menos efectivamente utilizará menos dólares. En junio, la actividad económica cayó 6,7% anual, y dados la devaluación y el ajuste, el Gobierno ya reconoció que el 2018 será un año de recesión.

Sin embargo, el país seguirá necesitando dólares frescos para pagar las deudas. Solo para conseguir estos fondos se solicitó un adelanto al FMI que aún no ha sido confirmado. En este contexto, la fuga de capitales todavía se mantiene en récords históricos.

En el caso de que el ajuste logre apagar el fuego será a costa de inundarnos. Un destino trágico para un país que durante dos años gozó el privilegio de ser el mayor tomador de deuda externa entre los emergentes.

El autor es economista del OCEPP.