Papa Francisco en Chile: por qué el indigenismo se equivoca al atacar a la Iglesia

¿Los indígenas americanos han entendido el mensaje del Sumo Pontífice pidiendo perdón por la conducta de la Iglesia Católica durante la conquista de América? No lo parece

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El papa Francisco estará entre el 15 y 18 de enero en Chile (Reuters)
El papa Francisco estará entre el 15 y 18 de enero en Chile (Reuters)

El Papa Francisco pidió perdón por la conducta de la Iglesia durante el proceso de conquista y colonización de América. Supongo que volverá a hacerlo al hablarles a los indígenas del sur y del norte chileno. No fue el primer Papa en hacerlo: Juan Pablo II, en vísperas de conmemorarse el V Centenario, dijo en Santo Domingo: "Hay que reconocer con toda verdad los abusos cometidos debido a la falta de amor de aquellas personas que no supieron ver en los indígenas hermanos e hijos del mismo Padre Dios. El mensaje que hoy os entrego en tierras americanas, conmemorando cinco siglos de presencia del Evangelio entre vosotros, quiere ser una llamada a la esperanza y al perdón".

Siendo palabras provenientes de lo más alto de la jerarquía cristiana, no creo sea una declaración demagógica, sino por el contrario, un llamado a todos los pueblos y a todos los hombres de buena voluntad a rever conductas pasadas.
¿Los indígenas americanos, los que reivindican su cultura, sus tradiciones, su lengua y sus costumbres han entendido el mensaje cristiano? No lo parece, pues no hay declaraciones similares de los que se arrogan ancestros aztecas, respecto de las brutalidades llevadas adelante con los tlaxcaltecas, por poner un solo ejemplo de pueblo sometido a la brutalidad imperial de Tenochtitlan, irreproducibles por lo morboso del relato. Tampoco los ancestrales incas se han disculpado con aimaras o diaguitas. Y si de mapuches hablamos no ha salido de sus bocas las necesarias y justas disculpas a pueblos diezmados por los araucanos, como los picunches, huiliches, pampásicos y patagones. ¡Es hora de que lo hagan! Víctimas y victimarios hemos sido todos. Como hijos de Dios nos debemos el perdón. Pasa… que hay que pedirlo.

La leyenda negra
La idea que la Conquista Española ha sido un genocidio llevado adelante por codiciosos y venales conquistadores ávidos de poder y oro que sin piedad aniquilaron a pueblos originarios se da de bruces con la realidad. Ni la Conquista fue un genocidio ni los indígenas eran pueblos originarios. Todos hemos venido en distintas oportunidades de diferentes lares.

Que hubo injusticias y arbitrariedades, ¡vaya novedad! Como ya la había en América antes de la llegada española. "Mal de muchos, consuelo de tontos" podría argüirse, pero no es este el caso; la opinión ligera de cierta historiografía progresista pretende instalar, desde la caída del Muro de Berlín y el ocaso del comunismo, un sustituto de la tradicional lucha de clases y dar aire a un nuevo conflicto empoderando a pueblos que integrados a la sociedad actual, sin embargo, la pasan mal. Y en vez de luchar por justicia social en el marco de los Estados nacionales ya construidos, minorías violentas procuran la fractura del Estado moderno creando nuevos, bajo la advocación de un pasado remoto cargado de magia, tótems, mitos, brujos, machis y chamanes.

El comunismo, al menos, era electricidad, petróleo, fábricas y energía nuclear. Detrás de las machis, ¿que hay? Como decía un talentoso pensador argentino, "no se ingresa al futuro retrocediendo".

El cacique Juan Catriel, amigo de Juan Manuel de Rosas y de la civilización, ya en 1833 no creía en las machis. Padecía de úlcera y rechazaba las lagartijas muertas y las hierbas hervidas, de modo que don Juan Manuel le encargó a su mujer, Encarnación Ezcurra, buscar un alojamiento en Buenos Aires para el cacique de modo de ser atendido por un médico. Y así se hizo.

Pero hay otra cosa. Sorprende que la nueva izquierda latinoamericana post Muro de Berlín levante consignas e ideas generadas en la historiografía británica como la "Leyenda Negra" y la idea de "pueblos originarios". El chavismo, en su despiste cultural, puso en su agenda política, criterios y miradas propias del imperialismo británico.

Volviendo a la conquista y a la acción de la Iglesia, merece destacarse no solo la denodada batalla intelectual y moral de sacerdotes como Fray Bartolomé de las Casas, Fray Antón Montesinos y Francisco de Vitoria, quienes con su prédica abonaron el terreno para la sanción de las Leyes Nuevas de 1542 que protegieron al indígena de la explotación y la esclavitud sino también la decisión de la Monarquía española de realizarlo y permitir el debate.

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Francisco de Vitoria apoyó su tesis en dos pilares básicos: el derecho fundamental de los indios a ser hombres y ser tratados como seres libres y el derecho fundamental de sus pueblos a tener y defender su propia soberanía. Todo esto no lo puede realizar el hombre solitario, necesita la ayuda de sus semejantes. El poder personal no basta; es necesario el poder social" (Filosofía iberoamericana en la época del encuentro. Francisco de Vitoria)

Dicen que Francisco, Jorge Bergoglio, es peronista o lo fue, lo desconozco; de ser cierto, el Santo Padre debiera tener presente el discurso del general Juan Perón en conmemoración del 12 de octubre de 1947. Allí decía: "España aportó a Occidente la más valiosa de las contribuciones: el descubrimiento y la colonización de un nuevo mundo ganado para la causa de la cultura occidental. Su obra civilizadora cumplida en tierras de América no tiene parangón en la historia. Su empresa tuvo el signo de una auténtica misión. Ella no vino a las Indias ávida de ganancias y dispuesta a volver la espada y marcharse una vez exprimido y saboreado el fruto. Llagaba para que fuera cumplida la hermosa realidad del mandato póstumo de la Reina Isabel de atraer a los pueblos de Indias y convertirlos al servicio de Dios. Traía para ello la buena nueva de la verdad revelada, expresada en el idioma más hermoso de la tierra. Venía para que esos pueblos se organizaran bajo el imperio del derecho y vivieran pacíficamente. Su obra civilizadora cumplida en tierras de América no tiene parangón en la Historia. Es única en el mundo. No aspiraban a destruir al indio sino a ganarlo para la fe y dignificarlo como ser humano. Era un puñado de héroes, de soñadores desbordantes de fe. Como no podía ocurrir de otra manera, su empresa fue desprestigiada por sus enemigos, y su epopeya objeto de escarnio, pasto de la intriga y blanco de la calumnia, juzgándose con criterio de mercaderes lo que había sido una empresa de héroes. Todas las armas fueron probadas: se recurrió a la mentira, se tergiversó cuanto se había hecho, se tejió en torno suyo una leyenda plagada de infundios"

La acción de los Jesuitas merece un capítulo aparte. Nacidos para fortalecer el poder papal frente a la Reforma Luterana, se lanzaron a la construcción de una sociedad que, bien podría decirse, remedaba la idea del paraíso terrenal en la tierra. Llegados a América buscaron en la "pureza" del indígena al hombre nuevo y bueno y con ellos construir la utopía de la sociedad de Dios.

Las Misiones Jesuíticas han sido la creación religiosa más extraordinaria de todos los tiempos. Salvaguardaron la cultura indígena, crearon un alfabeto guaraní de modo que los aborígenes pudieran escribir en su idioma. Respetaron su idiosincrasia elevándolos, desde allí, a la moderna cultura de la época. Técnica, ciencias y arte. La Misión fue la más gigantesca salvaguarda humanitaria de proyección histórica que protegió al indígena de la explotación de los españoles de Asunción y de los esclavistas paulinos, los bandeirantes. Hoy el Paraguay proyecta equiparar el guaraní al español y esto tiene un origen: la dignidad indígena protegida e impulsada por los jesuitas.

La verdad sobre la Campaña del desierto

Campaña-al-Desierto-1879
Seguramente las minorías rabiosas del CAM y del RAM, que se arrogan la representación mapuche, van a hacer "lío" a la llegada de Francisco a Chile. Su desprecio ancestral y minoritario a la Iglesia, a las Fuerzas Armadas y al Estado Nacional ha quedado en evidencia en multitud de hechos. Asaltos, robos, incendios, crímenes, ofensa a los símbolos patrios y a nuestros próceres, son apenas una muestra de su resentimiento apátrida. Es preciso que la dirigencia política e intelectual argentina no se deje engañar y minimice la cuestión.

También es preciso que comprenda en sus justos términos la denominada Campana del Desierto que a la progresía, la izquierda y el kirchnerismo considera otro genocidio. La acción del Ejército sobre los indios pampas no se realizó porque eran indígenas, mapuches o seres inferiores, se hizo porque robaban, asaltaban, llevándose ganado y cautivas.

La inseguridad en las tierras más ricas del planeta era insoportable. La Argentina se orientaba al mercado mundial como productora de alimentos y las tribus de Calfucurá y Namuncurá impedían el progreso. Hubo indios amigos que aceptaron el nuevo orden contribuyendo con escuadrones en las distintas columnas que avanzaron sobre el Río Negro. Indígenas hubo en ambos bandos, fue una guerra civil.
La Iglesia por medio de los Salesianos contribuyó a humanizar, en la medida de lo posible, aquella cruenta guerra, creando escuelas y establecimientos educativos para los hijos de los indios reducidos. Finalmente urge reivindicar, desde la cultura, la figura de Ceferino Namuncurá nieto e hijo de caciques bravos como ejemplo de asimilación a un nuevo orden, más justo y humano.