Una oportunidad para revitalizar la política y fortalecer la democracia

Álvaro de Lamadrid

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Claudio Bonadio es la sanción. ¿Pero qué vamos a hacer para adelante? Esperar que aparezca, el día de mañana, si la coyuntura lo permite, el escándalo lo posibilita o algún elemento probatorio caído del cielo lo proporciona, otro Bonadio que venga a sancionar de nuevo la corrupción cuando vuelva a rebalsar y nos dañe, hasta poner en duda, cada vez más peligrosamente, si tenemos Justicia y república.

Bonadio, hoy, es un barco que tiene velas y vientos propios. Pero hubo un tiempo en que nunca pudo salir del puerto y navegar. Lo que nos pasó es que no tuvimos república. Hoy lo notamos y nos pesa. Tenemos democracia, aún con penurias y una desigualdad vergonzosa, pero no tenemos república, porque nuestro Estado de derecho, nuestra división de poderes y los organismos de control al poder, dato significativo de la república, han estado ausentes, o han fallado, si queremos evitar manejarnos con los absolutos.

Toda esta saga decante de corrupción, fixtures de indagatorias, masivas confesiones repentinas, arrepentimientos insinceros pero necesarios, encarcelamientos, miedos impensados a ir presos y amenazas subterráneas de todo calibre nos muestran que no tuvimos Justicia ni control al poder.

Nos quedamos en la anécdota, de quienes se incriminan y se presentan a la Justicia, de manera repentina, como si se hubieran tomado una poción mágica de republicanismo, transparencia y experimentan avidez de colaboración judicial para investigar la corrupción. La estrategia de los empresarios para alivianar la participación que han tenido, como asimismo la de otros actores involucrados, es fruto de un acuerdo para obtener menos pena y llevar la discusión al tema de los aportes de campaña. ¿Alguien puede creer que todo este sistema era para recaudar fondos de campaña?

Nadie va a contar de manera destemplada y descarnada su rol decadente en estos años. Lo importante de las confesiones es lo que aporten a la causa, más allá de los esfuerzos que realicen los involucrados para presentarse de modo distinto a como actuaron.

A la vez, regresan los inagotables razonamientos exculpatorios, justificatorios o empardatorios de la corrupción. Muchos tratan el tema de la corrupción como un partido de tenis. La falta de creatividad, por la fatiga que causa tanta nueva evidencia inagotable y contundente que surge, hace que los excesos de originalidad de los que no buscan la verdad sino esconderla o velarla sean peores que las malas ideas o las burdas excusas.

Somos lo que nos pasó. De ese modo, la carga del pasado es infinita. El apostar a los arrepentimientos empresariales, políticos, sindicales o judiciales para que cuenten sobre el flujo de dinero entregado a las distintas bocas del sistema organizado de recolección diario nos muestra que no tuvimos república.

La necesidad de sancionar la ley de extinción de dominio, sobre la escribimos hace días en este medio, y la confusión de creer que es necesario terminar y sacrificar los nobles fines de la institución de los fueros parlamentarios, surgidos como conquista del mejor republicanismo de la mano de Jefferson, Adams y Madison, solo porque deseamos tener en un minuto la Justicia que no tuvimos por años no es un buen camino.

Que Cristina Fernández de Kirchner deba ser der desaforada y allanada e ir presa no significa que debamos terminar con los fueros y sacrificar instituciones planificadas para proteger a los buenos políticos de la arbitrariedad, los malos políticos y su asaz discrecionalidad delictiva. No es buena idea combatir al canibalismo comiéndonos a los caníbales. Eso nos acercaría ya no solo a la venganza, sino más bien a la locura.

Más allá de denunciar la corrupción tempranamente, combatirla desde la política electoralmente y contar, escribiendo sobre su real magnitud y el impacto de la corrupción en nuestro sistema democrático, nuestra economía y en nuestras vidas, uno ha tratado, no solo de buscar la postergada rendición de cuentas y el eventual castigo a los responsables, sino también y fundamentalmente generar los anticuerpos para que esto no vuelva a ocurrir.

Lo que necesitamos es prevenir y evitar que se incurra en nuevos ilícitos como ha pasado. Para ello, necesitamos organismos de control. Hoy padecemos esta carencia de modo contumaz atroz. "Son los organismos de control estúpido", nos diría Bill Clinton, si debiera adaptar hoy su frase célebre a nuestro país y realidad. Esto debe ser un comienzo. Es la primera vez que todo se desmadra y se sale del continente y del radar del kirchnerismo y de los amigos íntimos del poder en cuanto a la posibilidad de dominar la investigación o pararla.

Ya no hay dudas de que cada vez que comprábamos un alimento, íbamos al supermercado, salíamos a almorzar o cenar afuera, comprábamos un medicamento, pagábamos impuestos, contribuciones, o hasta cuando íbamos a estudiar y pagábamos un profesor particular, los argentinos, la mayoría sin saber, metía plata en los bolsos, las valijas y las bolsas de los muchos Centenos y muchas cajas organizadas para delinquir y saquear. Aun cuando el país contraía una deuda por un préstamo o bien se abusaba de la impresión y la maquinita se volcaba plata a esos bolsos.

La inversión pública estuvo planificada para robar. Las finanzas públicas también estaban sometidas al sistema de corrupción. Necesitamos sanar y sanear y evitar los placebos que no son sanadores. ¿Cómo seguimos? ¿Cómo hacemos para que no ocurra de nuevo lo que nos viene pasando? ¿Qué vamos a hacer dentro de 10, 15 o 20 años? ¿Vamos a buscar que aparezca otro Bonadio, quien no deja de ser también otro arrepentido?

Creo que todo lo que nos pasó es una oportunidad para revitalizar la política y fortalecer la democracia. Por ello, me preocupa ver la ausencia de propuestas desde la política y los silencios de determinada dirigencia política al respecto.

La responsabilidad de quienes ejercen la función pública debe estar acotada, en cuanto a los márgenes de discrecionalidad y arbitrariedad, que han sido regla en estos años. El poder es un sistema de confianza limitado y revocable. Si no es así, estamos frente a una carencia del sistema democrático, o bien directamente no tenemos democracia, como ocurre en Venezuela.

La alternativa para encontrar la solución a esta falta de república debe venir desde la política. Es desde la política que debemos resolver estas carencias, si no, vamos a repetir la historia. Esto se sana con verdadero control al poder. Con organismos de control y con la justicia funcionando.

Necesitamos auditar a la Justicia. Lo planteamos como propuesta, desde nuestro espacio en la ciudad. Necesitamos controlar el estado de las causas, sus avances, sus rendimientos, las estadísticas, la eficiencia y la eficacia, y necesitamos control, seguimiento y sanción a los jueces que no hacen sus deberes.

Los jueces no hicieron sus deberes. Muchos actuaron de modo servil y domesticado, y otros pasaron a formar parte de la asociación ilícita, junto a empresarios, periodistas, dirigentes políticos y sindicales inescrupulosos, cada uno con su distinta forma de participación o rol, o bien encubriendo.

El sistema delictivo no solo tenía que ver con la obra pública, sino también con el transporte, la energía, el juego, los negociados con Venezuela, y hasta con el narcotráfico, como denuncié oportunamente, y quedará reflejado con mejor detalle en este aspecto en mi nuevo libro sobre Venezuela, por salir en días más.

Si es solo Bonadio, si se cargan a Bonadio, lo apartan o recusan o logran correrlo de la investigación significa que desaparece nuevamente el control y la posibilidad de investigar todo esto. ¿Ese es el control al que aspiramos?

La ausencia de control tiene su correlato trágico en la sanidad, la inseguridad, la educación, la electricidad, telefonía, la obra pública y el transporte. Esta carencia del sistema de control se ha cobrado vidas o ha originado penurias y padecimientos indecibles en los ciudadanos. Como usuario, el ciudadano acepta inconvenientes cada vez más grandes y, como contribuyente, cargas fiscales cada vez más pesadas. Por ello, los organismos de control y la Justicia han perdido crédito. Carecen de credibilidad.

Necesitamos ponderar y potenciar a los organismos de control y la Justicia. Debemos dotarlos de operatividad, independencia funcional, administrativa y económica, y verdadera incumbencia y autonomía. Por eso, nuestro espacio ha presentado recientemente un proyecto en la Legislatura de la Ciudad para crear la Oficina o Agencia Anticorrupción y descontamos tener los acompañamientos para hacer realidad esta propuesta. Los organismos de control no pueden estar a tiro de decreto ni tener de jefe al controlado.

No tenemos defensor del pueblo desde hace casi 10 años. Esto conculca el derecho constitucional de los ciudadanos en la defensa de los derechos humanos y garantías frente a la administración, y también impide controlar las funciones administrativas del Estado. Estamos al borde de sanciones internacionales por ello.

Hace 11 años escribí el libro El Pingüino Emperador, 20 años de Poder Bruto. Allí decía lo siguiente: "Los Kirchner han sido grandes maestros, han venido a enseñarnos. ¿Qué nos han enseñado? Su paso por el poder nos ha mostrado nuestra peor cara como sociedad. Los Kirchner lograron convertir la sociedad argentina en algo idéntico a sí mismos. Debemos aprender. Generar los anticuerpos para que podamos evitar como sociedad que esto vuelva a pasar. Para lograrlo debemos dejar de poner el poder en las personas y empezar a poner el poder en las instituciones. El poder sin control siempre oprime".

Sigo pensando lo mismo. Es el control al poder. Se especula con el análisis, en la crónica del día, acerca de a quién le sirve electoralmente esta postergada investigación. Entiendo esa inquietud. Pero cuando me preguntan ello, yo tengo una certeza: al país le va a servir. Porque al mundo vamos a entrar si lo hacemos de la mano de la transparencia.

En épocas de confesiones, hemos confesado algo como país: que no tuvimos república. Los cuadernos muestran al mundo que en la Argentina la política ha sido sinónimo de delito. Por ello, debe ser la política quien genere las alternativas, no para contribuir a que se lleven adelante los imprescindibles encarcelamientos y la recuperación de lo robado solamente, sino para trascender y superar con buena política y mejor democracia esta calamidad para adelante.

Estamos en crisis como sociedad. ¿Por qué motivo? Porque hemos olvidado vivir a la altura de nuestras posibilidades y nos acostumbramos a aceptar lo que nos pasa. Y lo que es peor, nos convencemos de que no podemos hacer nada. Si lo hacemos, nos habremos convertido en agentes de la conciencia del cambio.

El autor es dirigente UCR – CABA.

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