La Patria y el peligro

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"Voy a estar con mi familia en el Obelisco para cantar el Himno, porque, con el FMI, la Patria está en peligro". El video de los miembros de la Asociación Argentina de Actores invadió las redes sociales y recorrió todos los medios. Patria. Peligro. Dos palabras poderosas que puestas juntas fueron la justificación de las peores tragedias de la Historia. Hitler masacró a millones de judíos porque la patria alemana estaba en peligro por el poder creciente de la judería internacional. Stalin construyó el archipiélago Gulag y exterminó en él a millones de disidentes porque la Unión Soviética, patria de la Revolución, estaba en peligro. Los terroristas ponían bombas y mataban gente indefensa en sótanos porque la Patria estaba en peligro. Videla hizo desaparecer a miles de opositores porque la Patria estaba en peligro. Entre miles de ejemplos posibles.

Nadie puede siquiera imaginar que Pablo Echarri, Darío Grandinetti, Leonardo Sbaraglia, Daniel Fanego, Gerardo Romano, Paola Barrientos o Cristina Banegas tengan planeadas masacres semejantes. Pero el truco es el mismo. De este lado, ellos: la Patria en peligro. Del otro, sus amenazantes enemigos: los otros, los que no son la Patria, los apátridas. Del otro lado, nosotros; Cambiemos y los que nos votaron.

¿Cuál es la excusa para repetir, en tono de farsa, el mismo truco que causó tantas tragedias? La excusa es el Fondo. El Fondo Monetario Internacional, cuco sagrado de todo nacionalista-populista que se precie. Y bien, la Historia dice otra cosa. La Historia señala que el FMI fue creado durante las conferencias de Bretton Woods (1944) para brindar financiamiento a economías destruidas por la guerra, y que de su creación participó John Maynard Keynes, ídolo de muchos nac&pop y gran estrella económica de aquella época. Pero Keynes representaba a una potencia en decadencia, Inglaterra, de manera que su propuesta de crear un verdadero Banco Central Mundial que emitiese una moneda internacional, el Bancor, fue desechada. Estados Unidos, a través de su representante Harry Dexter White (posteriormente se revelaría que era comunista y actuaba como espía de la Unión Soviética), impuso una solución intermedia: el patrón oro y la creación del FMI, con consecuencias que se hicieron evidentes en treinta años de crecimiento mundial ininterrumpido que conocemos como "los Maravillosos Treinta".

El FMI entraría en funciones en 1945. Para junio de 1946, en los albores del gobierno de Perón, el Boletín Oficial le daba la bienvenida: "El gobierno de la Nación Argentina no puede permanecer indiferente a la reorganización financiera internacional de la comunidad de naciones de que forma parte; ha sido su norma de conducta cooperar con los organismos internacionales que tienden a realizar una acción conjunta de interés general en beneficio de todos los pueblos de las naciones amigas; y no obstante las restricciones a sus derechos que, en materia financiera, estos acuerdos presuponen, estima que su renuncia es un justo tributo a la armonía y sana cooperación entre los pueblos de la comunidad internacional".

Pero el amor del General no fue correspondido y el FMI no permitió el ingreso de la Argentina justa, libre y soberana que lideraba, tan inexplicablemente ansiosa de someterse a sus malvados designios. Nos rechazaron porque el golpe de 1943, del que Perón fue la figura eminente, había impedido que Argentina entrara en guerra contra el Eje nazifascista. Nos rechazaron porque no cumplíamos con los estándares democráticos que el FMI exigía entonces a sus miembros. Nos rechazaron porque el país estaba lleno de refugiados nazis, incluyendo a Mengele, jefe de experimentos médicos de Auschwitz, y Eichman, encargado operativo de la Solución Final. La Patria y el peligro.

Son muchas las analogías históricas entre aquel primer peronismo y la actualidad. Los años iniciales de fiesta. Los intermedios, de parate. Los finales, caracterizados por lo que los defensores de la Patria llaman "ajuste". Corría 1952, las elecciones habían pasado y no era hora ya de populismo. Perón decidió profundizar el giro liberal y aperturista que había comenzado en 1950 y que la Leyenda Peronista nunca registra. Se llamó sin ambages Plan de Austeridad y sus hitos fueron la misión del ministro Cereijo a los Estados Unidos en busca de dinero fresco; la exhibición del hermano del presidente Eisenhower en el balcón de la Casa Rosada; el crédito del Eximbank; la primera veda de carne en el país de las pampas y el pan negro en el granero del mundo. Hubo apagones en todas las ciudades importantes y solo un secreto contrato con la Standard Oil (hoy Chevron) evitó el colapso energético.

Perón no solo viró hacia una política amigable con el campo y los mercados; también declaró ilegales las huelgas. Su ajuste puro y duro llevó la inflación del 38,7% de 1952 al 4% de 1953 aplicando políticas ortodoxas extremas. En sus palabras: "Aumento del ahorro para establecer las bases de la nueva y futura expansión económica. Eliminación de controles y restricciones que afecten las inversiones de largo aliento. Aumento de las tasas de interés para fomentar el ahorro. Vinculación del aumento de los salarios con el crecimiento productivo. Supresión de los subsidios al consumo". Él mismo recomendó "aumento de la producción… austeridad en el consumo… eliminación del derroche… reducción de gastos innecesarios", llegando al ridículo de proponer "limitar la concurrencia a hipódromos, cabarets y salas de juegos a lo que permitan los medios".

Resulta fácil enumerar muchos otros episodios de concupiscencia entre el FMI y el Partido del Primer Trabajador, que fue —incluyendo al Partido Militar— el que más acuerdos firmó con el Fondo: tres, con Isabel Perón; cinco, con Carlos Menem; y uno, en 2003, con Eduardo Duhalde, y con Roberto Lavagna como ministro. Para no hablar de los 5.493 millones de dólares que el Gobierno de la que hoy habla de "tragedia" y "traición a la Patria" recibió del monstruo en 2009, en el marco del programa de reactivación de la economía mundial definido por otro ogro: el G-20. En ninguno de estos momentos, según parece, la Patria estuvo en peligro. De lo que cabe deducir que para nuestros actores nac&pop lo que pone a la Patria en peligro no es el Fondo, sino que no gobiernen los muchachos de siempre. Yo creo lo contrario. Yo creo que un país en el que solo un partido puede gobernar no es una democracia. Y creo que el país en el que quiero vivir y en el que me gustaría que vivieran mis hijos es una república democrática o no es nada; no importa cuántas veces cantemos el Himno.

Es raro, además, que nos digan que la Patria está en peligro los mismos que cobraron fortunas cuando la saqueaban y miraban para otro lado cuando el kirchnerismo perseguía a sus colegas. Es raro que nos digan que la Patria está en peligro en una movilización que, una vez más, usurpa una fecha patria para que Baradel, Segovia, Moyano, Yasky y Micheli compitan a ver quién se lleva el premio Ubaldini. Lo que no es raro es que hayan decidido cantar el Himno. Los argentinos solemos cantar el Himno en ocasiones memorables y en los episodios más vergonzosos. Los que ponían bombas por la Patria Socialista, cantaban el Himno. Los que los ametrallaron en nombre de la Patria Peronista, cantaban el Himno. Los que exterminaron en nombre de la Patria Militar, cantaban el Himno. Los que fueron a Malvinas a celebrar la guerra y dejaron a chicos inexpertos y mal armados para que la ejecutaran, cantaban el Himno. Cuando privatizamos YPF, cantamos el Himno. Cuando la estatizamos, cantamos el Himno. Cuando declaramos que no les devolveríamos nada a quienes nos habían prestado, también cantamos el Himno. El patriotismo puede ser muchas cosas pero es también, como estableció inmortalmente el doctor Johnson, el último refugio de los canallas.

Quizás sería un buen paso dejar de cantar tanto el Himno, bajarnos del pony y de la épica, y pensar en el presente y el futuro del país con la misma racionalidad con la que pensamos nuestro futuro y el de nuestros hijos. Este Gobierno recibió una situación donde las opciones eran tres. La de dejar que una hiperinflación recortara por sí sola jubilaciones, tarifas y salarios. La de recortar salvajemente empleos e ingresos sobre un cuerpo social al borde del colapso. Y la tercera, la de administrar la transición entre el país devastado que nos dejaron y el país normal que queremos tomando deuda por cuatro años. Lo hicimos por dos, con éxito. La economía arrancó, la pobreza bajó y se crearon 600 mil puestos de trabajo al mismo tiempo que el gradualismo bajaba impuestos y déficit fiscal. Funcionaba aceptablemente bien con tasas promedio de 4,75%, pero no funcionaría hoy, después de la suba de tasas de la FED que casi duplicó nuestro precio de acceso a crédito.

¿Con quién se endeudaría usted, lector: con el usurero de la esquina, que no le mira las cuentas pero le cobra el doble o el triple de tasa y le manda a los quiebrapiernas si no paga, o con el banco, que lo llena de formularios y lo monitorea si se atrasa, pero le cobra menos que la mitad? ¿Ajuste? El plan original del Gobierno era reducir el déficit primario a 3,2% este año y a 2,2% el próximo. El 5,1% al que crecía el país en febrero y la consiguiente mayor recaudación permitían predecir que se sobrecumplirían las metas: 2,7% y 1,7%, aproximadamente. Versiones críticas de la ida al FMI dejan traslucir que el FMI "impondría" metas de 2,5 y 1,5 por ciento. Dos décimas menos que lo que se vislumbraba como necesario y posible. Si este es el ajuste, ¿el ajuste dónde está? Ajuste sería el que habría que hacer si no se tomara deuda o si se la tomara al 10% anual; pero a los muchachos peronistas poco les importa. La Patria está en peligro, dicen. Porque no gobiernan ellos.

Es feo autocitarse, pero en estos tiempos de viraje desde un optimismo infundado a un pesimismo más infundado todavía, no me resisto a reproducir lo que publiqué en 2015 —antes, pues, de la elección victoriosa de Cambiemos—, en el cierre de uno de mis libros: "El sueco Dag Hjalmar Hammarskjöld, segundo Secretario General de la ONU, dijo una vez que las Naciones Unidas no habían sido creadas para traer el paraíso a la Tierra sino para evitar el infierno. Algo similar pienso yo de un posible gobierno republicano que pueda evitarle al país la tragedia de una tercera década consecutiva de hegemonía peronista, en manos, esta vez, del peor peronismo de todos: el de la Provincia de Buenos Aires; aliado al peor de los aliados posibles: el estalinismo débil nac&pop argento. Ojalá los Jinetes del Apocalipsis no cabalguen de nuevo, pero no va a ser fácil. Ojalá podamos armar un país con los restos que dejarán este cuarto de siglo peronista y esta interminable Década Saqueada, pero no va a ser fácil".

Deseando que nos sea lo más fácil posible y a favor del cierre de la grieta, que no se abre por diferencias políticas sino cuando algunos se consideran la Patria, les recomiendo a los Pablito Echarris del Obelisco aquel poema de Jorge Luis Borges que comienza: "Nadie es la patria. Ni siquiera el jinete que, alto en el alba de una plaza desierta, rige un corcel de bronce por el tiempo", y termina diciendo: "Nadie es la patria, pero todos lo somos". Todos lo somos. La Patria, si es algo, somos todos. Por eso no está en peligro a menos que alguno se crea con el derecho de serlo más que el resto.