Nadando en el mar de Conchal

Di un montón de vueltas mentales tratando de elegir mi mejor opción para empezar a contar los lugares deslumbrantes que me enamoraron de Costa Rica

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Di un montón de vueltas mentales tratando de elegir mi mejor
opción para empezar a contar los lugares deslumbrantes
que me enamoraron de Costa Rica, y la decisión recayó en
Conchal. Quizá porque es donde pensé más veces que me
quedaría a vivir muchos años, sumergiéndome en esa atmósfera
de conciencia ecológica, de gente buena, de mar
cálido, vegetación exuberante y una de las blue zones –las
pocas que en el mundo descuellan por su mayor cantidad de
habitantes centenarios–, de ahí que se las llame "las zonas
de la longevidad".

En familia nos reíamos porque cuando posteaba mil imágenes
–a cual más entrañable– sobre Conchal, siempre estaba
la picardía del juego ambiguo, ya que esta playa justamente
tiene su nombre por las conchillas que la forman de a millones
y con colores que desafían la gama del arcoíris. Entonces
nuestros subtítulos graciosos –sólo para los del Cono Sur–,
eran "nadando en un mar de conchas", "saltando sobre conchas
bellísimas" o "las mejores conchas de tu vida".
Broma barata si se quiere, pero absolutamente adorable y real si
vamos a la etimología de la palabra, que describe a los moluscos
bivalvos que a su vez permiten el nombre de una de
las playas y lugares más gloriosos del planeta: Conchal.
Muchos viajes tardaría, y así y todo no se completaría, la visión
integral de Costa Rica. En éste que fue mi tercer viaje,
la pasión creció a niveles que excedían el enamoramiento.
Deslumbramiento es la palabra más afín. Toda la nación respondía
a cánones que siempre busqué en un lugar, y allí en
ese país pequeño los encontraba todos juntos. De ahí que
podría haber elegido muchos lugares ticos, que así se llama
lo perteneciente a Costa Rica, como el primer portal de difusión
de esta tierra bellísima.

El 95% del territorio costarricense es un parque nacional, una
reserva biológica, una biosfera constante. Pasamos del mar
a las montañas, del campo a la selva, de las ciudades quizá
con la cantidad ideal de población a los montes tropicales,
de las frutas que amo –y de las cuales viviría alimentándome–
al clima más paradisíaco, que varía según alturas y latitudes
pero nunca desciende de los 20 ºC, ¡mi límite amado!

En Costa Rica, desde 1948, no existe el servicio militar. Su
presidente Oscar Arias Sánchez ganó, en 1987, el Premio
Nobel de la Paz por intentar justamente que el bastión neutro
y pacífico que era su país terciara para cesar los odios
belicosos y la violencia en las naciones centroamericanas
limítrofes y cercanas, claramente Nicaragua, El Salvador,
Honduras y Guatemala. Tal vez no lo logró del todo porque la
naturaleza humana, cuando la mente se corrompió por muchísimo
tiempo, es virtualmente imposible de limpiar, pero
el efecto se notó y ya salvar una o varias vidas –en este caso
muchas–, hace del presidente tico un ser de extrema nobleza
y convicciones, recordado y valorado por la historia.
Aun más que su vegetación explosiva, que su fauna bella,
que sus rainforests y volcanes, que sus bahías y montañas,
que todas las gamas del verde imaginables, más allá de todo
eso que de por si la convierte en un paraíso, Costa Rica tiene
algo que es tan pero tan difícil de encontrar y allí parece tan
simple: su gente.

Si tuviera que decir rápidamente dónde hallé en amplísima
mayoría la gente más amable, simple, risueña, solidaria,
alegre y amistosa, diría en Costa Rica. También vi muchísima
gente entrañable en cuanto lugar he estado y la vida nos
premió con muchos viajes del alma. La diferencia la marca
que casi todos en Costa Rica son tan amorosos que muchas
veces la mente se pregunta dónde estará la trampa, si no
será una fachada en busca de una retribución por tanta aparente
amabilidad. Y la respuesta es que no.

Después del tiempo lógico de observación, no hay por parte
de los ticos pedidos de intercambio por su ayuda. Simplemente
lo hacen porque así son. Desde ya es mi percepción
limitada a un mes de estadía en cada uno de mis viajes, pero
en las tres ocasiones la percepción fue constante y no varió
nunca en todas las ciudades, pueblos o caseríos, como ellos
lo llaman, recorridos. Incluso tenemos el toquecito más que
agradable de que es de los pocos sitios de América Latina
donde el "vos" es de habla corriente y en los cuales aprecian
al argentino, ya que en la mayoría de los lugares cierta soberbia
porteña nos creó una merecida mala fama.


Lo que me llevó a Conchal

Podría haber iniciado el recorrido tico con admiración y titulares
recomendando Samara, Coyote, Santa Teresa, Playa
Grande o Tambor. Cualquiera hubiera estado perfecto, pues
cada uno de ellos merece crónicas de altísima admiración.
Pero fue Conchal quien tuvo de entrada ese honor en nuestros
corazones, y al ser argentinos aún más por el hecho de
que el lugar donde nos hospedamos en Conchal está dirigido
por un argentino que hace años vive allí y es el gerente general
del que quizá sea el complejo más hermoso en el que nos
hemos instalado para hacer una crónica periodística (¡que
terminó siendo un viaje del alma!)

El lugar es el Westin Playa Conchal y el argentino mencionado
Hernán Binaghi, que pasó a ser un cálido amigo y un
referente digno de admiración en el mundo de la hotelería
internacional. Hablar de Hernán y del Westin es como caer
en los parámetros más altos de servicio y belleza, de calidad
de vida y ecología, de alimentación de la más pura calidad,
del entretenimiento inteligente y de la naturaleza más
prodigiosa, envolviendo todo eso como un paquete de lujo.
Cada año ganan todos los premios habidos y por haber y la
industria hotelera los tiene como el lugar a imitar, o al menos
a intentar acercarse a su nivel de excelencia.
De ahí que creo que también nuestros días tomando como
base al Westin fueron la frutilla sobre el helado de esa zona
para que cuando pregunté por dónde empezar el relato tico,
la crónica de admiración por esta nación, todos en familia
dijéramos al unísono: ¡Conchal!

Los datos básicos indican que Playa Conchal se ubica en la
zona norte de Guanacaste –uno de los sitios más famosos
de Costa Rica–, que cuenta con una gran infraestructura turística
y tantísimos atractivos naturales en los que destacan
sus muchas playas, que conforman la Península de Nicoya,
de la que todos hablan como una de las cinco zonas del planeta
que sorprenden por la longevidad de sus habitantes
Playa Conchal es pequeña, sin embargo cuenta con una riqueza
ecológica sorprendente. La Reserva Conchal, en la cual
se encuentra el Westin, es el lugar convocante del turismo
mundial. La playa lleva por nombre Conchal, ya que su composición
en un 98% consta de conchas y estratos de rocas
pulverizadas, lo que la hace tan llamativa entre las demás
playas guanacastecas. Prevalecen los colores claros, rosáceos
de esas conchillas, y el aspecto visual es impactante. Se ubica
a aproximadamente 3 horas de la capital costarricense y quie-
nes aman el ecoturismo la tienen en un pedestal.

Playa Conchal es una playa fabulosa con un clima perfecto
casi todo el año, bañada por sol casi todo el tiempo y con
más de 12 horas de luz del día desde diciembre hasta abril.
El agua permanece siempre con una temperatura confortable
y es ideal para nadar o hacer snorkel. Los peces que allí
vimos, para mi experiencia que no es muy prolífica, parecían
un muestrario de las profundidades del océano pero ahí, a
metros de la costa. Tienen colores más brillantes y lo sorprendente
es que no se espantan ante la presencia del hombre,
como si en Costa Rica la calma se mantuviese también
debajo del agua. Se dejan observar, fotografi ar, y parecieran
ser ellos los que tienen curiosidad por esas bestias raras que
somos los humanos.

Si el presupuesto pide ahorro, a un par de minutos de Conchal
está Brasilito, otra bellísima y muy extendida playa que
parece estar allí para nosotros solos. Todos los días me escapaba
un rato a Brasilito, ya que en Conchal siempre estaban
las familias locales o los huéspedes del Westin, y en Brasilito
casi nadie. Me sorprendía sentirme como el único privilegiado
de estar en esa extensión. Me parecía que el combo
Conchal-Brasilito era otra muestra de la gracia divina.

Con el pasar de los días, mis amigos del Westin me indicaban
que otras playas paradisíacas estaban a pocos minutos
para un lado y otro de Conchal, como que cada día del año
existe la posibilidad en pocos minutos de llegar a bastiones
naturales inexplicablemente bellos. Estaba tan enloquecido
de admiración que hasta analizaba colegios y universidades
en la zona por si mi locura de que al fi nal de esta década
eligiera un lugar en el cual mi cuerpo se sintiese tan a gusto,
Conchal fuese definitivamente una opción ganadora.
wy la natación son la invitación diaria más sanadora. Para
los más intensos buscadores de emociones hay muchas posibilidades
en deportes acuáticos. Y quien quiere variar un
poco la playa o intercalarla con una naturaleza no necesariamente
marítima, Playa Conchal esta también cerca de
estuarios, ríos, parques nacionales y reservas naturales.
Rodeada de ranchos ganaderos, tiene algunas áreas donde
se puede acampar y dormir bajo las estrellas.
El tico sabe que amamos su país, que nos deslumbramos a
cada paso frente a lo que la tierra nos muestra, y se alegra
por eso. Lo comparte sin egoísmos, se deleita a través de
nuestros propios ojos y sentidos, sabe lo que su nación ofrece
y se siente feliz de ser un habitante de esa tierra.

En algunos momentos la única frustración era no querer salir
del inmenso complejo del Westin, donde hay literalmente
todo de todo, con la mejor comida natural que he probado,
con un rubro dedicado especialmente a vegetarianos, veganos,
superalimentos como lo llaman allí, los jugos verdes
más deliciosos y las combinaciones de frutas y verduras que
nos dejaban saltando de energía y pidiendo más. Y para los
exquisitos, si bien para ellos es lo más normal del mundo, el
masaje de conchas que dan en su spa. Con una técnica admirable,
sus terapeutas ofrecen al final o al inicio de un día de
actividades un masaje zona por zona del cuerpo que pudiera
estar con la energía bloqueada –para que se activen determinados
meridianos–, hecho con conchas colocadas en forma
precisa en cada mano. ¡Llegan con rapidez a producir un
efecto de deleite y al mismo tiempo de fortaleza precioso!
Otras playas cercanas para ser exploradas son Potrero, Flamingo,
Penca, Pan de Azúcar, Grande y la muy internacional
Tamarindo, lugar de mucha concentración de juventud, surfistas
y de vida social y nocturna muy prolífica. O sea que
pocos minutos separan la paz total de cierto movimiento de
bares y bailes, y de una vida empresarial y cultural.
Sé que dejé muchos amigos ahí, porque cada mes nos escribimos
e incluso hablamos por teléfono, como si cada contacto
fuera un acercamiento más a la fecha del regreso por
los paraísos ticos, que recién ahora empezamos a compartir
con ustedes.

AGRADECIMIENTO ESPECIAL
Gracias a Hernán Binaghi por lograr que del primero al último
de sus empleados, no importa cuál fuese su función,
sean de un altísimo nivel de trato al visitante, de una impecabilidad
y brillo pocas veces vista, y porque cada rincón de
ese gran lugar cada imagen es una bellísima fotografía de
colección en el alma; a Zasha Pérez, por la infraestructura
turística y el manejo de medios que nos permitían transmitir,
filmar y fotografiar bellezas a cada paso; a Gabriela
Paniagua, porque sin su generosidad y eficiencia quizá yo
no hubiera conocido Conchal de ese modo y no estaría escribiendo
esta nota; a Gabriel Araya, por habernos mostrado
cada metro cuadrado de la Reserva Conchal y habernos
dado coraje para saber que sería el primero de muchos viajes
a su zona de maravillas.

Costa Rica es un lugar para ser vivido una y mil veces. Muchas
lecciones de amor a la tierra pudimos conocer allí, por
ejemplo que ningún auto o cuatriciclo puede moverse por las
arenas de sus playas, y que los papeles tirados o cualquier
otra basura literalmente no existen, porque la conciencia
ecológica del costarricense ya está muy arraigada y con amabilidad
le hacen notar al visitante que la tierra que Dios nos
dio tiene que ser cuidada y venerada.

—–
En este video, Claudio habla sobre un tema bien provocador que divide las aguas: Lo que nos afecta de nuestros padres, estén o no vivos, y cómo percibir la libertad que podríamos lograr ya mismo.