En ocasiones, las ciencias médicas ayudan a comprender el modo en que se aplican y funcionan los modelos económicos. Por ejemplo, las necesidades diferenciadas del "paciente de riesgo" parecerían estar tratándose en el ámbito de la teoría y la política económica, cuando, puntualmente, se debate la delicada situación de los sectores más vulnerables de la sociedad. Así como en este caso concreto, se pueden hacer muchos otros paralelismos pero, para el desarrollo siguiente, con este alcanza.
Situación ideal versus realidad. En escenarios óptimos, la economía (como ciencia) no debería estar en estado de alerta para las urgencias sociales porque, en esencia, los planes individuales serían consistentes (se cumplirían): las familias percibirían los ingresos pretendidos, el Estado contaría con el presupuesto adecuado y las empresas venderían lo esperado. La realidad, en cambio, difiere bastante de lo que sugiere este esbozo. Diariamente, en el mercado interactúan sectores informados y poderosos (poseedores de recursos suficientes como para influir en precios y cantidades de bienes y servicios), segmentos sociales desposeídos (demandantes de subsidios por sus limitados ingresos, el ocio involuntario y, con frecuencia, sus problemas de salud) y el Estado (y su circunstancia). En este mundo dinámico, dicotómico y confuso, habrá quienes propondrán gasto público (subsidios) hasta que "el paciente en riesgo" se reponga y reintegre a la vida pública, en contraposición con los que, en paralelo, exhortarán "dejar hacer, dejar pasar" (laissez faire, laissez passer) para que la transparencia de la selección natural "adapte la estructura del individuo para beneficio de la comunidad" (Darwin, 1859).
Productividad, competitividad y equilibrio. La supervivencia en el ámbito del libre mercado supondría prepararse para mantener estrictos estándares de competitividad (derivados de sólidos elementos de productividad: eficiencia y bajos costos) para que los bienes y los servicios ofrecidos sean elegibles (por la demanda) por calidad y precios. La "buena forma de los pacientes" intervinientes en "ese juego" (consumidores, empresarios y el Estado) posibilitaría una fluida oferta de bienes y servicios, y una generación de ingresos que se gastaría o ahorraría. En ese flujo ininterrumpido de bienes, servicios y dinero, la inversión aceitaría permanentemente los engranajes de la producción para que siempre el empleo "no desentone". Si todos se manifestasen de modo idéntico en el mercado (en este mundo armónico-ideal que se está describiendo donde los planes se cumplen), no habría debate sobre la distribución del ingreso social, el bienestar y el desarrollo económico de largo plazo. Todos estarían satisfechos.
Si bien la descripción anterior es puramente teórica y elegante, constantemente la consideran plausible para armar una política económica acorde. Inspirados en lemas basados en la defensa de las libertades constitucionales, las medidas propuestas se materializan en procesos de apertura irrestricta de la economía (tanto desde lo comercial como lo financiero); flotación cambiaria, para que los participantes se adapten al juego propuesto (o salgan); ofrecimiento de ciertos grados de soberanía nacional al inversor para brindar seguridad jurídica y consolidar la confianza y la desarticulación de todo tipo de regulaciones consideradas distorsivas para las decisiones, y la asignación eficaz y eficiente del mercado. Los mentores de estas ideas, además, propondrán enfrentar abiertamente la productividad laboral de un trabajador argentino, por ejemplo, con la de un europeo, un brasileño o, incluso, un chino, para que, de este modo, se consoliden los sistemas de aprendizaje y los equilibrios micro y macroeconómicos de largo plazo a partir de una selección natural que convalidará la supervivencia del más apto.
Desequilibrio y déficit. Desde hace más de cuarenta años, la economía argentina ha sido objeto de estos experimentos (y espejismos) bendecidos por Washington y Wall Street, desde donde, recurrentemente, se les indicó a los policymakers locales que el problema era el rol del Estado (sin señalar que las mismas clases influyentes que lo manejaban luego lo defenestraban) y los sindicatos, negados a aceptar rebajas voluntarias del salario real de los trabajadores. Siguiendo sus directrices (y como consecuencia de los épicos y repetidos colapsos), se volvieron más inconsistentes los planes de los consumidores, la actividad y las finanzas del Estado y el espíritu innovador de las empresas, descrito idealmente por Joseph Alois Schumpeter como el "proceso de mutación que revoluciona la estructura desde adentro" (Schumpeter, 1942). Estas teorías siempre consideraron que, pese a "estos choques", el "paciente de riesgo" se rehabilitaría sin tratamientos especiales, enfrentando los desafíos cotidianos y reconvirtiéndose gracias al aprendizaje y las exigencias de la selección natural.
Epílogo. Para emprender las etapas venideras, la sociedad argentina deberá hacerse numerosas preguntas, estar dispuesta a lograr amplios consensos y a responsabilizarse por su futuro. Para ello, necesitará tener un panorama claro sobre el rumbo actual de los acontecimientos (y sus posibles consecuencias), la manera en que se tratará al "paciente de riesgo", la forma en que, se supone, funcionará el Estado y la estrategia que se utilizará para ingresar al mundo (y negociar con los organismos internacionales). Si bien no es recomendable volver a "vivir (sólo) con lo nuestro" como en el pasado, será imprescindible tener una idea acabada sobre la anatomía del financierismo propuesto por el mundo global, los peligros que implica ceder soberanía y de adherir a los propósitos teóricos (preciosistas) de la flotación cambiaria, la (posible) liberalización de las tasas de interés y la flexibilización del mercado de trabajo. Desde hace años, la macroeconomía y la microeconomía argentina evolucionan cargando con numerosos "pacientes de riesgo" que requieren (y requerirán) atención. Sencillamente, la sociedad argentina deberá comprender y tener en cuenta: "Las instituciones surgen y evolucionan por la interacción de los individuos; la creciente especialización y división del trabajo en la sociedad es la fuente básica de esta evolución institucional" (North, 1986).
El autor es profesor de la UBA. @gperilli