Estonia le está demostrando a los Países Bálticos la importancia de abrazar los derechos LGBT+

Mientras que Lituania y Letonia han mantenido sus leyes de la época soviética hostiles con la comunidad LGBT+, Estonia se ha convertido en un polo para jóvenes de todo el mundo gracias a su apuesta por la digitalización y la inclusividad.

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Tallin, la capital de Estonia, es una ciudad pujante y vanguardista.
Tallin, la capital de Estonia, es una ciudad pujante y vanguardista.

Al contrario que muchos países de la Unión Europea (UE) y del resto del mundo en los que las parejas LGBT+ pueden registrar su unión o incluso contraer matrimonio, los países bálticos van a la zaga en materia de derechos para la comunidad diversa, salvo una honrosa excepción: Estonia.

Para dar cuenta de la penosa situación en la región báltica, vale reparar en algo acontecido hace unos apenas unos días en Letonia. Esta semana, el parlamento de ese país bloqueó dos veces una ley que permitiría las uniones civiles del mismo sexo, después de que uno de los socios de la coalición de Gobierno se uniera a la oposición para ausentarse de la votación y evitar que hubiera quórum para aprobar el borrador.

La variante más reciente de la iniciativa, propuesta por primera vez en 1997, fue presentada por el ministro de Justicia Janis Bordans, que considera que el estado está obligado a brindar protección legal a las familias del mismo sexo, en virtud de una sentencia de 2020 del Tribunal Constitucional que reconoció un permiso de maternidad para una pareja de lesbianas.

A pesar de que, de cara a las elecciones legislativas de octubre, el debate político en Letonia se ve dominado por cuestiones como la inflación, voces del espectro conservador han hecho campaña adviertiendo que la aprobación de la ley traería consigo una “destrucción” del matrimonio y de otros valores.

Kaspars Zalitis, presidente de la asociación letona Dzivesbiedri (“Compañeros de Vida”), explicó que en estos momentos hay por lo menos 27 casos de parejas que exigen a la Justicia de su país que se reconozca su estatus como “familia” y que se ha pronunciado ya una sentencia positiva, lo que sienta “un buen precedente” para el resto de casos.

Aunque el parlamento todavía celebrará algunos plenos antes del receso veraniego, los activistas LGBT+ letones tienen previsto concentrar sus acciones en los tribunales locales y europeos, intentando forzar que el país comience a revertir sus leyes de la epoca soviética hostiles con la comunidad LGBT+, más allá de la descriminalización de las relaciones entre personas del mismo sexo, algo que también busca la militancia LGBT+ en Lituana, que busca presionar al Parlamento este año para que apruebe un proyecto de unión civiles.

El caso de Estonia

La situación en Estonia, aunque lejos de ser perfecta, es notoriamente diferente. A comienzos de siglo, antes que buena parte de los países considerados pioneros en derechos LGBT+ en el mundo, Estonia permitó por ley el cambio de género y de identidad legal, sin ser necesaria una evaluación médica.

Además, Estonia es la única de las tres repúblicas bálticas que reconoció, en 2014, las uniones de hecho del mismo sexo, y ha convertido en ley varios proyectos contra la discriminación por motivos de orientación sexual e identidad de género.

Todos estos avances con respectos a derechos LGBT+, sumado a su transformación en un paraíso digital (es considerada la primera “nación digital” del mundo, debido a que casi todos los servicios que presta el Estado se pueden realizar vía online), han transformado a Estonia en un nuevo polo para personas jóvenes y profesionales de todos partes del mundo, revitalizando y diversificando su economía, especialmente la de su capital Tallin, sede además de un importante desfile del Orgullo que atrae a decenas de miles de turistas.

Sin embargo, los activistas LGBT+ estonios creen que hay mucho más que se puede hacer, como por ejemplo, impulsar una ley de matrimonio igualitario integral o al menos actualiza la normativa actual que reconoce la convivencia de parejas gays, a la que ven con ojos críticos.

“Regula las cuestiones de propiedad y de establecimiento de pensión alimenticia, pero no concede los mismos derechos, oportunidades y protección que el matrimonio,” afirmó la responsable de comunicación de Asociación LGTB de Estonia Kristiina Raud.

De todas formas, la activista subrayó que la percepción social sobre la comunidad LGBT+ ha mejorado en los últimos años en Estonia, mientras que en Rusia, su gigante vecino, Putin ha profundizado su persecución contra las personas gays.

Según una encuesta del Centro Estonio de Derechos Humanos, en 2021 el 61 % de los ciudadanos de origen estonio y el 38 % de los miembros de otros grupos étnicos veían con buenos ojos la atracción por personas del mismo sexo y una mayoría aprueba que tengan derecho a regularizar su unión.

Por contraste, en Lituania, el 65 % de los entrevistados como parte de una encuesta realizada por la televisión pública el año pasado se oponía a la medida, mientras que el 30 % la favorecía.

En Letonia, la opinión pública también está dividida, y según un sondeo de 2021 el 42 % favorecía que las parejas LGTB pudieran acceder a las uniones civiles, mientras que el 43 % estaba en contra, aunque el ministro de Exteriores, Edgars Rinkevics, que hizo pública su orientación sexual en 2014, no ha tenido dificultades en este sentido.

La capital lituana de Vilna acogió este viernes una Marcha del Orgullo conjunta de los tres países, aunque Riga, capital de Letonia, celebrará otro evento aparte el 18 de junio y la ciudad estonia de Tartu hará lo propio el 11 de junio.

(con información de EFE)

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