Ser varón trans y estar embarazado: “Para evitar la violencia tiene que parecer que estoy gordito”

Hace tres meses Matheo Gómez gesta en su vientre un bebé fruto de su relación con Valerie Summer. Venciendo el estigma, la pareja colombiana forja una red de apoyo mientras aguarda el nacimiento de su primer hijo. Infobae cuenta su historia en el Día Internacional del Orgullo LGBT+

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Matheo Gómez y Valerie Sommer, ambos de Cali, tienen 3 años de relación.
Matheo Gómez y Valerie Sommer, ambos de Cali, tienen 3 años de relación.

“Ya los vecinos deben saberlo, pero no nos importa. Están impactados. Saben que yo soy una marica, una trans, pero en el caso de Matheo no, él no lo parece. Va a ser difícil cuando se den cuenta del embarazo, pero para evitar la violencia queremos que parezca un chico gordito”.

Valerie Summer, una mujer trans oriunda de la ciudad de Cali, la tercera más poblada de Colombia, habla sentada al lado de Matheo Gómez, un hombre trans de la misma ciudad con quien sostiene hace tres años una relación amorosa. Juntos viven en el distrito de Aguablanca, una zona de casas pequeñas y estratos bajos que abarca casi todo el oriente de la capital del Valle del Cauca.

Matheo, barba en el mentón y pelo corto, tiene tres meses y unas semanas de gestación, por lo que espera dar a luz a finales de diciembre a un bebé cuyo sexo aún desconocen. Según el testimonio de ambos, él es el primer hombre trans racializado en embarazo en Colombia y ella la primera mujer trans negra que será madre en Cali. Al enunciarse como miembros de una población racializada también buscan señalar la discriminación que han padecido por su color de piel y no sólo en razón de su sexo-género.

“No somos una relación de otro mundo”, dice pese a todo Valerie, recogida su melena rizada con un cintillo. Los dos hablan hombro a hombro en videollamada con Infobae sobre los altibajos que han vivido durante el embarazo.

Revelan haber recibido en este tiempo el “cariño” de una sólida red de apoyo que incluye a varias organizaciones sociales, familiares, amigos, la universidad pública en la que estudian y el sistema de salud local. En contraste, se ven obligados con frecuencia a realizar una labor de “enseñanza” para evitar la confusión que su caso despierta incluso entre profesionales del ámbito médico.

Matheo tiene 24 años y cursa primer semestre de Licenciatura en Ciencias Sociales de la Universidad del Valle. Valerie, de 31, se encuentra en período de prácticas de la Licenciatura en Educación Popular que estudió en la misma institución. Ambos han retrasado el desarrollo de sus proyectos académicos a causa de la discriminación padecida por ser trans.

En su primera cita de control médico con la vicerrectora académica de la Universidad del Valle, Liliana Arias.
En su primera cita de control médico con la vicerrectora académica de la Universidad del Valle, Liliana Arias.

Matheo empezó su transición hace aproximadamente seis años; Valerie hace diez. Un hombre trans que conocían los presentó para que él, que estaba arrancado su proceso y tenía pocas amistades trans en la ciudad, conociera gente nueva. Se citaron unas pocas veces. Pero cuando Valerie lo invitó a que participara de la Colectiva Trans Empoderarte, que estaba creando junto con otras personas de la comunidad, empezaron a reunirse asiduamente. Así empezó su amor.

“Queremos casarnos cuando nazca”, dice ahora Valerie sobre la bebé que decidieron gestar cuando sintieron que la relación estaba más “consolidada”.

Los dos aseguran vivir un buen momento anímico gracias al acompañamiento recibido. Ambos cuentan con la atención del programa Campus Diverso de la Universidad del Valle que dirige la vicerrectora académica, Liliana Arias, médica familiar que les ha brindado seguimiento desde los primeros días del embarazo. Al mismo tiempo, en la red de salud local Matheo recibe puntualmente citas ginecológicas y de control prenatal.

Pero, como es usual, no han faltado los problemas en la atención. Aunque en Colombia el Decreto 1227 de 2015 estableció que las personas trans pueden corregir el componente sexo de la cédula, a ambos les preocupaba que la entidad de salud manejara las autorizaciones según el sexo. Por eso cuando a Valerie le mandaron una ecografía testicular algunos funcionarios lo pusieron en cuestionamiento. Y en una fila para la toma de exámenes, después de una hora y media de espera, un funcionario no veía la razón de que a Matheo le hicieran una prueba de VIH que no le parecía prioritaria, sin entender que se trataba de un embarazo transmaculino.

Por este último hecho decidieron interponer una solicitud a las autoridades conocida en Colombia como Derecho de Petición, y una adicional a causa de una trabajadora social que pretendía evitar que Matheo le hablara de su pareja, por ser esta una mujer trans.

“No quería que le hablara de mí porque no estaba en la cita, pero le preguntaba por su familia y Matheo decía que yo era su pareja y llevábamos viviendo juntos hace tres años”, cuenta Valerie. “Insistía en que sólo le hablara de mi núcleo familiar, que principalmente conforman mi mamá, mi hermana, mi abuela y algunas tías, ignorando con quien convivo hoy. También me decía que estaba muy desestabilizado emocionalmente como para estar en gestación”, dice Matheo.

A raíz del Derecho de Petición, fue remitido a otro hospital de la red donde confía recibir atención psicosocial más especializada.

Los obstáculos para las personas trans en Colombia

En Colombia no existen reportes de personas trans en embarazo. No hay, como advierte la ONG Colombia Diversa, estadísticas sobre cuántas personas trans viven en el país donde entre 2021 y 2022 se registraron más de 40 muertes de esta población que tiene un promedio de vida mundial de 35 años.

Matheo y Valerie conocen casos de personas trans que han gestado en ciudades principales como Medellín y Bogotá. Pero consideran el suyo distinto porque “para las mujeres trans negras construir familia y hasta tener pareja es mucho más difícil”, sostiene Valerie.

Juntos asisten a manifestaciones sociales y esperan salir en la próxima Marcha del Orgullo de su ciudad.
Juntos asisten a manifestaciones sociales y esperan salir en la próxima Marcha del Orgullo de su ciudad.

“En Cali es difícil sobre todo para las personas trans visibles. Es una ciudad que, a pesar de ser diversa, discrimina mucho por raza, género y orientación sexual”, dice Matheo, que advierte que los hijos de personas trans pueden vivir más violencias que los de parejas heterosexuales. “No solamente están las diversidades que pueda tener el bebé, sino las que viven su padre y madre; el bebé o la bebé carga con todo eso que han cargado ellos”.

Matheo y Valerie son de religión católica, pero como miembros de la población afro creen en los orishas de la religión yoruba. En una consulta con yemayá en un corregimiento de Cali, les dijeron que lo más importante que tenían que hacer antes de gestar un hijo o hija era definir sus redes de acompañamiento, quiénes deberían estar y quiénes no, y sobre todo fortalecer esas redes para no estar solos. “Para que el bebé crezca sabiendo que sus mamá y papá son su apoyo y su fortaleza. Que no lo vea como incertidumbre o preocupación”, dice Matheo.

De ahí que persistan en la formación de una red de apoyo personal, que en su caso ha ido creciendo con el tiempo. “Más que respeto, hemos recibido el cariño de los demás”, confiesa Matheo. En la Universidad del Valle sus compañeros y compañeras están al tanto de su embarazo y van con él al baño para evitar riesgos. Y aunque no se trate de una solución a largo plazo, la vicerrectora les dijo en su primera cita que propondría la creación de un baño mixto y más seguro para casos así.

“No lo tenemos todo resuelto, pero estamos en un buen momento. Hay parejas diversas a las que han intentado quitarles sus hijos porque supuestamente no están en condiciones de tenerlos. Por ser trans, siempre nos van a joder más, entonces tenemos que estar más preparados”, recalca Valerie.

Debido a ese red forjada con tanto cuidado y afecto, cuando nazca su hijo o hija tendrá “un montón de madrinas”, muchas personas “negras, blancas y de la comunidad” que les han “extendido su abrazo”. Mientras tanto desean asistir a la Marcha del Orgullo de su ciudad, el próximo 3 de julio, de la forma en que más les enorgullecería hacerlo: “mostrando la panza” donde se gesta su bebé.

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